Nada le fue dado fácilmente a la mujer en la República Argentina, desde la Revolución de Mayo de 1810.
Por Juan Antonio Castro * – Exclusivo para Comercio y Justicia
El censo nacional de 1914 indicaba que en la industria manufacturera trabajaba poco más de un tercio de mujeres, cerca de 350.000, pero con salarios menores que los hombres para igual tarea.
Las estadísticas de aquel año revelaban que había 130.000 costureras, 80.000 lavanderas, 46.000 modistas, 28.000 tejedoras, 28.000 mucamas, 49.000 cocineras, 22.000 maestras, 9.000 empleadas de comercio, 1.500 profesoras secundarias, 56 médicas y sólo seis abogadas. Con escasa legislación que la protegiera, la mujer argentina debió luchar para darse un lugar digno en la sociedad y en el ámbito laboral. De allí la formación de numerosos centros feministas, que proliferaron a partir de 1906.
Mujeres pioneras de aquellas batallas legales y sociales, Juana Rouco Buela, fundadora del Centro Anarquista Femenino junto a Marta Collazo, Virginia Bolten y María Newelstein. También debe mencionarse a Carolina Muzilli, quien primero fue obrera, luego periodista del diario La Vanguardia y autora de varios libros como La madre obrera y La madre y el menor obrero.
Alicia Moreau: un ejemplo
En procura de una síntesis ejemplar, recordamos a Alicia Moreau de Justo, quien nació en Londres el 11 de octubre de 1885 y murió en Buenos Aires el 12 de mayo de 1986. Llegó a nuestro país a los cinco años de edad. Los estudios secundarios los realizó en el Colegio Normal Nº 1, donde tuvo como profesor de filosofía a Hipólito Yrigoyen, dos veces presidente de la Nación.
Antes de recibirse de médica, Alicia Moreau fundó el movimiento feminista en Argentina cuando contaba con 21 años de edad y abrazó la causa política del socialismo. Mientras estudiaba, escribía sobre educación en la Revista Socialista Internacional que conducía Enrique del Valle Iberlucea, primer senador socialista de América Latina. Durante la Primera Guerra Mundial, Alicia Moreau encabezó un amplio movimiento pacifista y participó del Congreso Internacional de Obreras realizado en Washington en 1919. Afiliada al Partido Socialista, en 1921 contrajo enlace con el fundador del movimiento, Juan B. Justo, y fue la primera mujer en ocupar un cargo partidario.
En 1951 fue candidata a diputada nacional, pero antes de los comicios el Gobierno nacional la encarceló. En 1956, ejerciendo la dirección de La Vanguardia, criticó al gobierno de facto, impulsó la reforma agraria y apoyó la revolución de Fidel Castro. Integró en 1975 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos junto al obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer, Raúl Alfonsín, Oscar Alende, Adolfo Pérez Esquivel y Alfredo Bravo -entre otros-. Alicia Moreau de Justo se opuso a la Guerra de Malvinas, declarada a Gran Bretaña por la dictadura militar. Recibió un merecido homenaje cuando cumplió 100 años en 1985, del que participaron todos los partidos políticos, oportunidad en la que dio su último discurso público, dedicado a los jóvenes y a las mujeres.
En 1983, en un reportaje Alicia Moreau de Justo mostraba toda su dimensión humana y educadora. Ante la pregunta “¿Qué le diría a los jóvenes que están buscando un futuro profesional y laboral?” formulada por un cronista de la revista Quiero Ser, contestaba: “Que observen lo que pasa en sus propias familias; los hijos reciben mucho la influencia familiar.
También creo que es muy importante la influencia de la escuela. Espero que algún día la televisión y los medios de comunicación, y sobre todo la imagen, la proyección, la fotografía, los medios audiovisuales, sean empleados en la enseñanza para ampliar el campo de la imaginación de los jóvenes. Muchas veces pienso que sería mucho más útil en lugar de hablarles a los alumnos de lo que fue el 25 de Mayo, proyectar una película. Hace algunos años tuve que hacer un viaje por la cordillera y lo hice en una caravana porque los caminos estaban interrumpidos por las nevadas. El animal que me servía como medio de transporte, la mula, metía las patas en la nieve y caminaba con mucha dificultad. Ahí comprendí la hazaña del cruce de los Andes por San Martín. Pensé en los hombres que con él hicieron el cruce, en los que iban a pie transportando los fusiles, los equipos. Tuve noción del esfuerzo humano que encerraba y los miles de hombres anónimos que fueron protagonistas. Para mí esta experiencia fue una revelación profunda que me hizo entender la dimensión histórica de este suceso. Si la escuela mostrara en una película qué significado tuvo, con las dificultades que tenía, como tantos otros hechos importantes, no sería necesario hacer tantos discursos patrióticos. La vivencia estaría incorporada en cada uno. Además, la humanidad sería una cosa muy distinta. Nos daríamos cuenta de que los hombres no son diferentes por estar a un lado u otro de la frontera. ¿Qué diferencia hay entre un chileno, un boliviano, un argentino? Es como los que se crían en un mismo barrio. El día en que la humanidad entera lo comprenda no habrá más guerras, las fronteras serán un instrumento administrativo. Hacia esa humanidad tenemos que ir”.
(*) Periodista y escritor