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La contraseña “la abuela ha muerto” y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial

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Por Florencia G. Rusconi (*)

A 81 años de su inicio, el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial sigue más actual que nunca. A la luz de un siglo XX plagado de matanzas, genocidios, conflictos armados y grandes estallidos de violencia, el recuerdo de este conflicto sigue más dominante que nunca.

Los orígenes de la Segunda Guerra Mundial se remontan a la situación creada desde la finalización de la Gran Guerra en 1918. A lo largo de esos años y hasta 1939, se profundizaron varios puntos de tensión como resultado de la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania, en enero de 1933. A partir de ese momento, el país se remilitarizó y volcó su industria a la producción de armamentos, violando las prohibiciones establecidas por Estados Unidos, Francia e Inglaterra, las potencias vencedoras, fijadas en el Tratado de Versalles de 1918.

El 23 de agosto de 1939, Alemania y Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) firmaron en Moscú el pacto Ribbentrop-Mólotov, que contenía cláusulas de no agresión que el Führer incumpliría -invadió la URSS en 1941-. Regresando a 1939, con esta firma ambas naciones se comprometieron a resolver de forma pacífica las controversias que tuvieran entre ellas, las vinculaba de forma económica y comercial y, lo más importante, no podían entrar a formar parte de ninguna alianza política o militar contraria al otro. Hitler y Stalin pasaban a estar en el mismo bando.

El anuncio fue una sorpresa, eran dos ideologías totalmente opuestas. Por su parte, las naciones con una ideología similar a la de Hitler -como la Italia de Mussolini o la España de Franco- estaban totalmente desinformadas. Se enteraron por la prensa. Al ser Hitler y Stalin los líderes más representativos, los países satélites no los contrariaron.

A pesar de que la reunión y el posterior pacto de no agresión se hicieron públicos, ellos redactaron un protocolo adicional secreto en el que se repartían las Europas del este y central. De este modo, se pactó la división de Polonia y se dejó a Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Besarabia en el área de influencia soviética.

¿Cuál fue el hecho que desató la contienda? Remontémonos al 31 de agosto de 1939.

Apenas nueve días después de la firma del pacto Ribbentrop-Mólotov, en esa noche ocurrió el incidente de Gleiwitz (hoy Gliwice, Polonia). Hitler había encargado al jefe de las SS, Heinrich Himmler, que diseñara una «provocación» que justificase la entrada del ejército nazi en territorio polaco.

Cuando esa noche, el jefe de la Gestapo, Reinhard Heydrich, pronunció la contraseña que daba inicio a la operación –Grossmutter gestorben (la abuela ha muerto)-, un grupo de agentes de las SS, comandados por Alfred Helmut Naujocks, ataviados con uniformes del ejército polaco, atacaron la estación de radio de esa ciudad, que por entonces era alemana, y leyeron un texto en polaco lleno de propaganda antialemana.

Para hacer más convincente este presunto ataque de polacos a alemanes, los nazis dejaron los cuerpos de prisioneros de Dachau, quienes fueron drogados y asesinados a tiros. Los nazis remataron esta terrorífica estrategia desfigurando sus rostros para que fuera imposible su identificación.

Unas horas después del “incidente”, Hitler anunciaba en radio, ya el 1 de septiembre de 1939, lo siguiente: “Esta noche, tropas regulares polacas han abierto fuego contra nuestro territorio. Desde las 4.45, nuestras fuerzas han contraatacado”.

Antes de que se pusiera en práctica esta estrategia para hacer creer que Polonia había atacado a Alemania, Adolf Hitler ya había anunciado sus intenciones de “proteger a los alemanes que había en la ciudad de Danzig”, que era una especie de protectorado polaco.

Finalmente, ese 1 de septiembre, Alemania puso en marcha su Fall Weiss (“caso Blanco”), que implicaba la invasión de Polonia y, con ello, el inicio de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Aquel 1 de septiembre de 1939 los ataques comenzaron poco antes de las cinco de la mañana con los bombardeos aéreos a la localidad de Wielun, de unos 16.000 habitantes. La ciudad quedó arrasada; 10% de la población murió. Casi de forma simultánea, otra ofensiva, esta vez naval, se llevaba a cabo contra la fortificación militar de Westerplatte, en la costa del Báltico, símbolo hoy de la resistencia polaca (donde también se han hecho homenajes).

Hasta el ataque a Wielun, “la aviación siempre había sido utilizada como un apoyo de la infantería y para eliminación de objetivos militares, aunque pudiesen darse daños colaterales civiles. Sin embargo, esta vez, el objetivo fue la población civil”, explica José Luis Orella, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad CEU San Pablo. “El bombardeo producía dos efectos. Por un lado, la demostración de fuerza aniquiladora y por el otro, un éxodo de la población en busca de refugios seguros en las zonas rurales, abandonando los centros urbanos más cercanos a la frontera, donde se estabilizarían los frentes. Esta salida masiva colapsó todas las comunicaciones e impidió a las unidades militares propias movilizarse en su defensa”, comenta el académico.

Para el historiador polaco Pawel Skibinski, el 1 de septiembre “recuerda el trauma de la aniquilación de una quinta parte de la población del país”. Unos seis millones de polacos perdieron la vida durante el conflicto, la mitad de ellos judíos.

“El sentimiento de orgullo nacional polaco tiene sus raíces en su experiencia de la Segunda Guerra Mundial como una forma de demostrar que la brutalidad de los regímenes totalitarios no puede vencer a una sociedad que quiere vivir en libertad. Desde ese punto de vista, el fin de la guerra para Polonia se da en 1989 con la caída del comunismo”, opina Skibinski, profesor de la Universidad de Varsovia.

El conflicto bélico dejó además un país en ruinas cuya reconstrucción llevó décadas. “Por un lado, la escala de devastación fue la más seria del continente europeo; por otro, bajo el sistema comunista, Polonia no participaba en el Plan Marshall, por lo que sólo podía contar con sus propias fuerzas para la reconstrucción”, asegura el historiador. “Además, los soviéticos nos dieron como forma de indemnización los territorios orientales alemanes parcialmente poblados por polacos. El problema es que estos territorios también fueron saqueados y devastados por la URSS durante los primeros meses después de la guerra como una forma de venganza hacia los alemanes, lo que provocó, paradójicamente, que Polonia sufriera pérdidas materiales a manos de los vencedores soviéticos», señaló.

 

Indemnizaciones

En declaraciones, del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, del ultranacionalista  partido Ley y Justicia (PiS), se reabrió en agosto del año 2019 un juicio contencioso contra  Berlín por las reparaciones de daños de la Segunda Guerra Mundial. “Polonia no recibió una indemnización adecuada (…) Perdimos seis millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial, mucho más que otros Estados que recibieron importantes reparaciones. No es justo. Esto no puede seguir así”, exclamó el líder político.

Consideramos muy complicado que haya una indemnización económica. Principalmente porque los pagos a particulares cuando ya han fallecido varias generaciones, son difíciles. Creemos que sí se puede llegar a otro tipo de acuerdos “filosóficos”, como los que ya hubo -“petición de perdón, favorecimiento mutuo”, etcétera-.


(*) Abogada. Docente jubilada de cátedra Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, UNC

Comentarios 1

  1. MARIO A. BARBERA says:

    Muchas gracias por publicar estas excelentes notas y reseñas históricas a las que ya nos tiene acostumbrados la Dra. Florencia Rusconi!!!

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