viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

“Los niños pueden ayudarnos a crear ciudades para todos”

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Francesco Tonucci, psicopedagogo y escritor italiano, asegura que por la ausencia de los chicos en las calles “las ciudades son peores” y que ellos “son un elemento de control social”. Sostiene que muchos flagelos de la adolescencia son consecuencia de la falta de autonomía de los niños ciudadanos.

En 1991, el italiano Francesco Tonucci desarrolló en su pueblo natal el proyecto Ciudad de los Niños, que consistía en hacer una urbe donde éstos fueran el punto de referencia. La iniciativa tuvo mucho éxito y se extendió a distintos puntos del mundo, entre ellos, Rosario (Santa Fe). Luego de participar del Seminario Internacional Infancias, desafíos y oportunidades. Cruzando saberes y prácticas, organizado semanas atrás por la Fundación Arcor, uno de los pensadores más importantes de fines del siglo pasado habló con Comercio y Justicia sobre la necesidad de escuchar a los niños y los beneficios que esto puede traer a la sociedad.

-¿La infancia puede transformarse en el modelo para planificar las ciudades?

-Hoy en día, el patrón, el modelo, la medida de lo social son los adultos y el niño aprende rápidamente que lo mejor es parecerse a sus padres y a sus maestros. La educación implica que los niños abandonen rápidamente conocimientos de niños para adoptar los que poseen los adultos. Pero si la medida para evaluar una ciudad son los niños, tenemos que cambiar las jerarquías y dar valores distintos a los actuales. En este contexto, los niños pueden ayudarnos a cambiar las ciudades y hacer que éstas no sean adecuadas sólo a los adultos sino que sean para todos.

-¿Cómo ayudarían los niños?

-En primer lugar, es necesaria la participación de los niños en el gobierno de la ciudad. Cuando a una niña le preguntaron qué son los niños, su respuesta fue: “Somos otras personas”. Esta simple frase revela que los niños se sienten personas y titulares de derechos, aunque ellos no lo sepan; y, además, que son “otras” personas, distintas, y que son ciudadanos hoy, no “ciudadanos del futuro”, como habitualmente los llaman los adultos. Por eso, es necesario escuchar a los niños pero sabiendo que esa experiencia es compleja y que debemos tener paciencia. Normalmente los adultos piensan que los pensamientos infantiles son tonterías, pero allí están escondidas las demandas de los niños.

La otra forma de participar es la posibilidad de salir de casa y aprovechar la ciudad. El hecho de que en nuestras ciudades hayan desaparecido muchas de nuestras categorías sociales es malo. Cuando las ciudades se reconstruyeron, principalmente después de la Segunda Guerra Mundial en Europa, se lo hizo pensando –creo que inconscientemente- en ciudades para un adulto varón y trabajador. Las primeras que se dieron cuenta de este engaño fueron las mujeres, quienes dijeron: “si es adecuado para ellos no lo es para nosotras”. Los medios públicos, los horarios, la organización del espacio estaban pensandos para la categoría “varón-adulto-trabajador”. La ciudad se olvidó de las otras categorías que no coincidían con ésta. Los ancianos, los niños, los discapacitados son categorías que están escondidas o viven en sus casas o en espacios preparados especialmente; no pueden aprovechar la ciudad.

-¿Hay lugares donde esto es evidente?

-Así es. Con los niños es muy claro. Para ellos preparamos plazas donde los juegos que existen no son típicos del juego infantil y donde deben ir acompañados por un adulto.

La aventura, el riesgo, la sorpresa no pueden existir. Si los niños pueden salir sin un adulto se benefician las ciudades, sin ellos las ciudades son peores, la presencia de los niños es un elemento de control social. Sin experiencias autónomas los niños no pueden jugar y no pueden vivir situaciones de riesgo. Esto tiene consecuencias muy graves porque ayuda a formar valores en la vida, darse cuenta de lo que significa sortear obstáculos, la frustración, la recompensa, hoy todo ello se atrasa hasta la adolescencia.

Creo que mucho de lo que llamamos “dramas de la adolescencia” (abuso de alcohol y de drogas, accidentes de motos, bulling, suicidio juvenil) tiene que ver con esta falta de autonomía de la infancia. Si no podemos hacer tonterías a medida que crecemos las haremos más tarde y eso es más peligroso.

-¿Son peligrosas las ciudades para los niños?

-No hay relación real entre el miedo y el peligro. Actualmente, los miedos para los padres citadinos son dos: el tránsito vial y los posibles abusos o casos de pedofilia. Si se analiza correctamente y si los medios colaboran para esto, veremos que en el tráfico los niños se manejan correctamente. Tengo datos de una ciudad italiana, tomados durante ocho años a la salida de escuelas primarias donde entre 1.500 y 2.000 niños se mueven solos diariamente, y no ha habido ningún accidente vial donde hubiera niños afectados. El otro tema, el del abuso y la violencia, es que la realidad muestra que los peligrosos son los que están bien cerca de los niños. La gran mayoría de los abusos son cometidos por familiares.

-¿Y los avances en las tecnologías de la comunicación benefician a los niños?

-Es peligroso que la tecnología supla las relaciones humanas. Hay una edad en la vida en que es necesario tocarse, sentir, oler, vivir la experiencia concreta y no hablar sólo por chat. Después se puede aprovechar lo virtual para ampliar lo que uno aprendió.

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