viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Interferencias

ESCUCHAR

Por Elba Fernández Grillo *

Estoy convencida de que aquellos que tenemos profesiones de trabajo con personas, sobre todo en aspectos que tienen que ver con su vida relacional, debemos al menos, como dice Carl Roger, sostener tres actitudes básicas:
-Autenticidad: es decir “ser lo que uno es” sin miedo ni caretas, poniéndolo al servicio de esta relación.
-Aceptación del otro tal cual es, no intentar cambiarlo, teniendo en cuenta su experiencia y sus sentimientos.
-Empatía. Comprender la experiencia del otro, intentando entender qué siente detrás de sus palabras y de sus pensamientos.
Comenzar un proceso de mediación significa, en algún sentido, poner de manifiesto qué les acontece a aquellos que presentan su conflicto. Si visión, su sistema de creencias y valores, sus expectativas de lo que sienten justo y otros aspectos más. Estas narrativas de las personas nos permiten a los mediadores entender cuál es/son el/los temas que necesitan tratar con el otro.
Siempre decimos que “la mediación como disciplina se enfoca en el futuro”. Escuchamos el relato del pasado para comprender la historia, pero luego invitamos a mirar hacia adelante aquello que podemos construir.
Si permanecemos anclados en el pasado, los reproches de uno hacia el otro suelen ser interminables, dolorosos e imposibles de resolver en este espacio que no es terapéutico. Por ello, conociendo qué pasó entre ellos en el “antes”, todos juntos -partes y mediadores- intentamos diseñar un futuro más saludable que el que tienen. Y si bien estamos entrenados para escuchar sin juzgar ni calificar, a veces nuestra humanidad nos juega una mala pasada y se pone de manifiesto lo que pensamos o sentimos respecto de algún tema.

Me sucedió hace poco cuando Evelina y Martín contaron que tenían dos hijas mellizas de cinco años, que hacía tres años estaban separados y que desde siempre se habían repartido en sus horarios laborales para atenderlas. Cada uno de ellos vivía en casas de barrios distantes dentro de la ciudad, pero se organizaban para que pasaran una semana con cada uno.
Las niñas tenían dos casas, permanecían una semana con el papá, quien se encargaba de llevarlas al colegio y a todas las actividades que tenían, y otra con la mamá, con la misma responsabilidad; es decir, según el nuevo Código Civil estos padres ejercían, respecto de sus hijas, un “cuidado personal compartido alternado”.
Pero si bien las normativas vigentes contemplan estas decisiones de los padres, Evelina quería modificarlas: que las niñas estuvieran algunos días con el padre y la mayor parte del tiempo con ella. ¿Qué había sucedido para que este plan de parentalidad, que ya vivía toda la familia, fuera alterado? ¿Qué cosas le habían sucedido a esta mamá que quería cambiarlo?
En un plan de cuidado personal compartido alternado generalmente no se trabaja el tema de la ayuda económica de un progenitor al otro, pues los hijos tienen los mismos gastos en cualquier vivienda que estén.
Pero ella no podía sostener más económicamente a las hijas sin la ayuda de él. Analizamos en profundidad la vida que tenían Mariana y Rocío, siempre desde la mirada de sus padres, quienes coincidían en que sus hijas estaban bien, felices, que este funcionamiento familiar les permitía disfrutar de ambos padres sin correr con horarios de retiro y reintegro, que a su vez ellos, ambos profesionales, podían programar mejor estudios y cursos, etcétera.
Todo estaba bien, ante lo cual Martín no entendía el planteo, hasta que finalmente Evelina manifestó que tenía deudas por no llegar a cubrir los gastos. Negociación de por medio, Martín, valorando el bienestar de sus hijas, ofreció hacerse cargo de todos los gastos de colegio, con lo cual la mediación concluyó con un acuerdo satisfactorio para ambos.
Es aquí es donde mis creencias, mis valores, entraron en conflicto. Personalmente creo y siento que el varón no tiene ni debe abonar más sólo por su género o porque la cultura latina donde está inserto nuestro país así lo sostiene.
Martín puso más dinero por ser el hombre entre estas tres mujeres. ¿Está bien? ¿Es correcto? Yo sentí que no, que ambos tenían la misma profesión, eran ingenieros en sistemas, buenos trabajos, alquilaban viviendas y pasaban igual tiempo con las hijas. Pero se impuso en la mesa, también mi comediadora lo valoró así, el criterio de que el papá tenía que poder más. Al retirarse las partes, mi amiga-comediadora me subrayó: “Se te coló la madre de hijo varón”.
Ante lo cual me quedé pensando. Y sí, nosotras, madres-mujeres-mediadoras, también tenemos nuestra historia.

* Mediadora, licenciada en Comunicación Social

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