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El mensaje de las Fátimas

Por Alicia Migliore*
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 Por Alicia Migliore (*)

Fátima es un nombre que remite, en la cultura occidental y cristiana, a la aparición de la Virgen del Rosario en esa ciudad portuguesa en mayo de 1917. Su santuario es destino de peregrinación de infinidad de fieles y las revelaciones hechas a los pastorcitos han sido motivo de análisis en la Santa Sede.
Los niños que asistieron al milagro, describieron a la virgen como “una mujer más brillante que el sol”, que les pidió oración y sacrificio para lograr la paz, además de anunciarles una guerra, profecía que los teólogos consideraron cumplida al desatarse la segunda guerra mundial.
Hay simbolismos que vale la pena rescatar: la ciudad de la aparición lleva el nombre de Fátima, “la luminosa”, la hija preferida de Mahoma, porque fue fundada en tiempo de ocupación de musulmanes, que dejaron la impronta cultural de Al-Andalus en gran parte de Europa.
La permanencia de los moros durante casi ocho siglos en la península ibérica, Francia, Andorra, permitió el testimonio musulmán refulgente de Córdoba, Toledo, La Alhambra y sus aportes en costumbres, vocablos, ciencias y artes.

Aquella primera Fátima az- Zahra nació en La Meca el 27 de julio de 604, y siendo tan importante para su padre, el Profeta, su nombre fue multiplicado en lugares y doncellas, como un modo de homenaje y reconocimiento. Seguramente allí se encuentre la justificación del nombre de la ciudad, aunque la leyenda urbana narre que alude a una princesa mora que, capturada por el ejército durante la reconquista cristiana, y convertida al cristianismo, fue rebautizada Oriana.
Entre tantas Fátimas que conocimos, recuerdo particularmente una joven de mi pueblo fallecida tempranamente, que si bien pudo ser mora, su larga cabellera negra indicaba que había sido prometida a la virgen por sus padres, en una tradición de la época.
Investigando sobre las mujeres escondidas aparece otra homónima, que merece un lugar destacado en nuestros comentarios.
Se trata de Fátima al-Fihri. Nacida en Túnez en el año 800, recibió educación destacada en tiempos en los que Alá bendecía el conocimiento en las mujeres. Circunstancia discutida en la actualidad, probablemente por obra de algún militante contrario a la ideología de género, como ocurre en el mundo occidental.

La última afirmación además de ser un chascarrillo, cargado de ironía, que no se destina a musulmanes, se trata de una descripción clara de la reacción del patriarcado ante los avances de las mujeres, que supone un permanente ataque del poder para detenernos, echando mano a una interpretación forzada de las religiones, para combatirnos como si fuéramos la encarnación del mismísimo demonio.
Lo cierto es que Fátima al-Fihri, creía que “la sabiduría añade honor y eleva la condición humana, porque al poseer conocimiento se es capaz de distinguir entre bien y mal”.
Esta mujer, viuda, sin hijos y acaudalada por heredar a su esposo y a sus hermanos, decidió con su hermana Marian invertir su capital para promover la educación.
Residente en Fez, destinó bastante tiempo a meditar y elegir el lugar más propicio para construir una mezquita, considerada un símbolo del conocimiento y la iluminación. Fue circa 859 que inició este emprendimiento y pudo ver los frutos de esa Universidad de Al Quarawiyyin antes de su muerte en 880.
Su vocación y sus logros la hicieron trascender como Oum al Banine, que significa “madre de la juventud” o “madre de los niños”, accediendo a la maternidad por vía de su entrega a las generaciones siguientes.
En la cultura árabe se denomina madrasa, o medersa, o madraza, a cualquier tipo de escuela, religiosa o secular y también a una universidad o escuela de posgrado islámica.
Ese es el nombre con el cual se conoce la obra de esta Fátima omitida en los registros: la Madraza de Al Quarawiyyin , es desde su comienzo y en la actualidad un símbolo del pluralismo, donde confluyeron las culturas musulmana, judaica y cristiana; y es también una importante referencia de la enseñanza superior. Se dice que allí estudiaron el cartógrafo Mahommed Al-Idrisi, cuyos mapas fueron base de viajes de exploración posteriores y su investigación en plantas medicinales trascendió por su traducción en cinco idiomas; se afirma también que por sus claustros transitó Gilberto de Auvernia, o Gerbelto de Aurillac, luego convertido en Papa Silvestre II, erudito, conocedor de la cultura árabe, introdujo los números arábigos en Europa, junto con el concepto cero, facilitando cálculos matemáticos, astronómicos y de navegación. Se le conoció como “luz de la Iglesia y esperanza de su siglo”, pero su amplia sabiduría también lo tornó sospechoso y se le adjudicaron pactos infernales; también se registran entre sus alumnos a Maimónides e Idn Rushd, filósofos judío y musulmán, respectivamente.

