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Alimentar la imaginación

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Por Sergio Castelli* y María Constanza Leiva**

No hay dudas de que los argentinos somos fanáticos de las golosinas, sobre todo de aquellas que incluyen el preciado dulce de leche, aquél del que incluso nos atribuimos la autoría, pese a las diversas historias que lo rodean; pero lo que no nos llama la atención habitualmente es el porqué del nombre de las golosinas que consumimos a diario, si hay alguna historia detrás de él.
Y comenzando por los alfajores, golosina de producción masiva en nuestro país desde la década de 50, pero que se consumen y son parte de la tradición desde épocas coloniales, nos encontramos con Alfajores Jorgito -uno de los más antiguos, junto con Havanna y Balcarce- quien recientemente dio a conocer la razón del nombre que acompaña su producto desde el año 1960.

Y es que cuando José Antonio Fernández y Amador Saavedra adquirieron la empresa, el alfajor ya tenía un nombre designado, y provenía del hijo del de una pequeña fábrica de bizcochuelos y alfajores para panaderías; por ello, conservaron la marca y relanzaron el alfajor apuntando a insertarlo en la merienda de todos los niños en edad escolar, lo que con el pasar de los años terminaría siendo un gran éxito.
Otro que comenzó artesanalmente y luego dio un paso agigantado en el mundo de los alfajores fue Fantoche, que comenzó de la mano de una familia italiana y posteriormente adquirida por otra, que decidió darle el impulso industrial necesario para avanzar con mayor fuerza competitiva en el mercado, fábrica de la cual luego nacería el alfajor triple.
Ahora bien, cuando los fabricantes no dan indicios ni ventilan las razones detrás de los nombres de los productos, lejos de quedar en el olvido, los consumidores comienzan a hacer circular leyendas y relatos –a veces fantásticos– para envolver sus golosinas preferidas.
Uno de ellos es el caso de los alfajores Capitán del Espacio. Sólo se conoce que la marca nació en Quilmes en la década de 60 y su dueño originario, Ángel Lineo de Pascallis, quien falleció en 2012, nunca hizo pública la historia detrás de la elección de dicha marca, con lo cual las versiones que circularon fueron variadas.

Una sostenía que el nombre se había inspirado en Neil Armstrong, el primer humano en pisar la luna, lo que se veía reforzado por el diseño del logotipo, que incluye un astronauta; otra de las teorías imaginaba que el nombre se había inspirado en la canción “El anillo del capitán Beto”, del grupo Invisible. Pero, ambas teorías tienen fecha posterior al nacimiento de los alfajores, con lo cual, posiblemente Ángel haya sido solamente un visionario a la hora de elegirlo.
Cachafaz, el principal rival de Havanna –sin dudas uno de los pioneros en el rubro–, es uno de las marcas de alfajor con la historia más misteriosa… circulan cientos de leyendas, una de ellas asegura que el nombre vino en homenaje al bailarín de tango Benito Bianquet, quien era conocido como “Cachafaz”; sin embargo, en el barrio de porteño de Liniers, su lugar de origen, aseveran que Cachafaz era el apodo con el que se conocía a uno de los hermanos Alcaraz, fundadores de la empresa.
Indudablemente, la próxima vez que saboreemos uno de estos alfajores, alimentaremos también nuestra imaginación.

* Agente de la Propiedad Industrial. ** Abogada

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