En Córdoba es de larga data la disputa por el patrimonio arquitectónico. Encontrar el equilibrio justo entre éste y el progreso fue siempre motivo de estériles discusiones. El progreso no se puede detener, sin embargo las autoridades no pueden tomar esto como excusa frente a los vestigios de la historia.
Existe desaprensión por parte de la mayor parte de la sociedad para con la cultura patrimonial. Así como existen valores arquitectónicos, también hay valores paisajísticos, históricos y testimoniales a defender. Por ejemplo, los centros de detención clandestina donde se cometían actos de abuso contra las personas: ¿cómo impugnamos al olvido, demoliendo o protegiendo ese inmueble testigo de tan infames actos? Las construcciones tienen un valor monetario y un valor connatural, ¿cuál es más válido?
Los cordobeses tenemos numerosos casos de “apatía por el patrimonio arquitectónico”, algunos justificados, otros no: el ensanche de la calle Colón y el sepulto de la Cripta Jesuítica del Noviciado, allá por la década de 1920, la demolición de la Iglesia del Niño Dios en la década de 1950 para posibilitar el ensanche del boulevard San Juan a la altura de La Cañada, entre muchos otros ejemplos de igual o mayor significación. Lista en la cual están incluidos polémicos y sin sentido casos como el desmantelamiento de la Exposición Nacional de Córdoba, en 1871, la demolición de la torre del Cabildo, en 1910, el incendio del Pabellón de Las Industrias, en 1965, y el demolido Banco Nación que estaba frente a la plaza San Martín, en 1967 -reemplazado por una estructura que en nada mejoró la prestación de la entidad bancaria-.
Pero sin duda el caso más destacado fueron las obras de sistematización del viejo cauce de La Cañada. Su proyecto incluía en su traza la expropiación de decenas de nuevas y hermosas casas y la tala de numerosos árboles centenarios.
Somos la segunda ciudad de Argentina y tuvimos más de cuatro siglos para crecer. Mucho tiempo para un crecimiento que fue tan lento como desordenado. La ciudad arquitectónicamente crece y avanza amoldándose con una miserable sagacidad por sobre lo antiguo. Se construyen grandes torres por sobre el cascarón de un patrimonio abandonado, como queriendo fusionar el progreso con lo antaño. ¿Una idiosincrasia de La Docta?
Nuestra mirada es la de un simple ciudadano que mira por dónde camina y levanta la vista para apreciar cómo se alzan las antañas construcciones. Me llaman la atención sus grietas y sus fisuras, cual arrugas por el paso del tiempo y por la desidia también de quienes gobiernan. Conocer los términos ‘arte’, ‘belleza’ e ‘identidad’ me ayuda aún más a valorizar al patrimonio.
En el ‘arte’ encontramos la arquitectura, cuya función es la de construir con utilidad y belleza la morada en la que ha de vivir el hombre. Muy acertadamente una vez se dijo que es ‘belleza’ la propiedad de los seres en virtud de la cual excitan nuestra complacencia. Bello se dice todo ser en cuyo aspecto o en cuya contemplación las potencias cognoscitivas del alma hallan reposo y contento. Y valorizar el patrimonio urbano, en conjunto o individualmente, es respetar las manifestaciones de expresión con las que generaciones anteriores presentaban públicamente con marcado estilo e ingeniosa atracción.
Así, todos vamos a poder estar orgullosos de mantener en pie aquello que forma parte de nuestra historia y que en definitiva marca nuestra ‘identidad’. Me molesta cuando van a demoler alguna construcción sin una muy buena razón, nuestra identidad va perdiendo importantes páginas de su historia. Lo que veo todos los días debe quedar registrado, me propuse desde hace algunos años.
Es así como me convertí en un paparazzi de arquitecturas. Coleccionar retratos de aquellas casas que fueron protagonistas en una época causa contento, pues al hacerlo uno se encuentra con la pasión que le dedicaban quienes las construían. Y difundir luego esas imágenes, acompañadas de la más certera data, es una manera de defenderlas como patrimonio y volver a hacerlas protagonistas hogaño por su valor histórico.
No tengo a mano una imprenta pero sí dispongo de la web y de las redes sociales. Son una herramienta importantísima para quienes luchan por la preservación del patrimonio arquitectónico y para la planificación de políticas y acciones para la integración y conservación del patrimonio cultural…
*Documentalista