ESCUCHARPor Silverio E. Escudero
Alguna vez, en este espacio, recordando a André Malraux, nos acercamos a la historia de las guerras religiosas y sus potenciales causas. A la vez, señalamos, que uno de los grandes escenarios de esas batallas sin final posible está situado en ese confín lejano y misterioso que conforman India, Pakistán, Bangladesh, Afganistán, Cachemira, Bhután, Nepal, Tíbet y China.
Espacio geográfico y político donde el fundamentalismo extremista y la intolerancia mística se consideran entre los principales impulsores, junto con el nacionalismo hindú, el separatismo sij, y el islamismo extremo, factores detonantes de crecientes brotes de violencia que devastan la región. Hechos que, llevados a los estrados de la justicia, no son dilucidados porque sus miembros forman parte del sectarismo imperante o temen por su vida.
La posibilidad de alcanzar la paz es inexistente. Tan ilusoria como si se pretendiera la abolición del sistema de castas –brahmanes, chatrías, vaishias, shudrás, parias e invisibles- sobre el que ha construido India su enorme historia y poderio.
Frente a ese cuadro de situación el peligro de una guerra civil se agiganta. Ahora fogoneado desde la cima del poder. Es que, Narendra Modi (NM), un reconocido neonazi y primer ministro hindú, de cara a las elecciones generales que se celebraran allá por mayo de 2019, en las que aspira a revalidar su mandato, centra su campaña en el hostigamiento permanente a la comunidad musulmana, la segunda religión de la India, en vez de informar sobre el estado del país y sus planes futuros.
Ante cada incidente grave, NM le da alguna connotación racial. Los musulmanes, según su particular mirada del mundo, son la causa de todos los males. NM era –cuando estallaron las revueltas en la ciudad de Goghren en 2002– ministro jefe de gabinete de Gujarat. Todo comenzó cuando un tren que transportaba hindúes fue incendiado en su viaje de regreso de la ciudad sagrada de Ayodhya, en el norte de India. En esa ocasión murieron entre 900 y dos mil personas, la mayoría musulmanas.
Según algunos investigadores independientes, el atentado fue planificado en las oficinas gubernamentales del jefe de ministros que no perdió oportunidad de regodearse con el resultado. Sólo lamentó, según New Tork Times (NYT), la impericia con que manejaron los medios de comunicación. Llevado el caso a la justicia, NM fue absuelto por el Tribunal Supremo de India a pesar de la enorme cantidad de evidencias que le condenaban. Tanto era el plexo probatorio que un alto funcionario de la policía de la Oficina de Inteligencia de Gujarat, Sanjiv Bhatt, atestiguó que NM les dijo a los funcionarios que era necesario dar un escarmiento a la comunidad musulmana.
Tal como aspecta, la presente campaña electoral será la más violenta desde 1947. Los ejemplos de prepotencia gubernamental son incontables. NM ha concentrado sus esfuerzos en la persecución de los musulmanes, por lo que se han registrado incidentes a lo largo y ancho de todo el país. Desde el incendio de sus propiedades hasta linchamientos masivos; la comunidad islámica, está siendo perseguida por los sicarios del Bharatiya Janata Party (BJP) o Partido Popular Indio.
Si alguien pidiese ejemplos, no vacilaríamos –a tenor de los despachos de la prensa internacional- en señalar las trampas burocráticas que ha montado el Estado nororiental de Assam. Allí el Registro Nacional de Ciudadanos (NRC) confeccionó una lista de cuatro millones de personas sospechadas de ser inmigrantes ilegales por lo que han quedado en un extraño limbo que anticipa deportaciones masivas y/o ejecuciones sumarias. No resulta casual que todos los integrantes de la lista sean musulmanes supuestamente bangladesíes ya que Assam tiene una frontera terrestre de 270 kilómetros con Bangladesh.
El Tribunal Supremo, que ha controlado el NRC, había fijado el 30 de junio como fecha límite para publicar el borrador de la lista de los indocumentados. Pero, a pedido del Poder Ejecutivo, el final del término fue pospuesto 30 días y los ciudadanos que deban hacer reclamaciones por la aparición de su nombre en esas nominas de terror deberán comparecer hasta el 30 de septiembre.
En el borrador que se conoció en el mes de diciembre la lista de residentes en India ilegales había llegado a 19 millones. En muchos casos, incluyeron menores de edad a pesar de que sus padres estaban registrados como hindúes nativos. Además se incluía a adultos mayores que, con mucha frecuencia, por pobreza o ignorancia, carecen de documentación.
Desde entonces miles de familias viven con el fantasma de la desintegración dado el largo y alambicado proceso burocrático que deben enfrentar para blanquear su situación. Una ola de desesperación y suicidios sin precedentes sacude las entrañas de ese enorme país continente.
NM, conocedor de la historia de India, exacerba el nacionalismo. Tras esas banderas oculta su fracaso en la lucha contra la pobreza y las enfermedades. Señala en sus discursos que 1971 fue el año en que comenzó de la declinación del país. Fecha de inicio de la guerra por la independencia de Pakistán Oriental -el actual Bangladesh- contra Pakistán Occidental. Tanto bangladesís como hindúes que vivían en las zonas de conflicto cruzaron la frontera hacia Assam, donde están instalados desde entonces.
Una fuente confiable, a la que accedió NYT, asegura que el crecimiento de la comunidad musulmana en Assam, que comparte frontera con Bhután y Bangladesh, es otra de las excusas agitada por los nacionalistas.
Acusan –sin considerar el crecimiento vegetativo de la población- que los inmigrantes ilegales proveniente de Bangladesh, han pasado de ser 24,68%, en 1951, a 28,43%, en 1991, llegando en 2011 a 34,22%. Ello ha dado pie al RNC, que no se actualizaba sus ficheros desde 1951, iniciara un nuevo conteo en 2015 que, al parecer, responde a las necesidades del partido gobernante.
Según fuentes gubernamentales serán cerca cinco millones de personas las que cruzaron de manera irregular la frontera, por lo que se dispuso que todos los sospechados deban presentarse ante la autoridad con documentación para aclarar su situación legal, mientras se propagandiza la construcción de un gran centro de detención para extranjeros que debería estar finalizado en noventa días.
La actual situación de los musulmanes del Estado de Assam, según los informes de agentes de la ONU y la FAO destacados en la región, se asemeja dramáticamente a la crisis de los Rohingya, etnia musulmana del estado de Rakhine en Birmania, que si bien ha sido hostigada por las autoridades nacionales y el ejército desde 1982, el año pasado la campaña anti Rohingya , obligó a cerca de un millón de ellos a abandonar sus tierras y refugiarse en superpoblados y sórdidos campos de contención en Bangladesh, donde su situación permanece, a más de un año de la eclosión de la crisis, en otro laberinto sin salida.
En tanto, el primer ministro de Assam, Sarbananda Sonowal, declaró: “Quienes se encuentran apátridas de la noche a la mañana no deben preocuparse. Ya que se les daría la oportunidad de probar su reclamo de ciudadanía. Ninguno de los cuatro millones será enviado a un campo de detención, y nadie tratado como extranjero, ya que se les dará una amplia oportunidad para que demuestren su verdadera nacionalidad”.
Los impulsores de las deportaciones –con el aval expreso del primer ministro candidato- sostienen que la demografía del estado ha sido alterada por los inmigrantes musulmanes. Los estados vecinos de Assam, Meghalaya, Manipur, Arunachal Pradesh y Nagaland, refuerzan sus controles para evitar que sus territorios se vean invadidos por millones de seres humanos desesperados por haber sido incluidos en las listas de la infamia.
