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La Ramonita, santa nuestra

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Por Alicia Migliore (*)

En cada ocasión que abordamos la problemática de la violencia de género se nos pregunta cuándo comenzó esta tremenda realidad que cobra vida de mujeres.

Nos resulta agobiante remontarnos a la historia y registrar que se trata de una conducta permanente y sostenida en la sociedad patriarcal.

Si nos ajustamos a nuestra ciudad, hay un dato muy interesante sobre el último ajusticiado de la ciudad. Las crónicas policiales cordobesas indican que alrededor de 1870 se produjo el último ajusticiamiento: el condenado fue un joven llamado Simón de la Rosa, acusado de matar a su esposa.

La ejecución se consideraba un evento público, que atraía la presencia de los vecinos. El lugar donde se montaba la horca, como de tres metros de altura, se ubicaba en el límite del centro con el Abrojal: en el calicanto y bulevar San Juan. La exposición no se limitaba a la ejecución únicamente, sino que se dejaban los cadáveres de los reos ajusticiados, suspendidos de la horca, por varios días “para que escarmentaran”.

Los datos que rescatamos señalan que el ajusticiado se había casado con una joven muy buena y hacendosa, a quien había abandonado para regresar luego a buscarla, prometiendo el mejor comportamiento. Obviamente, como en los casos actuales de violencia, el círculo de la relación enfermiza se cerró cuando una noche mató a cuchilladas a su esposa.

Azor Grimaut relataba esta historia, agregando que su informante, el anciano Granados, describía al femicida como un muchacho “agauchado” que enfrentó el último momento de su vida con bastante serenidad…

Es interesante analizar, aunque superficialmente por carecer de mayores datos, que ante el delito cometido este joven fuera condenado a la pena máxima por matar a su esposa. Abolida la pena de muerte, muchas fueron las mujeres que terminaron sus vidas trágicamente a manos de sus esposos, amigos, amantes y parientes por su sola condición de mujeres. Fue necesaria la desgarradora muerte de Wanda Taddei para que la política tomara acabada conciencia del flagelo social y estableciera la pena máxima de reclusión perpetua para el delito, ahora sí, tipificado como femicidio.

Siempre enfocados en nuestra ciudad, rescatamos la historia de un femicidio que conmovió a la sociedad cordobesa, que Grimaut relata en detalle:

“(…) El suceso ocurrió el diez de mayo de 1934, siendo sus actores Ramona Moreno de Yaniz, de 25 años, y Raimundo Telésforo Morales de 28. Promedió un turbio drama pasional, que epilogó con el estrangulamiento de la mujer, por Raimundo Telésforo, quien sepultó a medias el cadáver de su víctima, el que fue encontrado, en la mañana siguiente, por unos niños que cazaban pájaros.

El homicida quiso esconder el cuerpo de la mujer en el fondo de un profundo barranco, a la altura de la calle Perú esquina Mariano Moreno, lo que, como decimos, no consiguió por la curiosidad de los niños que encontraron el cuerpo.

No faltó, ciertamente, la mano piadosa que cuando se hubo terminado la actuación policial encendiera una vela en el lugar y rezara devotamente por ‘el alma de la finadita’. El lunes inmediato al día del hecho, -día de las ‘ánimas’-, fueron ya varias las velas que los vecinos encendieron allí.

A los pocos meses habían practicado, en la cara del barranco, muchas cavidades en las que se colocaban las velas al resguardo del viento. Luego cundió la versión de que ‘La Ramonita’,-como se la empezó a llamar-, era milagrosa y la noticia se extendió hacia otros barrios y salió también de la ciudad.

Por esta causa, los lunes, al caer la tarde era común presenciar el desfile de creyentes, que llevaban flores rojas y velas para ‘la finadita’. Descendían hasta el lugar donde se hallara el cadáver, para colocar las flores sobre una cruz de cemento armado, de regular tamaño, que reemplazó a la primitiva de madera que allí se enterrara en el suelo. Se prosternaban rezando, para luego encender las velas, en esa especie de nichitos naturales, que en gran cantidad, casi cubrían las dos paredes naturales de la depresión del terreno.

Decíase – y mucha gente lo creía- que ‘la Ramonita’ solucionaba problemas sentimentales, afirmándose que más de un casamiento considerado imposible fue realidad, por milagro de la extinta. También se afirmó que intercedía para que la suerte no fuera esquiva a las personas pobres que arriesgaban poco dinero en el juego y no faltaron los numerosos casos de curaciones milagrosas, luego de una promesa cumplida a ‘La Ramonita’.

