lunes 25, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Elecciones bajo cero

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La celebración, el pasado domingo, de las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) ha dejado bastante tela para cortar.

En la ciudad de Córdoba, el paro de UTA de la semana pasada marcó la agenda de los reales y crónicos problemas de la capital de la provincia, eclipsando cualquier declaración política. Dejó los cierres de campaña en un segundo plano, como dos realidades distintas que son.

En la provincia de Buenos Aires pasó algo similar. Las lluvias y el desborde de los ríos Luján, Areco y Arrecifes causaron inundaciones en zonas vastamente pobladas, la evacuación de unas dos mil personas y el cierre de la autopista Buenos Aires-Rosario, en el kilómetro 77, a la altura de Campana. También fue cortada la ruta 8 a la altura del kilómetro 116.

Las lluvias del domingo en buena parte de la zona central del país y las nevadas en varios puntos de la cordillera no ayudaron al acto electoral.

Los cordobeses venimos de una de las campañas a gobernador más frías de nuestra historia. La gran mayoría de la población no se sumó en sentido alguno a su dinámica y gran parte del electorado no tenía decidido su voto el día mismo de la elección. Los candidatos no convencen y las pseudopropuestas de la publicidad de campaña no seducen.

La indiferencia del elector es tan perniciosa como la anomia social frente a los problemas colectivos. No decimos que sea culpa de nadie, si es que se puede hablar con tales palabras de un fenómeno complejo de causas diversas y que viene de hace tiempo.

Por otra parte, siempre en esta columna hemos preferido explorar cómo debe salirse de un problema que buscar por qué pasó. Salvo, claro está, que precisamente esté allí la forma de superarlo.

La democracia es, más que una forma de gobierno, un estilo de vida. Y tiene ciertas exigencias de funcionamiento. Algunas formales, otras más intangibles. La confianza en el poder transformador del voto pertenece al segundo grupo y es de las más relevantes.

Por ello no vemos todo tan negativo. La posibilidad de participar políticamente y ejercer nuestros derechos cívicos nos permiten seguir manteniendo la esperanza en que las cosas vuelvan a su lugar, y los problemas cotidianos que nos ocupan y preocupan vayan siendo superados o al menos debilitados.

Para ello es necesario que los candidatos a ejercer un cargo político, más allá de los eslóganes de campaña, se preocupen por atender a los reales problemas de los ciudadanos, y que nosotros entendamos que nuestra participación no sólo debe limitarse a ir a votar (con mayor o menor agrado) cada 2 años, sino que requiere un compromiso cívico con los problemas de los demás, lo que requiere que en lugar de pensar sólo en nuestros intereses veamos las necesidades de los demás como comunes.

De esta forma, si cada uno de nosotros cumple con ese compromiso cívico y actúa pensando en respetar las necesidades de los otros, veremos cómo nuestros propios intereses y  exigencias irán siendo respetadas y satisfechas, lo que nos permitirá afrontar con mejores expectativas el futuro y volver a creer en nuestra propia capacidad para construir una sociedad de ciudadanos cada vez más libres y una sociedad cada vez menos desigual.

El descreimiento es entendible, pero también superable. Y si por algo no pasa la solución de nuestros problemas de país, es pretender “salvarse” desde el egoísmo individualista que se cierra a los demás.

* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica

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