Luego del agotamiento del modelo agroexportador de la década del 30, en Argentina y Latinoamérica comiezó a circular una corriente de pensamiento nacionalista, que intentó desarrollar y consolidar los cimientos de una base manufacturera autosostenible que impulsara la economía a un crecimiento sustentable en el tiempo y trajera alivio a la balanza comercial. Mediante un amplio abanico de políticas económicas se abrió paso la primera etapa de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).
Control de cambio y desdoblamiento cambiario con el exterior, sumado al aumento de aranceles de importación y permisos de ésta de manera anticipada lograron que Argentina le diera la espalda al comercio internacional y llevar a mirarse hacia dentro, protegiendo su mercado del resto del mundo.
De espalda al comercio exterior, el país fue reduciendo sus importaciones paulatinamente, descubriendo cierto potencial manufacturero que antes desconocía, impulsando actividades regionales que iniciaron la descentralización de las actividades del socavado modelo agroexportador focalizadas en la Pampa Húmeda.
Esta etapa del proceso, que duró hasta 1945 con el primer gobierno de Perón, conocida como Tramos Fáciles de la cadena, se apoyaron en una corriente migratoria con conocimientos artesanales y una extendida red ferroviaria que permitió la transmisión de conocimiento, disponibilidad de mano de obra y exportación de materia prima con algún valor agregado.
Los años subsiguientes se conocieron como la Intensificación de la Industria sencilla, fueron realmente exitosos a nivel industrial. Con un mercado interno protegido más un fuerte aumento de inversión pública y créditos blandos a la producción se logró un notable ensanchamiento del mercado local, aumento del empleo e incremento de la masa asalariada (que volvía a consumir en el mercado doméstico, cerrando un círculo de demanda agregada), marchando a paso firme con la sustitución de productos importados mediante industria local.
Pero más importante aún fueron las capacidades endógenas que logró el empresariado local, generando economía de escala, tecnología de vanguardia, capacidades administrativas y comerciales que se asemejaban a países líderes. Pero la Argentina de los ciclos económicos le marcó el techo al modelo de ISI y en la primera mitad de la década del 70 la balanza comercial empezó a mostrar un rojo cada vez más profundo, la demanda de energía sobrepasaba ampliamente los límites de autoabastecimiento, los insumos para la industria y los bienes de capital para la renovación tecnológica escaseaban por las restricciones impuestas al dólar por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), las especulaciones de los agentes económicos aceleraban la recesión de un país con el Producto Interno Bruto (PIB) en caída libre que terminaría por dar fin al modelo ISI y comienzo a la historia más oscura de Argentina en materia industrial, política y económica, de la mano de Martínez de Hoz y el gobierno de facto.
Contemporáneamente y salvando las distancias socioeconómicas, pero partiendo como base de una crisis económica profunda como la acontecida en la década del 30 con el quiebre del modelo agroexportador, y en 2002 con el fin de la convertibilidad, podemos encontrar nuevamente un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Después de una década de apertura unilateral al comercio exterior en los años de la convertibilidad, la devaluación abrupta del 6 de enero de 2002 recortó fuertemente las importaciones e impulsó las exportaciones producto de una mejor competitividad de precios, generando una barrera de protección del mercado local que comenzaría a levantarse. Un fuerte gasto público, mayor empleo y planes sociales (que vuelcan el ingreso nuevamente al mercado doméstico) le daban dinamismo a un sector productivo que poseía capacidad instalada ociosa y de rápida escalabilidad. Nuevamente, la industria nacional se aferró a su mejor cliente: “el mercado local”; mediante un consumismo intensivo logra expandir el PIB, recuperar el empleo y diversificar su estructura.
En los últimos años, la mala performance de Brasil, su socio estratégico, y una mala previsión de política energética llevaron nuevamente a inclinar de manera negativa la balanza comercial y sacudir las políticas de industrialización por sustitución de importaciones. Restricción cambiaria, importaciones de insumos bloqueados, inflación y especulaciones financieras sólo hablan de un modelo que ya encontró sus límites; debe reinventarse para lograr sobreponerse.
Se evidencia en ambas etapas que el modelo encuentra sus límites estructurales acotados a la incapacidad de superar sus propias demandas. Autoabastecimiento energético e importación de insumos fueron el denominador común para que la balanza comercial empezara a inclinarse de manera desfavorable, llevando en el corto plazo a adelgazar las reservas del BCRA y por consiguiente las restricciones cambiarias, de importación de insumos para la industria. Si bien el autoabastecimiento no es de fácil y rápida resolución, poco se observa de políticas públicas sobre el fomento e incentivo para sustituir los insumos que la industria necesita.
Es de importancia para el empresariado local obtener un vademécum de insumos importados, con los detalles técnicos y de materiales tal cual ofrece el nomenclador arancelario a fin de su expansión hacia actividades relacionadas con su producción, en las cuales la competencia local es nula y el modelo ISI proteja su período de aprendizaje, eficiencia y calidad.
(*) Consultor. Técnico universitario en Ciencias Empresariales