Francisco “Pancho” Marchiaro, coordinador de la Diplomatura en Gestión Cultural de la UCC
La Universidad Católica de Córdoba (UCC), junto a Fundación Ábaco, comenzarán a dictar la semana próxima su Diplomatura en Gestión Cultural. Dividida en tres orientaciones -Gestión de las Artes; Cultura, Comunicación y Política; Gestión de Museos y Patrimonio- la diplomatura apunta a profesionalizar una tarea que precisa hoy de herramientas concretas para conducir los negocios y proyectos vinculados con el mundo de la cultura, en todos los ámbitos.
Para conocer en detalle la propuesta de la UCC, Comercio y Justicia conversó con su coordinador, Francisco “Pancho” Marchiario, quien dirige además el Centro Cultural España Córdoba (CCEC) y es claro referente de la gestión cultural en nuestra ciudad.
Pancho nos da la entrevista desde el aeropuerto de Córdoba. No resulta extraño. Como tantas otras veces, tomará un avión que lo llevará a tejer redes de cooperación y emprender nuevos proyectos con otros centros culturales. Minutos antes de ingresar a la sala de embarque, el director del CCEC nos cuenta qué es esto de la gestión cultural -expresión en boga si las hay– y se atreve a asegurar que en Córdoba hacen falta cada vez más profesionales que se desempeñen en el área.
Hay quienes los llaman “empresarios de la cultura”. Sin embargo, el rol del gestor cultural plantea desafíos complejos que incorporan no sólo las dinámicas propias del mundo de los negocios sino que además exigen arrojar una mirada estratégica sobre los fenómenos sociales e identitarios que atraviesan nuestra sociedad. Teniendo en cuenta esto, le preguntamos a Pancho: ¿Qué rasgos definen a un buen gestor cultural?
– En primer lugar, consideremos que la gestión cultural atraviesa lostres sectores: público, privado y lo que denominamos el tercer sector, que son las experiencias de asociativismo por fuera de la estructura del Estado. Las necesidades de competencias del gestor cultural se relacionan con el ámbito en el cual se desempeñe. Recordemos que el término viene de la intención de darle profesionalismo. El campo de acción de la gestión cultural incluye varios frentes. Por un lado, aparecen los negocios vinculados con la cultura. La nueva ley de medios, por ejemplo, abrió la posibilidad de obtener licencias. Cinco de ellas vinieron para Córdoba. Allí, la publicidad y los medios aparecen como ámbitos de gestión. Aparece luego el ámbito asociativo, lo que llamamos el tercer sector. Durante la conferencia de presentación de las Diplomaturas que brindó José Tasat, el periodista Emanuel Rodríguez preguntó: “¿Dónde se insertan los gestores culturales que egresan de las diplo?” Trabajan con proyectos sociales y artísticos de todo tipo, en un ámbito donde ya existe una creciente profesionalización. Y por otro lado, el sector público, que es mayoritario en la toma de mano de obra, exige competencias particulares.
– Teniendo en cuenta la movilidad que caracteriza hoy el campo de la cultura ¿cómo se maneja la competencia en este ámbito y de qué manera participa el gestor?
Es cierto que cada vez aparecen más galerías, productoras de espectáculos, de cine. La competencia en este sector no se presenta como tal, sino que se da en términos sinergiales y se rigen por la ley de intersectorialidad. En otras palabras, exigen un entramado público. Si consideramos el ámbito de la lectura, por ejemplo, tenemos por un lado las industrias editoriales con sus objetivos comerciales, el sector público que apuesta a las bibliotecas de libre acceso y las fundaciones de fomento de la lectura. En esa red se inserta el gestor. Por eso cada vez hace más falta capacitarse. Antes, si sabías tocar el piano estabas en condiciones de dirigir un teatro. Ahora se exigen no sólo competencias artísticas sino que tenés que comprender cómo funciona el mercado del arte, considerando al mismo tiempo un proyecto de ciudadanía. La gestión de la cultura resuelve un derecho humano. Ya no se trata de un espacio destinado a que la elite se conecte con lo más bello. Sino que es un espacio de batalla, de democratización.
– ¿De qué manera se ha dado respuesta a esta demanda creciente de profesionalización?
La formación en gestión cultural se ha ido complejizando. Hoy existe formación en el área en todos los niveles: pregrado, grado y posgrado, como en la Universidad Tres de Febrero. Esto nos habla de la confección de un campo teórico profesional y de demandas laborales concretas. Se trata de outputs de formación académica que cumplen con requerimientos de organismos internacionales, como la ONU. Hoy por hoy, existen al menos cinco especializaciones distintas, instituciones nuevas con demandas especiales que incluyen hasta el manejo de redes sociales. Debe haber pocos ámbitos tan complejos y con tantos cambios en tan poco tiempo. La gente trabaja cada vez más con la carga simbólica de las cosas. Ahora, por ejemplo, la moda, la suscripción a grupos culturales, plantea problemáticas concretas. Digo, la interculturalidad se plantea en la puerta de Patio Olmos.
– ¿Cuáles son los principales desafíos que plantea la cultura, hoy, en Córdoba 2011?
Creo que es necesario que la ciudadanía demande una plataforma cultural. En ese sentido, nuestra preocupación debería ir más allá de una planificación a 30 días. En esta ciudad surge la necesidad de pensarnos a largo plazo, culturalmente. Córdoba es en sí una construcción cultural. Es decir, la cultura no es un agregado sino una cuestión medular. Se trata de pensar en nuestras costumbres como ciudadanos, en nuestras prácticas de todos los días. Creo que el mayor desafío, en este año que puede ofrecer un quiebre, pasa por resignificar la ciudad desde lo cultural.