Por Salvador Calogero (*)
Natalia tiene 22 años, es mamá de tres hijos, beneficiaria de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y trabaja en un tambo de la localidad de San Guillermo, en la provincia de Santa Fe, junto con su marido, Alberto. Cuando necesitaron solicitar un préstamo para afrontar una deuda imprevista se encontraron que no cumplían con los requisitos que les pedía un banco. Luego de averiguar encontraron en Internet una empresa fintech que les permitía acceder a un préstamo por poco tiempo. Lo evaluaron, hicieron sus números y conscientes que podían hacerse cargo del pago, comenzaron el trámite online y se acreditó el dinero. “Usamos varias veces estos préstamos en los últimos dos años para cubrir distintos gastos y, en general, lo devolvemos al mes siguiente, luego de cobrar. Después, si necesitamos, volvemos a sacar otro. Pero a veces la plata nos alcanza y no nos hace falta pedir nada”, afirma Natalia.
Ellos son parte del 80,4% de la población adulta que, según los datos del último Informe de inclusión financiera 2019 que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) publicó en el mes noviembre, tiene al menos una cuenta de depósito en el sistema financiero. Esta cifra puede considerarse elevada para una economía de las características locales pero, si se la compara con los obtenidos en la encuesta Global Findex, cae al 48%. Esta diferencia surge porque mientras que el dato del BCRA proviene de la oferta, los otros tienen como fuente entrevistas personales a una muestra de individuos. Asimismo, el informe del BCRA indica que sólo el 50% de la población adulta tiene acceso al crédito avanzando sólo 4% desde el 2015 y siendo la tarjeta de crédito el instrumento de financiación más utilizado (32%).
Un análisis más profundo muestra que para marzo de 2019 en el país se registraron 16.417 cajas de ahorro en pesos por cada 10.000 adultos –recordemos que este tipo de producto financiero son gratuitas–, de las cuales el 62% pertenecen a programas sociales (19%) –como la que tiene Natalia–, previsional (28%) y cuentas sueldo (15%). Es decir, gran parte de la población tiene acceso a un producto financiero básico, del cual hace uso, en muchos casos por obligación y en otros, desconoce que lo tiene y qué puede hacer con él.
Atender este universo de la población se convirtió en una oportunidad para muchos jugadores de la industria fintech que vieron un sector descuidado y desatendido. Como efecto secundario, que personas como Natalia y Alberto accedan a un instrumento financiero y cumplan con sus deudas son los primeros pasos para armar su historia crediticio al mismo tiempo que incorporan información que los ayudan en su economía. Por ejemplo, entre enero y diciembre de 2018, la empresa Equifax consultó una base de 432.759 personas que no tienen ni tuvieron líneas de crédito (tarjetas de crédito, cuentas corrientes y/o préstamos), tanto en el Veraz Credit Bureau como en el BCRA en los últimos 60 meses, y que establecieron un vínculo con una fintech. El análisis concluye que el 24,6% generó una marca de bancarización de mercado, es decir, dio de alta al menos un producto crediticio (tarjeta de crédito, cuenta corriente y/o préstamo) posteriormente a la fecha de consulta.
Las fintech vinimos a dar una respuesta a un problema y vimos una oportunidad donde los bancos han mostrado un total desinterés. En un país en donde los porcentajes de bancarización y educación financiera son una deuda pendiente, que haya nuevos jugadores hace que gran parte de la población pueda acceder a productos y soluciones acorde a sus necesidades y que tienen un valor agregado diferencial. Como empresas jóvenes, dinámicas y con capacidad de cambio, el riesgo lo tomamos nosotros y el crecimiento del sector año a año demuestra que queda mucho por hacer.
(*) Country manager, 4Finance.