Por Rodolfo Furfaro *
Hace poco más de un mes que tenemos un nuevo presidente del Banco Central, Guido Sandleris, con un objetivo claro y un plan acorde al mismo. Con el objetivo de conseguir estabilidad en los precios y reducir la inflación, puso en marcha un programa de contracción de la base monetaria cuya principal característica es mantener tasas altas en pesos.
En general, los analistas coincidían en que el plan era adecuado en la teoría, pero generaba preocupaciones en cuanto a su implementación debido a los efectos recesivos sobre la economía real y el posible conflicto social que pudiese surgir.
A pesar de las críticas, además de cumplir con las metas propuestas en el plan monetario y fiscal, el mercado parece haber encontrado cierta tranquilidad al menos de corto plazo. El dólar mayorista pasó de un valor de 40,34 a uno de 35,60 lo cual significa una disminución de 11,75%, junto también a una baja en su volatilidad (magnitud de las variaciones diarias).
Este comportamiento es representativo del resto del mercado, donde las Letras del Central y los bonos del Tesoro Nacional parecen haber encontrado precios de equilibrio.
Sin embargo, los informes de research y las carteras de los inversores, dan a entender implícitamente que dicha estabilidad podría no mantenerse en el largo plazo, ya que se encuentran mayormente dolarizadas y con una exposición baja al riesgo cambiario y crediticio. La postura de los inversores no deja de ser sensata, considerando que continúa latente la suba de tasas por parte de la FED, y la magnitud de su impacto permanece incierta junto con otras complicaciones provenientes del entorno internacional, como por ejemplo las nuevas políticas de Brasil hacia Argentina.
Además de esto, la inflación en niveles tan elevados pone presión sobre el tipo de cambio, el cual deberá acompañarla, caso contrario se perderían los efectos competitivos provocados por la devaluación.
Por último, el gobierno espera poder bajar las tasas lo antes posible para evitar daños irreversibles en la economía. El inconveniente que podría traer aparejado es que la disminución genere salidas de capital de los instrumentos en pesos hacia el dólar, provocando una nueva depreciación de la moneda.
Por estos motivos, lo mejor es mantener un enfoque conservador pensando en fin de año, que históricamente da a lugar inestabilidad en el tipo de cambio producto de factores estacionales, y con elecciones presidenciales el año próximo cuyo resultado aún no está definido.
Para perfiles conservadores, las carteras deberían estar mayormente dolarizadas en bonos corporativos de corta duración y buen riesgo crediticio, y poseer una baja proporción del portfolio en inversiones en pesos de mediano plazo para anclar tasa en moneda local.
Para los más arriesgados, considerando que el rendimiento de invertir en LEBACs o LECAPs se encuentra en 4% mensual, es preferente asumir cierto riesgo en este tipo de instrumentos tratando de asegurar altas tasas a mediano plazo esperando que éstas superen a la inflación y así generar un rendimiento real positivo. Además, es momento de ir aprovechando las bajas de mercado, para ir cargando algo de equity en la cartera, de a poco y sin prisa.
* Magister y asesor financiero de S&C Inversiones.