Laura Wasser es una glamorosa y perfecta negociadora. Es tan conocida y buscada como las celebridades a las que atiende.
Por Luis R. Carranza Torres
Cuando los famosos tienen problemas de familia, el número que discan es el de Laura Wasser. Una morocha californiana de 46 años, especialista en disoluciones matrimoniales.
La apodan “la reina del divorcio”. Fue un célebre amigo suyo quien lo impuso: nada menos que Harvey Levin, el fundador del portal de chismes TMZ. Con menos cariño y mayor acidez, en los tribunales del condado de Los Ángeles la denominan en cambio “la verdugo de los matrimonios célebres”.
A Laura lo de litigar separaciones le viene en la sangre. Es hija de Dennis Wasser, venerable abogado dueño de uno de los estudios más renombrados en la materia en el estado de California; justamente donde Laura se ha desempeñado profesionalmente. Y como ella misma ha revelado en una entrevista, su papá le contó que fue concebida el mismo día en que él se recibió de abogado.
Todo hace suponer que fue como parte de los festejos por el logro. Al nacer, su madre quería llamarla Rebecca pero papá insistió en que se llamase Laura Allison Wasser para que sus iniciales fueran LAW (“ley”, en inglés). No había forma, por donde se lo mirara, de escapar a esa suerte de Edipo jurídico.
Papá Wasser era una persona curiosa en forma de educar a Laura y su hermano. Crecieron entre los niños de existencia acomodada de Beverly Hills. Pero en tanto los restantes amiguitos de la cuadra recibían coches deportivos cuando cumplían 16 años, Wasser exigía compromiso. Para tener su primer coche Laura tuvo que buscarse un trabajo y hacerse cargo de pagar el seguro.
Luego de terminar la preparatoria en la Beverly Hills High School, pasó un año en la American School, en Suiza, antes de volver a sus pagos para estudiar en la University of California primero, luego en Berkeley y terminar consiguiendo el título en leyes (law degree) en la Loyola Law School. Los jesuitas fueron quienes terminaron por decidir su formación jurídica.
Antes de disolver los matrimonios de otros, Laura tuvo que asistir a los 16 años, como afectada, al divorcio de sus propios padres. Y no tiene empacho en reconocer que la primera ruptura legal que llevó como abogada fue la suya propia, tras haberse casado a los 25 con un madrileño que conoció mientras estudiaba derecho. Fue en 1993, luego de solo un año de matrimonio y un hijo en común. Quizás por esa experiencia -o por los casos que atiende- ha permanecido soltera desde entonces.
Cuando en 2011 Maria Shriver se cansó del musculoso y troglodita Arnold Alois Schwarzenegger, después de 25 años de alianza matrimonial, cuatro hijos e incontables infidelidades de él, Laura Wasser le consiguió alrededor de 300 millones de dólares en la partición de bienes. Pero ése no fue el mayor éxito, numéricamente hablando, de la letrada. En el proceso de divorcio de Robyn Moore del genial, polémico y desbarrancador Mel Gibson, Lau logró para Robyn la suma de 425 millones de dólares. Fue el quinto divorcio más caro de la historia y el mayor a la fecha en la industria cinematográfica. Frente a lo pasmoso de las cifras, casi ningún medio ponderó los 28 años en común que culminaron, o los siete hijos que quedaban de la disuelta unión.
No siempre han sido cuestiones económicas las que llevó a la corte por causa del divorcio. En el caso de Heidi Klum y Seal, ninguno de los dos planteó cuestión económica alguna. Ayudó a eso el hecho de que su régimen cuando casados fuera el de separación de bienes. Sí, en cambio, disputaron por la custodia de sus hijos. La blonda modelo alemana contrató a Laura y el asunto terminó saldándose en un acuerdo de concesiones recíprocas.
Personalidades como Angelina Jolie, Kim Kardashian, Ryan Reynolds, Christina Aguilera, Shaquille O’Neal, Stevie Wonder, Kiefer Shuterland o Britney Spears también han procurado su representación profesional, sin importarles su tarifa de 700 dólares la hora.
En el fuero donde actúa se la conoce por ser una abogada competente, una negociadora implacable y lo que es más importante: una persona por demás discreta. Nunca se ha filtrado nada respecto de sus clientes. Y eso, en las siempre traicioneras arenas de Hollywood, vale oro.
Actualmente, la colega californiana se dedica con preferencia a dos casos del ramo: representa a Melanie Griffith en su divorcio de Antonio Banderas y también patrocina a Mariah Carey en su similar con Nick Cannon. Tal vez con ellos vuelva a romper su propia marca.
A la par de su ejercicio profesional, es una de las pocas abogadas que impone modas y es entrevistada sobre su vida como si se tratara de una estrella de cine. Su imagen y sus opiniones han salido más en las páginas de Los Ángeles Times, Vogue o Vanity Fair que en las publicaciones jurídicas. Y ella es la primera en disfrutar de eso. “Ya puedo morir tranquila: he salido en Vogue”, le dijo una vez a su madre, un poco en broma y bastante en serio.
Atractiva, glamorosa, inteligente y brillante profesional. Me recuerda a mi socia y asociadas del estudio. Sé que algún malpensado va a creer que este último comentario es sólo al efecto de mantener la salud de la affectio societatis, después de tanto hablar de Laura. Nada que ver. De todas formas, y como es usual, tampoco ellas van a creerme.