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La casa de las brujas: El Chalet (2/5)

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Para la sociedad influenciada por la generación del 80, poseer una vivienda de diseño arquitectónico moderno era un indispensable motivo de distinción. Su ubicación revelaba asimismo bienestar y prosperidad.

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Samuel Palacios, rico comerciante, dejó por esas causas el pueblo de San Vicente para instalarse en el centro en 1884, en una casa de la muy importante calle Constitución, hoy Rosario de Santa Fe, buscando la vecindad del también exitoso Benigno Acosta, como acota Cristina Boixadós.

Por aquellos tiempos, la calle Congreso, después Colón, era una suerte de límite urbano para el sector social de pudientes que, influenciado por la llegada de grupos extranjeros y por la experiencia de los viajeros acomodados, adoptaron nuevos criterios culturales

¿Cuál fue la razón que movió a Galíndez a elegir ese sitio del tejido urbano, ubicado periféricamente en un descampado? Probablemente su deseo de habitar una vivienda que a la vez que elegante y suntuosa, tuviera aires campestres, claro que al estilo europeo, y al mismo tiempo no demasiado alejada del centro tradicional. Tampoco podemos descartar la visión urbanística de Galíndez, capaz de advertir la importancia de la proximidad del Parque Elisa, apenas pasado el río por el primitivo puente o de la Plaza General Paz, la mitológica Plaza del Caballo, de atractivo planeamiento y monumental estatuaria de cuño francés.
Carlos Page sostiene que si bien se desconocen los profesionales intervinientes en el diseño y construcción de la casa, es probable que para ello se haya utilizado algún catálogo o revista europea de las que abundaban por entonces en las bibliotecas de cualquier constructor o arquitecto.

Otros investigadores arriesgan que el chalet habría sido levantado hacia la década de 1890, pues el parcelario del Catastro Machado, que es de 1887, no determina construcción alguna en el manzano. El único registro que hace referencia a la casona, luego de rastreo documental al respecto, es un plano de instalaciones sanitarias supervisado por el arquitecto austro-húngaro Juan Kronfuss, de tan creativa estancia en Córdoba, conservado dentro de la documentación de la ex EPOS (Empresa Provincial de Obras Sanitarias), que se custodia en el Archivo Histórico Municipal “Doctor Carlos Luque Colombres”.

La Casa de los Galíndez responde al tipo de cottage inglés, despegado de las medianeras y con retiro de las líneas de edificación, tal como lo observa Josefa Martínez.
Algunos especialistas la han vinculado con los propios de los lugares de veraneo, como Mar del Plata o las sierras de Córdoba, que luego se iban a generalizar a partir de la década del 30.

Carlos Page, asociándola al desaparecido Chalet Crisol, define la casona como predecesora de una inédita manera de desarrollar el hábitat en verdaderos estilos palaciegos de vida.
Es fácil percibir un ingreso claramente definido por una terraza sistematizada en escalera y recta, al tiempo de una membrana de vidrio, tipo mampara que sirve de apoyo al balcón superior.

Construida sobre un terreno rectangular, cuya característica principal es estar asentado su frente sobre el lado menor del lote, presentaba en su jardín frontero especies vegetales de fuerte desarrollo, como los ejemplares de ciprés, palmera y palo borracho, que eran referenciales del sector.

La edificación se presenta en tres niveles, con un sótano. Es distintiva su cubierta quebrada que agiliza y alivia la arquitectura del edificio. La tecnología y los elementos del lenguaje de las construcciones domésticas inglesas se reflejan en el uso de la chapa con techos de fuertes pendientes en los remates de cumbrera, aleros y goteras, según cómo lo describe la citada Josefa Martínez. En su concepto, la casona, a diferencia de otras elegantes viviendas de la época, adopta una tipología no mediterránea que compacta la vivienda en plantas, en la observación de Marina Waisman.

En definitiva, se trata de una expresión pintoresca y ecléctica, acorde con las modalidades domésticas acomodadas de fines de siglo XIX.

Poseía originalmente extensos patios, adornados con plantas autóctonas, junto a algunas otras exóticas adquiridas en Europa. Una frondosa arboleda regada desde el “río Chiquito” contribuía a dar al conjunto la imagen de casco de una gran estancia. Estas características de distinguida casa de campo habrían motivado a Ismael Gallundera a instalarse con su familia en un lugar relativamente excéntrico respecto a los sectores residenciales del momento, imponiendo un rasgo de originalidad, sin resignar la importancia constructiva.

Con esta decisión, que revestía cierta audacia para su tiempo, Galíndez, un empresario y un inversionista de éxito en la Córdoba finisecular del XIX, imponía una singularidad en el diseño urbano, precursora de un desarrollo que daría carácter a una ciudad con vocación de elegancia y originalidad en su arquitectura residencial.

(*) Abogado-notario. Historiador urbano-costumbrista. Premio Jerónimo Luis de Cabrera.

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