sábado 21, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Las reformas de Solón

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Sus modificaciones, en un tiempo de fuertes tensiones sociales, abrirían el camino al sistema de gobierno del pueblo

Por Luis R. Carranza Torres

Es difícil deslindar lo histórico de la leyenda en cuanto a su figura. Aunque existe cierto consenso en que se trataba de un comerciante de origen aristocrático. Considerado uno de los Siete Sabios de Grecia, Solón descolló en varios campos: fue poeta, reformador político, legislador y estadista ateniense.
No le tocó una época fácil. La Atenas de ese tiempo se hallaba envuelta en grandes tensiones sociales, producto de la concentración de la riqueza y poder político de la ciudad en manos de unos pocos, los eupátridas, nobles terratenientes de la región del Ática.
Los conflictos sociales que agitaron la polis llevaron a investir a Solón, uno de los tres arcontes que gobernaban Atenas por ese tiempo, de poderes dictatoriales para reformar la constitución y las leyes de la ciudad, hacia el año 594-93 a. C. Se apostaba al derecho como forma de superar las tensiones existentes.

El nuevo ordenamiento creado por su mano implicó una gran cantidad de reformas sociales y políticas. En particular, se destacaron las reformas institucionales y el nuevo sistema censitario, creados con objeto de abolir la distribución de los derechos políticos basada en el linaje del individuo y, en su lugar, constituir una timocracia, distribuyendo a los ciudadanos en cuatro clases conforme el patrimonio. Se buscaba con ello eliminar el poder de la nobleza y sustituirlo por otro de los propietarios. A su vez, tal división servía para organizar la milicia y establecer la magnitud de la contribución a las arcas públicas que debían realizar los miembros de cada clase.
Reestructuró asimismo las instituciones políticas al establecer un equilibrio entre la Ecclesia (asamblea popular), la Bulé (órgano deliberante reservado a las tres clases superiores) y nueve arcontes (de naturaleza ejecutiva, reclutados de entre las dos clases superiores).
La Heliea era el tribunal de justicia supremo, compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo. Persiste la duda si fue instituida por Solón o por Clístenes. Pero Aristóteles afirma en su obra que los tribunales son un elemento democrático en la constitución de Solón, formados a partir de un gran número de ciudadanos. Se cree que su origen resulta de un desprendimiento de la asamblea para constituir un tribunal destinado a entender en los recursos sobre decisiones de corte judicial.

Solón fue, además de un hombre de Estado, un poeta, que hizo uso de tal arte para comunicar sus ideas. Su obra poética resulta por ello, en esencia, un comentario y una justificación de su propia actuación política. En sus dos elegías extensas, A las musas -a ellas dedicada- y Del buen gobierno, expone los fundamentos de su modo de pensar, que puede resumirse en el respeto a la justicia, la Dike, y el rechazo de los excesos injustos como fuente de perturbación social.
En sus elegías, Solón define su ideal de justicia como un poder de origen divino que se presenta como un orden natural y autorregulado, comparando su dinámica con la del mar: “El mar es revuelto por los vientos; mientras alguien no lo mueva, es la más justa de todas las cosas”.
La justicia pasaba, asimismo, a ser un asunto concerniente a la comunidad, por lo que cualquier acto de injusticia, aun individual, resultaba una amenaza para cada miembro de esa comunidad. Por ello, en la legislación de Solón, por primera vez, se habilitó a cualquier ciudadano, en determinadas circunstancias, a emprender acciones por ofensas hechas a otros. Era el origen de lo que luego resultaría la acción penal pública, finalmente en manos del Estado.
El nuevo orden jurídico-político dado por Solón favoreció el crecimiento económico y potenció la relación directa del ciudadano con el Estado. Los estratos medios obtuvieron una mayor cuota de poder político, pero los más bajos no consiguieron que fuese oído su reclamo de una nueva repartición de tierras, que en un principio anhelaban. Solón en sus reformas tan sólo había morigerado bastante las cuestiones de endeudamiento y prohibido la reducción a la servidumbre por causa de deudas.
Es por eso que, pese a todos los adelantos, no se consiguió acabar con los desórdenes sociales, que volvieron a estallar en 590-89 a. C. y causaron las luchas políticas que condujeron al triunfo de Pisístrato y la instauración de la tiranía en la ciudad.
El delicado equilibrio entre propugnar las reformas necesarias y aventar el peligro del caos, buscado por Solón para establecer un nuevo pacto social y político, fracasó en el futuro inmediato. Pero no dejó de ser, por ello, un importante paso que dejó la polis ateniense a las puertas del sistema de gobierno que la haría célebre para la historia: ser, con todas sus limitaciones, la primera democracia en la historia del mundo.

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