Esta madraza de Al Quarawiyyin es considerada por la Unesco como la primera universidad del mundo, anterior a la de Bolonia, Universitas Scholarium Boloniensis, fundada en 1088; anterior también a la de París, Universitas Magistrorum Lutetiae Parisiorum, fundada en 1150, previa a Oxford, fundada en 1200, a su posible escisión, Cambridge, fundada en 1209, o a Salamanca, que se fundó en 1218.
Esa universidad, como espacio donde se discute y difunde el saber, fruto de la inspiración de Fátima y su hermana Marian, merece la mayor difusión ante el olvido deliberado de más de un milenio. La ciudad de Fez, Patrimonio de la Humanidad en Marruecos, atesora en su interior la magnificencia de la obra y su biblioteca con más de treinta mil volúmenes, algunos de carácter único, además de manuscritos originales.
No puedo cerrar esta reflexión sin recordar a la Mano de Fátima, o Jamsa, o el Ojo de Dios: este símbolo de defensa y protección fue muy popular en todo Oriente medio y en África, hasta que la globalización lo difundió por el mundo. Se la considera una manifestación de respeto por la fe monoteísta, interpretando que los cinco dedos representan los cinco pilares del Islam para musulmanes, o los cinco libros del Pentateuco contenido en el Antiguo Testamento que comparten las religiones judía y cristiana. Sefardíes y musulmanes la obsequiaban como recordatorio de Dios y expresión de deseo para que se reciban bendiciones y protección, extendiendo esta práctica a personas de cualquier religión y buen corazón.
“Que Dios te vea y te bendiga” es la frase que acompaña la tradición de la Jamsa.
Entre mis objetos queridos conviven la imagen de la Virgen de Fátima, la Mano de Fátima y el diploma universitario. Todos ellos me bañan con la luz que me destinaron mis mayores y mejores afectos al recordarme en la distancia y procurarme protección; y antes, al sostenerme para que el saber me añadiera honor y elevara mi condición humana permitiéndome distinguir entre el bien y el mal, como sostenía esa tercera Fátima al soñar esa universidad, la primera.

¿Qué pasó con la humanidad que en lugar de construir un mundo para todos, pretende imponer, de modo constante, el criterio de algunos que vivirán sobre la sangre del resto? Ignoran que otro día serán ellos los seleccionados para ofrendar su propia sangre. Y no sobrevivirán con oro, petróleo, dinero, ignorancia, pobreza, persecuciones, exclusión, exterminio…
El malogrado John Lennon, en su militancia pacifista dejó como legado un tema inspirador, que atraviesa una generación tras otra “Imagina que no hay cielo, es fácil si lo intentas. Ningún infierno bajo nosotros. Por encima de nosotros sólo cielo. Imagina toda la gente viviendo hoy. Imagina que no hay países: no es difícil de hacer, nada por qué matar o morir y ninguna religión tampoco. Imagina toda la gente viviendo la vida en paz…”

(*) Abogada-Ensayista. Autora del libro Ser mujer en política

Comentarios 2

  1. Abra Molina says:

    Alicia es Excelente!!! Y aunque hoy siento enormes diferencias con los que presiden y guían los pasos de la Iglesia…. ésto es un oasis para los que tenemos fe….?

  2. Carolina Eusebio says:

    Alicia excelente como siempre y en este caso con un tema que en lo personal siento mucho como catolica, mas alla de mis diferencias con la iglesia, pero la Virgen de Fatima es especial.

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