Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
Finalizó el Mundial de Fútbol de Rusia y parece que todo vuelve a la normalidad. Francia campeón por segunda vez en la historia; Croacia, una sorpresa. El fracaso de las grandes potencias futbolísticas (Alemania, España, Brasil) y el papelón de la Selección argentina, no tanto por el resultado deportivo sino por el desatino en la organización y el desempeño de Tapia, Sampaoli y compañía.
Fue un mundial, según los dichos de quienes saben organizativamente, casi perfecto. Sin embargo, el día de la final apareció una mancha, cuando un grupo de personas ingresó al campo de juego como protesta por la persecución y condena del gobierno de Vladimir Putin contra las miembros del grupo de rock punk Pussy Riot.
De manera contemporánea con esta protesta, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó a la Federación Rusa a pagar una indemnización a las tres integrantes del grupo, que habían sido condenadas a dos años de prisión después de una protesta contra el Kremlin en una iglesia de Moscú, en 2012. El tribunal internacional con sede en Estrasburgo entendió que el estado ruso había vulnerado los derechos humanos de las tres mujeres.
Según los jueces, la justicia rusa violó la libertad de expresión de las jóvenes al aplicarles una sanción de una “severidad excepcional”, ya que ni siquiera se detuvo a analizar las letras de las canciones del grupo que interpretaron el día que fueron detenidas cuando protestaban por la situación política del país.
En el mismo sentido, el TEDH consideró que los jueces rusos no justificaron de manera correcta los cinco meses que las mujeres permanecieron en prisión mientras se llevaba a cabo la investigación penal.
Las indemnizaciones ascienden a 16.000 euros (US$18.800) a dos de ellas en concepto de daños personales, y 5.000 euros (US$5.900) a la tercera. Además, las tres mujeres tienen derecho a 11.760 euros (US$13.800) de indemnización por daños y perjuicios.
En definitiva, no todo lo que brilla es oro. Detrás de un mundial casi perfecto se esconden muchas cosas que en cualquier sociedad democrática plena serían repudiadas. El ejemplo de lo que pasó con las Pussy Riot es uno de tantos, ya que no es la primera vez que el Rusia es condenada por el TEDH por conculcar derechos fundamentales, incumplir el debido proceso, dictar sentencias arbitrarias o reprimir a la oposición por el mero hecho de serlo. Recordemos que el tribunal le ha dado la razón a varios opositores en sus recursos contra la justicia rusa, entre quienes se encuentran el abogado y bloguero anticorrupción Alexéi Navalni y a nada menos que el excampeón mundial de ajedrez Garry Kaspárov.
Por ello, Moscú ha amenazado varias veces con abandonar la Convención Europea de DDHH y el TEDH. Pero, por ahora, prima la cordura en la materia.
La situación en Rusia es conforme cómo se mire el vaso, medio lleno o medio vacío. Dista mucho de ser una democracia conforme a parámetros internacionalmente aceptados, sobre todo en materia de respeto de derechos a quienes no piensan como los que dirigen el Estado. Pero, por otra parte, nunca en la historia rusa ha existido mayor democracia que ahora.
Como nos dijo un “tovarich”, camarada profesor y abogado, alguna vez en una cena: “La democracia no es un concepto ruso. Y nunca lo será. Es algo que viene de Occidente, como vinieron las huestes de Napoleón o los tanques nazis de Hitler”. Terminó aceptando que brindáramos para que estuviera equivocado.
No todo está mal en Rusia pero tiene muchas cosas por avanzar en la materia. Somos conscientes también de que muchas veces quienes la acusan distan de tener las manos limpias. Pero por sobre todo eso, el pueblo ruso, incomprendido algunas veces, demonizado otras; el sojuzgado bajo tiranías demenciales gran parte de su historia (desde los zares al politburó); ese sufrido pueblo ruso y los pueblos que se encuentran sometidos a la égida, merecen sobradamente que se les respeten sus derechos humanos.
* Abogado, doctor en Ciencias Jurídicas
** Abogado, magíster en Derecho y Argumentación Jurídica