Por Alejandro Yaya (*)
Hoy la estación espacial internacional es la obra más trascendente de ingeniería, ciencia y técnica hecha por el hombre. La inversión que demandó su construcción fue recuperada en la Tierra por medio de dividendos económicos expresados en innovaciones y patentes surgidos de las actividades científicas y técnicas que se hacen en ella impactando en todas las industrias de los 16 países participantes.
El nuestro, a pesar de todas sus dificultades históricas para la consolidación de un modelo industrial integrado, con el mundo científico-tecnológico en general y el del capital en particular, paradójicamente en el sector espacial, se perfila como un modelo digno de imitar, que a pesar de sus contradicciones, posiciona a Argentina dentro de este club privilegiado de naciones con capacidad ultraterrestre. Consecuencia de esto, es la evolución y trabajo de instituciones públicas como la Conae, ArSat, Invap, CeatSA, VENG y CNEA que desde hace varias décadas tienen participación en distintas áreas del espacio con proyectos satelitales tanto con socios internacionales e iniciativas nacionales.
El plan nacional espacial estatal, al igual que ocurre en el resto del mundo está fundado en los principios de subsidiaridad y servicio de bien público estratégico con incumbencias en: hidrología, clima, el mar y las costas; agropecuarias, pesqueras y forestales; gestión de emergencias; vigilancia del medio ambiente y los recursos naturales; cartografía, geología, producción minera, planificación territorial e infraestructura para diseño de carreteras y vías férreas, marítimas, aéreas ,gestión de la salud y comunicaciones.
Todo desarrollo industrial sostenible, siempre contempla acciones coordinadas de capacitación y educación multisectoriales constantes, no siendo esto exclusivo de la universidad o la investigación académica, pues la integración sectorial es transversal alcanzando a empresas y actores tan amplios como profesiones liberales existen, incluyendo el mundo de la cultura y entretenimiento.
Un desafío institucional es revertir la resistencia de vincularse y transferir conocimientos o bien incorporarlos de modo sostenible, incluyendo estrategias comunicacionales de mercadotecnia y publicidad, como así también culturales que consoliden el conocimiento del sector. Hay que reducir la brecha entre los saberes que se producen y utilizan en los organismos y empresas de ciencia y tecnología y aquellos que se transmiten en el contexto de las instituciones educativas y otras industrias.
Ejemplos tenemos con la Conae de inclusión de la tecnología satelital en el sistema educativo nacional, con su programa educativo 2MP, o la ONG ICTE y su programa educacional “Pampa Cielo” de incubadora pyme, enfocado en la cohetería profesional y de difusión de lo espacial en general, o el consejo profesional de Ingeniería Civil, que recorre escuelas primarias y secundarias alentando la vocación del mundo tecnológico en general y de la ingeniería civil en particular, vinculado a lo espacial a través del desarrollo de sus infraestructuras edilicias, pero en definitiva todos ellos y otros debieran ampliar sus horizontes e intentar la complementariedad, aportando recursos y también inversores.
Urgentemente hay que fortalecer las escuelas técnicas argentinas, claves para el sector por ser únicas en el mundo y que bien llevadas tienen la jerarquía de estudios adelantados en ingeniería y tecnología, estas debieran recuperar un carácter estratégico nacional, con plena articulación y seguimiento del mundo universitario y más aún el sector productivo. El gran desafío de la planificación educativa, es producir una auténtica motivación para los alumnos y docentes que se involucren en estas iniciativas y las adopten como propias, un modo quizás: escuelas piloto.
En la misma tesitura debiera haber mayor transversalidad e integralidad entre materias de una misma carrera, contemplando el aprendizaje por proyectos que incluyan los saberes curriculares, hoy en la universidad los jóvenes no pueden desarrollar el ingenio pues se concentran en aprobar materias. Finalmente, si el mundo financiero-industrial local se vinculara como inversor y demandante, en educación tecnológica, y el espacial local si transfiriera sus estándares, juntos podrían acceder a un mercado ascendente de unos 500 mil millones de dólares. Por tal cambiar para que las circunstancias no nos superen implica capacitarnos para capacitar y a hacer haciendo en ética y valores.
(*) Vicepresidente del Instituto Civil de Tecnología Espacial (ICTE)