ESCUCHARLa situación del Kurdistán presenta varias singularidades dentro del ya complejo panorama de Medio Oriente. Pero más de 30 millones de sus habitantes mantienen vivo el deseo de un país independiente
Gonzalo Fiore
Especial para Comercio y Justicia
La situación del Kurdistán presenta varias singularidades dentro del ya complejo panorama de Medio Oriente. El líder máximo de los kurdos turcos es Abdullah Ocalán (foto), presidente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán. Sus ideas podrían encuadrarse dentro de la izquierda del espectro político, creador del «confederalismo democrático», una ideología tendiente a la ecología social, con influencias del teórico Immanuel Wallerstein y con ciertas similitudes organizativas al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, de México.
Ocalán fue condenado a muerte en 1999 por la justicia de Turquía, sin embargo su pena se conmutó luego a cadena perpetua. Se encuentra detenido en la isla de Imrali, en Turquía, en una prisión de máxima seguridad que tiene al líder kurdo como el único interno. Desde 2011 no tenía permitido mantener ningún tipo de contacto con sus abogados; no obstante, en los últimos meses logró hacerlo. Existen numerosas preocupaciones sobre su estado de salud. Mientras la figura emblemática de los kurdos se encuentra detenida e incomunicada, la lucha por la independencia del Kurdistán sigue en varios frentes.
Las novedades sobre la situación personal de Öcalan sirven para intentar echar un poco de luz sobre una cuestión poco tratada en los medios tradicionales como es la situación del Kurdistán. Su objetivo histórico es la consecución de un Estado propio. El pueblo kurdo es la minoría étnica más importante de todo Medio Oriente: más 30 millones de personas entre Irán -donde han sido fuertemente perseguidos por la Revolución Islámica-, Irak -representan 20% de la población-, Turquía (19%) y Siria -9%, aproximadamente dos millones de habitantes-. Luego de la invasión estadounidense de Irak y de la guerra civil en Siria, los kurdos han logrado ciertos avances territoriales dentro de esos países. Según la mayoría de las estimaciones, uno por ciento de los kurdos es cristiano; 75% profesa el islam suni y 15% sostiene la rama chií del islam. En tanto, nueve por ciento es creyente de otras religiones como el zoroastrismo, el alauismo o el yazidismo.
Si bien los kurdos iraquíes cuentan con una especie de autonomía a partir de la Constitución de 2005, aprobada dos años después de la caída de Saddam Hussein, esto no significa que sean reconocidos internacionalmente como Estado desde la óptica del derecho internacional público. Poseen un gobierno integrado por un primer ministro, un presidente y un gabinete, un parlamento formado por 111 escaños, e incluso fuerzas de defensa propias, los peshmerga -aquellos que enfrentan la muerte-, quienes participaron de manera directa de la captura de Hussein en 2003. El Gobierno Regional del Kurdistán opera en la región norte de Irak. Al igual que en las democracias parlamentarias occidentales, los integrantes del Parlamento son elegidos mediante el voto directo. Son los parlamentarios quienes luego elegirán al gobierno. Las elecciones en el Kurdistán iraquí se celebran desde 1992. También, de la misma manera que en la mayoría de las democracias occidentales, el presidente es el comandante en jefe de las fuerzas armadas. En 2017 celebraron un referéndum por la independencia, que fue rechazado por todos los países de Medio Oriente, excepto Israel. ç
No obstante esta organización, el Kurdistán Iraquí no está reconocido como un Estado por el grueso de la comunidad internacional. Especialmente por el resto de los países de Medio Oriente, que lo ve como una potencial erosión de sus soberanías. Israel es el único país de la región que apoya fervientemente la creación de un Estado kurdo. Estados Unidos, principal aliado del Estado hebreo, se opone a la independencia del Kurdistán debido a que lo ve como un posible factor de desestabilización en Irak y el resto de Medio Oriente. Esto no impide que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se muestre abiertamente a favor de ello. Lo ve como una forma de derrotar al Estado Islámico (EI) pero especialmente de debilitar a Irán, su principal enemigo en la región. Al mismo tiempo que la independencia del Kurdistán le permitiría a Israel tener un Estado aliado en Medio Oriente. Netanyahu ha acusado al gobierno turco de «hipócrita» porque considera terrorista al Partido de los Trabajadores (PPK) mientras que -supuestamente- apoya a Hamas, grupo rechazado por Israel.
A su vez, la alianza entre judíos y kurdos en Irak proviene de larga data. Cuando los primeros fueron perseguidos por el régimen de Hussein, los kurdos les ayudaron a escapar. En Israel, actualmente, viven aproximadamente 150.000 judíos kurdos.
Se han enfrentado de manera cruenta con el EI, viendo diezmadas sus filas. Algunos de sus batallones están formados íntegramente por mujeres que rechazan tajantemente la obligatoriedad de cumplir con la ley islámica. Actualmente, Turquía está llevando adelante conversaciones de paz con el PPK de Öcalan; en 2013 se alcanzó un acuerdo de cese al fuego. La lucha armada en el país se mantiene desde 1984 y los muertos hasta ahora superas 40 mil.
La situación de los kurdos es diversa según el país donde se encuentren. Si bien el Kurdistán iraquí aún no ha declarado su independencia luego del referéndum de hace dos años, es el que más cerca se encuentra de hacerlo. El apoyo de Israel al respecto viene siendo inestimable. Si la lucha de siglos del pueblo kurdo da sus frutos, quedará por verse en el transcurso de los próximos años cuál será el rol que desempeñen en la región y si la comunidad internacional está dispuesta a reconocer un Estado kurdo independiente.
