La necesidad de resolver la verdadera emergencia nacional

“Habrá pueblos con sentido ético y pueblos desprovistos de él; políticas civilizadas o salvajes; proyección de progreso integrado o delirantes irrupciones de masas. La diferencia que media entre extraer provechosos resultados de una victoria social o anegarla en el desorden corresponde a las dosis de ética poseídas. Tales dosis caracterizan los diversos períodos de la Historia. Hacen glorioso el triunfo y soportable el fracaso; atenúan las calamidades; prestan fuerzas de reserva".

La comunidad organizada

Llevamos muchos años acorralados por situaciones de extrema emergencia que –reiterativa y engañosamente– se disimularon detrás de ostentosas y triunfalistas promesas electorales, como si por arte de magia los estigmas infligidos a la sociedad en su conjunto fueran fácilmente superados gracias a la infalibilidad de “fuertes” liderazgos.

Y así fuimos -simuladamente- “saliendo” de las funestas situaciones heredadas de gobiernos de facto, sangrientos y retrógrados, como de las crisis instituidas por regímenes “democráticos”, sin superarse las verdaderas causas que las generaron, ya que 40 años después nos avergüenza el tamaño y el peso de su existencia.

Resulta sorprendente e inconcebible la ligereza con que se fueron pasando estas crisis de un gobierno a otro, y es un verdadero crimen la afectación ignominiosa de los estándares de vida de millones de argentinos, quienes no sólo perdieron la dignidad del trabajo sino también valores y virtudes que han desaparecido bajo el drama de la pobreza, la falta de trabajo digno, la expansión de vicios incontrolables, la exacerbación de bajos instintos, etcétera, constituyendo un combo de indigencias que favorecen la delincuencia y amenazan seriamente la seguridad social.

A esta secuela de daños económicos, sociales, laborales y productivos se agregó el accionar de una pandemia que durante más de dos años acrecentó los estigmas preexistentes y resquebrajó aún más la vida de casi todos los argentinos.

En educación, miles de estudiantes secundarios abandonaron los estudios; en producción miles de pymes desaparecieron y en sectores comerciales de bares, restaurantes y hoteles se perdieron innumerables puestos de trabajo. Al mismo tiempo, se incrementó el “mercado negro” en la búsqueda de una manera de subsistir.

Pero esta realidad parece no ser advertida o, lo que es peor, es relegada por gobiernos que siguen operando en favor de sus proyecciones personales con base en determinadas políticas públicas que puedan garantizar, en las próximas elecciones, su continuidad en el poder.

Como contrapartida -aunque en menor escala-, advertimos de algunas excepciones por una visión más aproximada a la realidad local y mundial: hay funcionarios y dirigentes encaminados a enfrentar tanto la grave situación social, el calentamiento global como la complejidad de las relaciones internacionales, hoy enturbiadas por disputas entre las potencias que buscan un nuevo orden mundial.

El estado de emergencia

"El estado de emergencia es uno de los regímenes de excepción que puede dictar el gobierno de un país en situaciones excepcionales. Se dicta generalmente en caso de perturbación de la paz o del orden interno de un Estado, ya sea a consecuencia de catástrofes, brotes de enfermedades contagiosas, graves circunstancias políticas o civiles que alteran o impiden la vida normal de una comunidad, región o país".

"Durante este llamado régimen de excepción, el gobierno opera con una reserva del poder de restringir o suspender el ejercicio de algunos derechos ciudadanos en virtud de la defensa o seguridad nacional. Los derechos restringidos pueden ser relativos a la libertad y seguridades personales, la inviolabilidad de domicilio y la libertad de reunión y de tránsito. En los sistemas democráticos, la constitución prevé un papel del parlamento en su convocatoria y en su conclusión. Durante ese estado las fuerzas armadas de un país pueden asumir el control del orden interno".

Estos dos párrafos anteriores se refieren a situaciones generadas por fuerzas extrañas o agentes exteriores que descomponen el normal funcionamiento de la sociedad, pero de lo queremos hablar es de aquellas situaciones excepcionales generadas por erradas políticas de Estado que, prolongadas por sucesivos gobiernos, fueron corresponsables de la descomposición política, económica y social de una sociedad trabajadora, constructiva, organizada y con potencialidades individuales que eran orgullo de nuestro país.

