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Entre la especulación electoralista y el ideologismo retrógrado

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Por Luis Esterlizi (*)

La retroalimentación negativa
Argentina está viviendo uno de los procesos más nocivos en lo político, económico y social, ya que estamos inmersos en un plan que, según dicen, ha fijado el único rumbo que promete un futuro promisorio, pero antes debemos cruzar por una especie de gran ciénaga que se va engullendo a los más débiles por culpa de un ajuste que en lo económico y social que nos lleva a una crisis tan grave como inexplicable.
Del otro lado del oficialismo nos encontramos con una oposición que, sumida también por la especulación electoralista y un ideologismo retrógrado, busca conformar frentes electorales sin que ninguno exprese claramente cuáles son las propuestas que estructuralmente atacan de raíz las causales de la presente crisis.

Ésta es, en definitiva, la respuesta del actual modelo democrático que, amoldado a la decadencia de los últimos años bajo la premisa de gobernar para la confrontación y sin protagonismo social, se sostiene por la retroalimentación negativa entre los gobiernos que, de aparente signo contrario, van ocupando los lugares del oficialismo o la oposición según los fracasos o triunfos de uno u otro.
Durante el despliegue de este modelo se fueron deformando gravosamente los principios éticos y morales de la clase dirigente y los roles y funciones de instituciones públicas y privadas, ya que quedaron a merced del juego perverso de fijarse como meta controlar y usar el poder desde propuestas ideológicas caducas.
De dicho proceso, los argentinos y nuestro país han sido las víctimas propicias sumergiéndonos en la vorágine de una época que profundiza y agranda las causas estructurales de los estigmas, nunca combatidos con la fe y la perseverancia debida, que nos dejan a merced de cualquiera de los poderes que mundialmente disputan el control de un nuevo orden.

Como resultado de estas escaramuzas inexplicables se fue generando una grieta que divide y enfrenta la sociedad entre sí, alimentada por ambiciones personales o grupales que consideran al pueblo como el “campo de experimentación”, para desplegar o continuar con sus políticas públicas, soslayando la culpabilidad que les cabe por las secuelas políticas, económicas y esencialmente sociales que hoy afectan a todos los argentinos.
De esta forma revalidan continuismo repartiendo mandatos, cargos y licencias que cada fracción intentará alcanzarlos en el largo camino a recorrer por medio de una elección de tres tiempos: las denominadas PASO -una especie de internas-, en las que el pueblo debe optar por los candidatos ya elegidos por los partidos; posteriormente el primer turno y, como todos anticipan, ninguna dupla triunfará definitivamente, lo que determinará que las dos más votadas deberán competir en el balotaje que, como última instancia, decidirá quién será gobierno por los próximos cuatro años.

Sobre acuerdos y frentes electorales
Días atrás, el Gobierno nacional lanzó la propuesta de firmar un acuerdo con los partidos y gobernadores, presentando un decálogo de medidas económicas y financieras que buscaban arribar a las elecciones cumpliendo en gran medida con las exigencias del FMI, acuerdo que aún no se ha concretado.
Con el correr de los días se fueron alejando las posibilidades de que se firme, ya que casi todos -incluyendo el oficialismo- se dedicaron a la conformación de frentes electorales con distintos sectores o agrupaciones para la contienda electoral, en los que cada uno despliega sus estrategias consiguientes, que instalan el desconcierto popular con la designación de candidatos que parecen estar disponibles para aceptar la mejor oferta que satisfagan sus propias ambiciones.

Ya se torna imposible prever que pueda concretarse un acuerdo programático trascendente que dé respuestas en el corto y mediano plazos, no sólo para la salida de la crisis sino también para consensuar una agenda común que signifique el compromiso que cada sector debe asumir con el fin de garantizar las tesis esenciales que aseguren un proyecto nacional.
La triste realidad nos retrotrae al mismo escenario de siempre, aunque hoy el manejo especulativo es más repudiable, frente a la manifestación de una crisis integral que anarquiza las relaciones entre los sectores, introduce la sensación de catástrofe económica, laboral y productiva y proyecta los índices de la miseria y la pobreza hacia guarismos nunca vistos.

La irrupción de un pueblo organizado
Podríamos decir con total certeza que los diferentes matices ideológicos que hoy despliega la dirigencia en general no difieren demasiado bajo el fundamento de una premisa que los iguala: la escasa y nula consideración que tienen de la sociedad en cuanto a valorar su capacidad para ser la protagonista sustancial en una democracia. Ambas posturas le adjudican al pueblo ser un elector pasivo y fácilmente moldeable en este desacreditado modelo democrático.
No tienen ninguna intención de revertir la realidad otorgándole al ciudadano el derecho inalienable de hacer política y sólo permitirle cumplir con la obligación constitucional de emitir su voto para optar por los candidatos que anticipadamente ya eligieron los partidos.

Pero he aquí que por esta especie de licencia que se arrastra desde hace años, se soslaya el proceso de evolución social que van experimentando las sociedades y que, al no institucionalizarla -la dirigencia en general-, puede ser sorprendida en cualquier momento, ya que el pueblo hace de la experiencia sufrida en carne propia el mejor argumento para expresar sus conductas que sobrepasen a una dirigencia anclada en el pasado.

Incapacidad para unir al pueblo
Esta falta de calidad y visión de estadista que demuestra poseer la actual dirigencia queda evidenciada por su incapacidad para unir al pueblo detrás de un camino de realizaciones trascendentes.
Por lo tanto, es de esperarse el surgimiento de acciones generadas desde las organizaciones intermedias y organizaciones libres del pueblo, que obliguen a la actual dirigencia a operar con el compromiso de ponerse al frente de una salida definitiva de esta decadencia, o dejar su lugar al surgimiento de una nueva que, rompiendo los esquemas bajo el imperio del egocentrismo, cumplan con las exigencias de la hora.

Nuestro pueblo ha logrado concretar una organización social que no existe en ningún país latinoamericano y en casi ninguna parte del mundo y, aunque puede estar de alguna manera resentida en sus roles y funciones por tantos años de escarnios, vituperios y falencias en sus conducciones, ha logrado mantenerse como parte de una comunidad organizada, aun por sobre las desviaciones que se intentaron por medio de la corrupción o las tentaciones basadas en las prebendas que provienen de intereses ajenos a sus reales funciones.
Sostengo que más allá del confuso y extraño proceder de dirigentes y candidatos, la sociedad argentina está llamada a incidir para que el actual proceso no termine siendo parte de un continuismo sino la puerta de entrada a un proceso de recomposición del verdadero espíritu de lucha del pueblo argentino.

Espíritu que primó en los sucesos del 25 de Mayo de 1810 como en aquel que tuvo como protagonistas los sectores laborales, estudiantiles y de la comunidad toda, a partir de las movilizaciones populares que, como el Cordobazo y otras que se repitieron en diferentes partes de Argentina, nos incitan a ser nuevamente parte fundamental de un proceso de realización eminente para nuestra querida Patria.

(*) Ex ministro de Obras y Servicios Públicos de Córdoba.

 

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