Al margen de las manifestaciones populares que pretenden conseguir el alejamiento de la presidenta Dilma Rousseff, la autoridad monetaria reconoce explíticamente la gravedad de la situación económico-financiera.
En forma paralela con la presentación de un nuevo boletín, el Banco Central de Brasil proporcionó nueva información sobre las expectativas actuales de la situación que obra a modo de virtual sinceramiento. Se desconoce si ello se hizo con conocimiento y expresa autorización de la primer mandataria o, por el contrario, es una acción destinada a socavar el escasísimo sustento popular de que todavía dispone. Cabe recordar que en la elección que la consagró para un segundo mandato, celebrada en octubre de 2014, recibió el respaldo mayoritario (53,4%) de los votantes y que a pocos meses de su asunción todas las encuestas están contestes en que aquél se ha reducido a un muy escuálido 7,7% en tiempo récord.
Tampoco se puede omitir de considerar el rotundo giro que ha hecho, al designar un nutrido gabinete de reconocida tendencia neoliberal y admitir que “las circunstancias sobrevinientes” la han obligado a ello, mostrándose dispuesta a apoyar lo que su propio ministro de Hacienda, Joaquim Levy, y su equipo, dispongan por considerar indispensable para superar la emergencia. Es obvio que las medidas conocidas habrán de acentuar el proceso recesivo que, por lo menos, abarcará también 2016.
El mencionado boletín informa que en el año en curso sufrirán una caída en el producto interno bruto (PIB) de 2,44%, modificando por tercera vez consecutiva el pronóstico, y que en el ejercicio siguiente esa marca se atenuará pero seguirá siendo levemente negativa (-0,4%).
Los analistas sostienen que la vigencia de costos financieros desproporcionadamente altos y las elevadas tasas que se abonan por la tenencia de títulos públicos han coadyuvado decisivamente a precipitar la crisis actual.
Pese a ello, no se ha realizado ningún anuncio sobre estos factores que se señalan como negativos ni parecen proyectar alguna corrección en tal sentido. Como en algunos medios especializados privados consideran que los indicadores mencionados serán en la realidad bastante más severos, subrayan es muy difícil admitir la dura circunstancia que inexorablemente habrá que afrontar una recesión cuya extensión temporal no se puede precisar. Lo que, obviamente, no es poco decir.
Otro protagonista importante
Michel Temer es el actual vicepresidente de Brasil y está en ese alto puesto por ser autoridad máxima del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aliado del oficialismo, que acompaña a Dilma Rousseff en su segundo mandato consecutivo. En esta oportunidad rompió su anterior prudente silencio para elevar la voz y reclamar la constitución de una “alianza nacional”que se inspire en la “solidez institucional”, que todavía perdura en cierto grado. Sostiene que ello es indispensable, según su punto de vista, para superar las peligrosas consecuencias, tanto la “crisis política como de la comprometida situación económica”.
Estas consideraciones y otras más alrededor del tema que hizo públicas al inaugurar en San Pablo un seminario patrocinado por la revista especializada “Exame”, revelan su íntima convicción de que “La crisis es grave y necesitamos alcanzar una reunificación del país”. Movido por tal objetivo, consideró, además, que hay que coincidir en la búsqueda de una expresión suprema de convergencia para lograr esa “base aliada y política más sólida en términos de gobernabilidad y que ahora es muy inestable”
Al cierre de la alocución reiteró que “Hay necesidad de una unidad nacional para tener más tranquilidad social. No es más posible esta divergencia que vemos en las calles, que es una cosa complicada”. Según evaluaciones unánimes de la prensa local, el vicepresidente tiene sus aspiraciones y no está para nada preocupado por la posibilidad de que Dilma Rousseff, abrumada por los planteos, renuncie o sea desplazada y sometida al juzgamiento en el ámbito del Congreso. Sea esto un preanuncio o simplemente una versión interesada, por el solo hecho de su amplia difusión, agrava y enrarece las inocultables tensiones que caracterizan el momento.
A modo de respuesta tácita, la presidenta advirtió de que no está dispuesta a declinar sus responsabilidades y que hará “todo lo que sea necesario” para estar a la “altura de las circunstancias”. El ministro Joaquim Levy optó por agradecer la confianza que ha depositado en él y también negó que estuviera dispuesto a resignar sus funciones. Muy por el contrario, señalo que lograr de inmediato el objetivo de equilibrar las cuentas públicas no admite dilaciones y que esto implica un fuerte recorte del gasto público, que ya ha comenzado a concretarse en los hechos. Esta primera acción, característica de quienes sostienen ese ideario, no constituye una novedad ya que se trata de un distinguido egresado de la Universidad de Chicago.