Sus devotos, se movilizaron para erigir un templete en el lugar, pero no lograron llevar adelante su proyecto. Un cura párroco del barrio, me supo referir que al hacerse cargo de la parroquia, quedó intrigado a los pocos días ante la gran cantidad de misas que se le encargaban para impetrar por ‘La Ramonita’, hasta que, enterado de la superstición, cayó en la cuenta de que eran ‘promesas’ hechas ante la cruz del barranco.

Hasta hace poco tiempo se continuaba llevando ofrendas por el alma de ‘La Ramonita’ y era frecuente ver, los lunes por la noche, desde la bajada Julio A. Roca, las llamas de las numerosas velas colocadas en las caras de las barrancas. Así también, por la tarde, aproximándose al lugar, podían apreciarse las ofrendas de flores rojas, color que alguien afirmó, agradaba en vida a esta mujer. Tenía, por otra parte, este ‘adoratorio’ de ‘La Ramonita’, especies de exvotos, consistentes en tarjetas con leyendas, hasta de vecinos de Rosario, en cuyo texto agradecían milagros atribuídos a ‘la Ramonita’.

Este lugar recientemente fue absorbido por el progreso de la ciudad, que se extiende a todos los rumbos y la leyenda de ‘La Ramonita’, como la de ‘los degolladitos”, quedará en el recuerdo de las generaciones hasta que se extinga definitivamente (…)”

La crónica de Azor Grimaut, en Duendes de Córdoba (Ediciones del Boulevard, 1953) refiere un paisaje que se llevó el progreso, en lo territorial, aunque la conducta social permanezca.

Esa tremenda imagen del último ajusticiado, colgado durante días para que escarmentaran no dio demasiados resultados, a juzgar por lo sucedido y ratificando la posición de los garantistas del derecho penal que no creen en el endurecimiento de las penas.

Pensamos que para erradicar la violencia es imprescindible reconocer a la mujer como ser autónomo y con derechos: lo lograremos con educación.

Sin embargo, la historia de “La Ramonita” nos motiva disensos con el pronóstico del cronista. En primer lugar, resulta destacable que la sociedad empatizara con la víctima, que se abstuviera de juzgarla, que le adjudicara la categoría de mártir y, como tal, con facultades para interceder y lograr milagros.

Poco pudo hacer el cura de la parroquia prohibiendo las misas y procesiones espontáneas: “La Ramonita” sigue recibiendo a sus devotos de toda índole (enamorados, estudiantes, enfermos) que acuden a su tumba en el cementerio San Vicente. La fe es inabordable desde lo racional, pero mantener memoria de ese femicidio con amor extremo hacia la víctima, hasta tornarla eterna y celestial, habla de una sabiduría popular impregnada de rechazo a la violencia y ponderación hacia la joven mujer.

Algo de todo eso nos estaría faltando ahora, que nos consideramos tan sabios, tecnológicos y superados: volver a descubrir el inmenso valor de la vida humana, que no puede reemplazarse con nuevas oportunidades como en los juegos electrónicos; volver a respetar la libertad de decidir si permanecer o no en una relación humana que puede ser tóxica o mortal; y tener claro que nunca existió, ni existirá, razón suficiente para que un ser humano arrebate la vida de otro, aunque sea una mujer que, erróneamente, alguien creyó de su propiedad.

(*) Concejal de la ciudad de Córdoba. Abogada-ensayista. Autora de los libros Ser mujer en política y Mujeres Reales.

Comentarios 3

  1. Miguel Arturo Seminario Ojeda says:

    Estas historias se repiten en muchos pueblos de América. En el lugar donde nací, Sullana, Perú, hubo un caso similar, sin embargo, tras la destrucción de la Peana donde se colocaban las velas, la peregrinación decayó, hasta extinguirse. No se dio a continuación el peregrinaje hasta el cementerio.
    Esto inspiró a un escritor peruano, a llevar a la literatura, el caso de *EL ANIMA DE LA LOLITA*

    • Iris RUIZ MERINO says:

      Así es como dice MIGUEL ARTURO. MI MADRE ME CONTÓ LO DEL ÁNIMA DE LA LOLITA. LA PEANA ESTABA CERCA A MI CASA, PERO NUNCA LA VISITÉ , POR LA FORMA COMO CONTABA MI MADRE, ME GENERABA MIEDO.

    • Gracias por tu atención y tu comentario Miguel Aturo Seminario Ojeda!. Abrazo

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