lunes 23, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La guerra como factor dinamizador de la economía capitalista

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Están ubicados en la bolsa de valores y otros casinos de juego, sino que son los enfrentados cotidianamente por un gran segmento de la población: hambre, falta de vivienda, servicios de salud inadecuados, desempleo (…) por ahora, lo que necesitamos es un ‘new New Deal’; uno que incluya empleos generados por el gobierno y apoyo al ingreso para los pobres. Lo que se necesita a largo plazo es un nuevo sistema social, donde la producción sea para el uso y no sólo para las utilidades”.

Por Silverio E. Escudero

Los temas que propone El Balcón en cada encuentro tienen por objeto ser disparadores de un debate que aparece moroso en la sociedad. Un debate que, alguna vez, supo ganar las calles de Córdoba, y la hizo distinta, diversa; capaz de sacudirse su molicie y espantar los fantasmas del desánimo.

Esta vez traemos a la palestra un autor que su marco teórico puede ayudar a comprender el momento complejo que transita la economía mundial y, si resulta oportuna –en términos estratégicos- el momento argentino y el costo de la anunciada reinserción en el mundo capitalista.
Dos temas subyacen en todos los análisis económicos y políticos que se leen en diarios y revistas especializadas y en los papeles que dan cuenta de los avances de los trabajos de investigación. Uno es que la economía mundial ha llegado a ser inauditamente interdependiente. Y el otro, comprobar que la economía internacional se desarrolla en un clima de creciente tensión. Producto de la crisis cuasi permanente de la Unión Europea, la política proteccionista de Estados Unidos, los sueños hegemónicos de Vladimir Putin y el avance de China, que toma bajo su protección las economías vacilantes del Tercer Mundo.
Primero, el concepto de interdependencia pretende ignorar la brecha que existe entre las naciones hegemónicas y los países y Estados que intentan florecer en la periferia del mundo, conformando las cofradías de los pobres y la de los más pobres entre los pobres, que compiten por quedarse con el último mendrugo. En buen romance –y para evitar engaños- la interdependencia exige paridad, intercambio entre iguales. Lazo inexistente entre las naciones metropolitanas y sus antiguas colonias, que mantienen relaciones políticas y económicas complejas, del mismo tenor que entre las naciones centrales y las de la periferia.
En cuanto al segundo se debe anotar que es consecuencia de las contradicciones profundas que acosan al sistema capitalista, que aún no encuentra las pócimas adecuadas para reinventarse. Y, así, abrir una nueva etapa histórica de una larga marcha que dio comienzo a mediados siglo XIV, cuando una crisis económico-política acabo con la Edad Media y el feudalismo.
Algunos teóricos afirman que las tensiones actuales pueden entenderse si se tiene presente siempre que la tendencia al estancamiento es inherente al capitalismo. Esto no contradice el fuerte crecimiento, en algunas regiones del globo, de las fuerzas productivas y del empleo. “La cuestión consiste en que el crecimiento emerge de ciclos de depresión y prosperidad, por una parte, y de largos períodos alternativos de recuperación y estancamiento, por la otra. Estas fases -anota Harry Magdoff en un artículo publicado en Monthly Review- están relacionadas entre sí de manera compleja. Las depresiones resultan de las contradicciones y distorsiones del período de prosperidad y, generalmente, preparan a su vez la escena para un nuevo crecimiento. Pero la fuerza del alza depende de la presencia o ausencia de los estímulos especiales que se derivan de las coyunturas históricas en que se producen. Si estos estímulos son poderosos, pueden impulsar la economía a niveles altos. Si son débiles, la salida de la depresión es lenta y vacilante, y en ese caso termina imponiéndose la tendencia al estancamiento”.
Más adelante, Magdoff –uno de los intelectuales marxistas más fogueados en el debate teórico-político del imperialismo y estudioso de las luchas obreras de las primeras décadas del siglo XX- anota que, así como la fase de prosperidad del ciclo económico contiene las semillas de la depresión que sigue, la onda más larga de rápido crecimiento prepara el camino para un período prolongado de escaso o nulo crecimiento. La razón es que los factores especiales que conducen a una tasa de crecimiento superior a la media se debilitan o desaparecen andando el tiempo.

La cuestión de los estímulos es vital para las economías capitalistas; quien afirme lo contrario desconoce las reglas primarias de la historia y la política. Su desaparición –como consecuencia de una visión conservadora de la economía y la política- genera un período de desempleo persistente y masivo y una reducción del nivel de vida de una parte considerable de la población, una inseguridad creciente y graves dificultades para las naciones en vías de desarrollo.
En su muy recomendable libro Imperialismo sin colonias (editado en el año 2003 y con traducciones a quince idiomas) explica, para ser entendido por todos, la naturaleza de la trampa de la deuda externa para los países del tercer mundo y el papel dominante que ejerce sobre la vida de todos el poder financiero, habida cuenta de que surge con vigor una “nueva internacional” del capital para promover de alguna manera conjunta las reglas del orden mundial. En este aspecto, consideraba que -aunque pareciera que había mayor cooperación entre los capitales- la realidad es que la competencia entre Estados y empresas se está intensificando.
De ese texto rescatamos una de sus ideas axiales: “La libertad política es igualada a la democracia al estilo occidental. La base económica de esta democracia es la libre empresa. Por tanto, el objetivo político de la defensa del mundo libre también tiene que involucrar la defensa del libre comercio y la libre empresa (…)”, siendo la guerra el factor multiplicador de las riquezas favorito del poder financiero.
Sólo basta analizar el reordenamiento ideológico que siguió al final de la Segunda Guerra Mundial, teniendo en cuenta que durante los siguientes 30 años, contados desde el final de la conflagración mundial, el crecimiento fue vigoroso y persistente. “Pero, desde entonces, se ha producido un estancamiento mundial continuado de la economía. Cada una de estas etapas fue, por supuesto, influida y modelada por circunstancias históricas específicas, siguiendo, sin embargo, un patrón fundamental (…) 1) La adopción y expansión de una importante innovación tecnológica que induce la inversión masiva de capital, nuevas clases de infraestructura, redistribución de la población, etcétera; 2) desarrollo de nuevos mercados por la penetración capitalista en la periferia, sea como resultado de la expansión colonial o por la adquisición de zonas de influencia; 3) expansión de industrias militares de preparación para la guerra; y 4) reconstrucción de industrias como consecuencia de las guerras.”

La guerra había destruido todo. Fábricas, fincas agrícolas ganaderas, ferrocarriles, instalaciones energéticas, puertos, estaciones meteorológicas, caminos y grandes áreas urbanas que habían sido desbastadas. Europa Occidental y Japón estallaron. Requerían una movilización concentrada de recursos materiales, de trabajo e inversión de extraordinaria de capitales. En Estados Unidos, el estímulo inicial de la posguerra fue de otra clase. Durante la guerra, la industria del automóvil y la construcción de viviendas para uso civil estaban prohibidas en pro de la conservación de las materias primas y la utilización de los medios de los medios de producción en la construcción de armamentos necesarios para sostener la guerra.
“La ausencia de bienes duraderos para el consumidor y los controles de precios y salarios de tiempos de guerra, hicieron que las deudas se pagaran, los trabajadores acumularan ahorros y los capitalistas guardaran en forma líquida. La combinación de una demanda diferida con los recursos financieros para satisfacerla dio lugar a la fuerza propulsora de una nueva oleada de prosperidad en Estados Unidos.”

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