Por Sebastián Vanella Godino / Abogado y Titular del Estudio Jurídico Vanella Godino & Asoc. / Magister en Derecho y Economía y Profesor Universidad Empresarial Siglo 21
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Una vez más, con la aparición de la necesidad económica se pone en evidencia el resurgimiento de los “esquemas piramidales” que, pese a haber sido utilizados a través de diferentes ropajes a lo largo de la historia (el primer esquema piramidal famoso fue utilizado por Carlo Ponzi en 1920), sumado a nombres pegadizos e incluso colores llamativos, han quedado nuevamente al descubierto. En estos días se ha generado una fuerte discusión pública respecto de los productos de la empresa Nu Skin, lo que lleva a preguntarnos ¿estamos realmente frente a un esquema piramidal? ¿En qué consisten y cómo funcionan?
No es una sorpresa que la gente esté sensible desde lo emocional y lo económico en los tiempos que corremos, donde existe una gran incertidumbre a nivel global, a la que nuestro país no resulta extraño; creciendo a la par de ilusiones, la necesidad de generar ingresos, lo que resulta terreno fértil para captar incautos.
Puede resultar engañoso, pero nadie tiene la culpa de ilusionarse al escuchar frases como “llegar a la cima”, “lider de ventas”, “altos ingresos” o palabras como “viajes”, “éxito” y “fortuna”, dejando generalmente de advertir que detrás de éstas aparecen otras, que exigen una decisión inmediata y visceral, que por lo general también incluyen un desembolso de dinero, relativamente bajo (aunque marginalmente alto) en comparación con la expectativa generada.
El objetivo es que nazca la ilusión, porque en la ilusión también está la esperanza y la esperanza es lo último que perdemos. Los esquemas piramidales no tienen demasiados secretos, utilizan los ingresos de nuevos reclutados para pagar a los reclutados más antiguos, en una rueda en la que no existe real generación de valor y es por eso que en algún momento el circuito se corta y el dinero queda en manos de unos pocos, lo que generalmente no resulta en un mero incumplimiento de promesa, sino que configura lisa y llanamente un fraude.
Los elementos que explotan este tipo de maniobras son generalmente: 1) la necesidad; 2) la ilusión; 3) el desconocimiento 4) la expectativa de generar grandes ingresos en el corto plazo y 5) la confianza que recae en quien nos presenta la propuesta de formar parte de la red. Todo ello combinado forma un cocktail potente, atractivo y en la mayor parte de los casos frustrante para quien se aventura a transitar el recorrido.
Probablemente sea la confianza la variable clave, porque la propuesta del “gran negocio” encuentra sorteadas nuestras naturales defensas al descreimiento, en el mismo momento que quien nos lo ofrece es alguien conocido o un referente válido para nosotros. Es en ese momento (cuando nuestras señales de alerta están apagadas), la reputación que tenemos de la persona de nuestra confianza se adhiere a la de la propuesta, aún cuando nuestro conocido o referente esté actuando de buena fe.
Una vez dentro del territorio de la confianza, avanzamos al de la ilusión, donde podríamos dejar de prestar atención a cuestiones básicas, tales como que, desde el punto de vista estrictamente económico, la generación genuina de ingresos proviene del intercambio de bienes y servicios a cambio de un precio. Seguramente en una situación de interacción con un extraño, no pasaría inadvertido el hecho de que nos prometan dinero sólo por incorporar personas a una red, o que tengamos que realizar un desembolso para tener la oportunidad de generar ingresos , siendo en muchos casos éstos los únicos y exclusivos fines del “gran negocio”; no sólo para nosotros, sino también para todos los que estarán por debajo nuestro en la pirámide. No resulta complejo, ni difícil advertir que hasta aquí no hemos vendido nada, sólo hemos sumado gente a una estructura y tenemos menos dinero en el bolsillo.
Por otro lado, si el esquema depende sólo de la incorporación de nuevos participantes para sobrevivir, es inevitable que acontezca en algún punto lo que se conoce como una “saturación de oferta”, llegando a un punto en donde no conozcamos a nadie más que podamos sumar y allí encontraremos el fin de nuestros ingresos, pero lo que en realidad sucede es que el esquema no puede continuar, porque simplemente ya no hay nuevos reclutas para pagar a los reclutas preexistentes. Es por ello que quizás en los primeros estratos de la pirámide se logren ciertos beneficios que permitan recuperar el desembolso inicialmente realizado y hasta se pueda cumplir con las expectativas económicas; pero en aquellos estratos más bajos, los que se encuentran en la base, difícilmente tengan el mismo resultado y aquí aparece otro punto importante, nuestro desconocimiento y desinformación acerca de cuál es el estrato en el que estamos participando.
Algunos consejos útiles para evitar ser víctima de este tipo de prácticas son: 1) desconfiar de promesas de resultados económicos mágicos y exorbitantes, en comparación de otras inversiones similares. La desconfianza siempre ha sido buena práctica en estos casos y asesorarse al respecto lo es aún más. En tiempos de crisis generalizadas debemos estar mayormente atentos a este tipo de señuelos, ya que, como dice el refrán “no todo lo que brilla es oro”; 2) el uso de la palabra “reclutar” o la frase “aprovechar tu red de contactos” debería siempre ponernos en alerta, recordemos que para que el mecanismo funcione y pase inadvertido deben constantemente ingresar nuevos miembros; 3) la propuesta de realizar desembolsos para acceder a la posibilidad de trabajar o generar ingresos. Si nos detenemos a pensar la lógica indica que debería ser exactamente al revés, uno trabaja en base a una contraprestación, no a un desembolso propio y 4) no deslumbrarse frente a celebridades o lugares costosos y de moda en lo que pudieran llevarse a cabo eventos de reclutamiento, que sólo pretenden un efecto inductivo para que tomemos la decisión de realizar el desembolso inicial que aceita y mantiene activa la pirámide.