ESCUCHARNo pocas veces menos es más. O son los conceptos simples los que cautivan las mentes más complejas. El juego del Pac Man es un buen ejemplo de ello. Superó la barrera de las tres décadas con su adictiva vigencia intacta.
Por Luis Carranza Torres (*) y Sergio Castelli (**) – Exclusivo para Comercio y Justicia
Básicamente, es nada más que una esfera amarilla perdida en un laberinto comiéndose todo a su paso, que debe evitar a los fantasmas.
Su propio nombre es una aplicación de la simplicidad del concepto aplicado a todo su desarrollo. Es la onomatopeya de la palabra japonesa paku (renunciamos a complicar a nuestro editor estrella Andrés Fabiano escribiéndole con caracteres nipones), vocablo que, a su vez, refiere al sonido que se produce al abrir y cerrar la boca en los humanos.
Originalmente se trasladó al alfabeto occidental y romano como Puck-Man, pero se lo modificó a “Pack” cuando ingresó en el mercado lúdico de los Estados Unidos, para aventar la posibilidad de que algún gracioso, o directamente un competidor malintencionado, cambiara la “P” por la “F” y terminara la denominación en un término por demás grosero referido al sexo.
Se trata de un juego “ochentoso”. Fue lanzado al mercado un 21 de mayo de 1980, convirtiéndose desde entonces y hasta nuestros días en un completo éxito. En su momento, llegó a tener el Récord Guiness del videojuego más vendido, con un total de 293.822 máquinas para jugarlo en exclusiva vendidas de 1981 a 1987.
Nada pudo hacer su archirrival, y hasta entonces rey de los videojuegos Space Invaders, para competirle. Aun cuando el redondelito comelotodo careciera del concepto del “shoot-em-up” (disparar a todos) propio de su rival. De nada valieron los contextos espaciales, las naves de combate, la adrenalina de una batalla intensa. Pac Man pronto los borró de todos los récords en la materia.
Y a pesar de los cuatro fantasmas que acechan la bola, ésta se las ha ingeniado para permanecer en la preferencia de los consumidores de videojuegos. Ayuda a mantener el interés, y extender el tiempo para jugarlo, que Pac Man tenga nada menos que 255 laberínticas pantallas jugables, siendo éste el mayor número “sustentable” que se puede configurar con ocho cifras en el sistema binario. También es esto, el juego ha llegado a los límites mismos de la disponibilidad técnica de su momento de creación.
Tampoco fue menor el impacto de la acción por pasear la bola amarilla por uno y otro espacio laberíntico del juego, respecto de las empresas y la productividad económica. En su tiempo no se midió, pero en su trigésimo aniversario Google lo homenajeó nada menos que con un “doodle”, es decir los logotipos conmemorativos del buscador, que hasta ese entonces se trataba de figuras estáticas realizadas por distintos artistas. Pero en el “doodle” de Pac-Man Google fue fiel a su conducta de innovar hasta respecto de sí mismo, e incorporó una versión especial del juego que funcionaba gracias al nuevo estándar web abierto y libre, que recibió la denominación de HTML5.
También midió el tiempo que los usuarios pasaban dedicándose a que la bolita se alimentase. El cálculo final, para ese día, fue de unos 4,8 millones de horas que los distintos usuarios pasaron con el juego. Ello equivale a unos 120 millones de dólares en términos de productividad económica. Cientos de miles de empleados a lo largo, ancho y alto de nuestro mundo habían dejado sus actividades diarias del horario de oficina para distraerse con el jueguito que cumplía tres décadas.
Para los que integramos ya el sub 40, es una noticia que no deja de agradarnos. En un mundo tal mutable, y un sector tan dinámico como el de los juegos por computadora, existe un eslabón que unirá a padres e hijos. Lo que no es poca cosa, en el ambiente virtual, por estos días.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.** Agente de la Propiedad Industrial.