Por lo tanto, lo que nos preocupa es la emergencia en la que no hay que suprimir derechos –muy por el contrario– hay que recuperar derechos perdidos durante el decadente proceso vivido , ya que, por una crisis ética y moral en el seno de la dirigencia e instituciones del país, la democracia se convirtió en un sistema exclusivamente autocrático, en el cual se lucha por el poder de gobernar y satisfacer ambiciones personales o particulares, no cumpliendo con la responsabilidad de servir al país y a los argentinos y proyectar un futuro trascendente para las generaciones futuras.

Todavía, a pesar de una contundente realidad nacional, las máximas dirigencias no reaccionan y sus propuestas no toman en cuenta medidas definitorias para terminar con la desgracia de millones de argentinos.

Para peor, la política sigue embretada buscando culpables de uno u otro lado de la grieta, sin que en ambos sectores les preocupe (mediante un acto de sinceridad pública) compartir la solución integral de los delitos cometidos.

No son suficientes los ingentes esfuerzos de algunos funcionarios en coincidencia con distintas entidades intermedias sociales, sectoriales, tecnológicas, universitarias, etcétera, por consensuar e instalar una hoja de ruta que contenga los ejes estratégicos de un programa de soluciones integrales que fije prioridades en educación, en salud, el cuidado del medio ambiente y el hábitat digno, aumentando los puestos de trabajo en directa relación con el crecimiento productivo. Estos objetivos no logran el interés y la atención de las fuerzas políticas, ensimismadas en disputar espacios en los tres poderes del Estado.

Parece imposible y hasta inútil intentar generar un ámbito de coincidencias esenciales para el diálogo y el consenso compartido por todos los sectores políticos, empresariales, técnicos y de trabajadores porque los partidos y coaliciones que manejan la democracia ya definieron sus propias hojas de rutas dedicadas a dirimir supremacías en las elecciones que se realizarán en menos de dos años.

Conclusiones

El sector privado en su conjunto debe plantear al sector público la urgencia de resolver la verdadera emergencia que afecta a millones de argentinos y terminar definitivamente con subsidios y planes coyunturales, institucionalizando la participación y el compromiso del Gobierno nacional, gobernadores e intendentes, diputados y senadores para que, con los distintos sectores, políticos, sectoriales y sociales, se implemente un programa social, laboral y productivo en todo el país. Identificar que esta emergencia es nacional y, al estar involucrado el Poder Ejecutivo Nacional, las provincias y regiones del país requerirán medidas de excepción como la suspensión de todo tipo de gasto superfluo y publicidad, así como aumentos impositivos y fiscales. Suspensión de obras no prioritarias, promoción de la legalidad laboral, comercial e industrial que genere una mayor participación de pequeñas y medianas empresas, mediante beneficios impositivos excepcionales y graduales cada seis meses. Como ejemplo: si hay un déficit de viviendas, promover su construcción y así achicar por un lado ese déficit y por el otro lado movilizar el amplio arco de oficios que creará miles de puestos de trabajo, mediante la inclusión, a su vez, de cámaras y entidades de hormigón, madera, vidrio, hierro, plásticos, metalúrgicos, etcétera.

Hay quien dijo que gobernar es crear trabajo. Terminemos con medidas transitorias y generemos trabajo y producción dignos.

Para que esto no sea sólo una expresión de deseos ni tampoco tan simple que ignore la complejidad política, económica y social que nos rodea, es imprescindible la participación y el compromiso de dirigentes e instituciones que le pongan fin a las grietas y enfrentamientos estériles, instalen la discusión por las ideas, piensen y obren como argentinos que, hartos de los fracasos, nos proponemos iniciar un cambio de época bajo el amparo de la ética, la moral y el compromiso social.

Sabemos que Argentina está acorralada por deudas inconcebibles pero también nos damos cuenta de que, por ser parte de uno de los continentes más favorecidos por la madre naturaleza, somos atractivos para inversiones interesadas en buenos negocios y muchas veces víctimas de especulaciones y corrupciones incompatibles con proyectos trascendentes.

Por lo tanto, al mismo tiempo que nos ordenamos política, económica y socialmente, debemos esforzarnos por unirnos conciliando propuestas para definir un Proyecto Nacional, sabiendo que es lo que queremos ser como nación y sociedad, para que nadie, en el futuro, pueda medrar con nuestras desavenencias y discusiones superficiales.

(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte

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