Otras posiciones sobre la emergencia
Si bien Levy no enumeró sus próximos pasos, aprovechó la instancia para advertir de que “en las próximas semanas deberá tenderse un puente para encarar la travesía hacia la mejora de las cuentas públicas aunque el Estado tenga que postergar los objetivos finales de consolidar los avances que la sociedad tuvo en los últimos años”. A ese efecto, explicó que luego del “saneamiento” se apreciará que “Brasil entrará en la ruta del crecimiento” y que recién para entonces se “generará el empleo para la juventud”.
En otras palabras, el período que comprende por lo menos el bienio 2015/16 será de un duro “ajuste” que recaerá con mayor severidad sobre las franjas más numerosas de la población, pues en su transcurso deberán soportar “inevitables” privaciones. En consecuencia, por el momento habrá que sobrellevar una recesión de extensión indefinida, con la conocida secuela de un sensible incremento en el número de desocupados. En este contexto, reconoce Levy que a los jóvenes les toca la peor parte, ya que por el momento entiende habría que procurar prioritariamente expandir el comercio exterior para colocar los excedentes que no se vendan en el mercado interno. Pero tampoco deja de advertir de que esta opción no será nada fácil de cumplimentar debido a que son muchos los países en recesión que pretenden seguir el mismo camino, y no hay “espacio para todos”·.
Por su parte, el ministro de Planificación, Nelson Barbosa, sutilmente parece intentar bajar los tonos muy subidos que utiliza Levy, anunciando que “ya hay un movimiento ascendente que es empujado por el aumento de las exportaciones”, lo cual estaría impulsado por el acelerado proceso devaluatorio (77,3% desde comienzo de año; el más acelerado del planeta). Al propio tiempo, admite que “la demanda interna obra en contra, contribuyendo a la caída del PIB”, subrayando que un enfoque proveniente de los organismos especializados no públicos que merece destacarse es el emanado del Instituto de Pesquisas Económicas Aplicadas. Sus especialistas han sido muy críticos respecto a lo que denominaron “un drástico corte de las inversiones”, al advertir al respecto que “en el año 2016 no hay chance alguna de que el Gobierno continúe con los cortes” pues agudizarían el actual proceso de retroceso.
Asimismo anticipan que si el ministro Levy pretende cerrar el ejercicio en curso con superávit, deberá incrementar sensiblemente la presión tributaria pues las erogaciones no admiten más podas sin afectar seriamente los servicios de educación y de salud. En esta faceta, oficiando a manera de virtual bomba neutrónica, la calificadora de riesgo mundial Standard & Poor ha procedido a rebajar el nivel de calificación de Brasil, pasando a considerarlo “menos confiable”, lo cual implica haber sido relegado a la categoría “especulativa” con expectativa de desmejorar aún más (lo pasaron de BBB a BB+).
Ese proceso también abarcó una treintena de empresas que son degradadas simultáneamente, incluyendo en ese colectivo una mayoría de capital privado y algunas públicas de relevancia (entre ellas Petrobras que, para colmo, está en posición crítica por el escandaloso “affaire” perpetrado por sus exadministradores). Por tanto, los tenedores de títulos públicos buscan desprenderse de ellos lo más rápido posible ya que han sido catalogados como “bonos basura”.
El citado dictamen es durísimo y está redactado en los siguientes términos: “Los desafíos políticos que enfrenta Brasil continúan en aumento, pesando sobre la capacidad y la disposición del gobierno de presentar al Congreso un Presupuesto 2016 coherente con la significativa corrección política, mostrada durante la primera parte del segundo mandato de la Presidenta”. Ésta, por su parte, sostuvo que “no es una catástrofe” y procedió a convocar a todo su gabinete a una urgente reunión en la que además de defender el recorte del gasto, los urgió a que actúen con decisión y diligencia.
Es evidente que la evaluación es diversa, según de donde surja. El candidato opositor Aécio Neves sostuvo que “El gobierno de Dilma acabó”; mientras que el expresidente Luis Inácio “Lula” da Silva, correligionario, si bien criticó acerbamente la política de ajustes porque “significa volver a la miseria” y “no trae soluciones”, prefirió cargar las tintas sobre el gabinete. No obstante, insistió muy enfáticamente en que cuando son lideradas por técnicos de filiación neoliberal debe recodarse que vienen fracasando sistemáticamente, y puso como ejemplo los países de Europa, donde todas las experiencias de ajuste que se aplicaron en los últimos ocho años “llevaron a un mayor empobrecimiento”.
La presidenta apeló a un reportaje que le hizo un diario local para expresar su confianza en que el país superará la crisis y dejó muy en claro sus intenciones al sostener que “No renuncio. No debo nada. No me voy. No hice nada indebido”. Quizá en ese aspecto está algo desorientada y confundida, pues el nombramiento de un gabinete de semejante filiación es, por lo menos, un grave error táctico y estratégico. Faltan más de tres años de mandato y será muy difícil que transcurran en paz si se pretenden aplicar tales lineamientos que llevan a una superconcentración de la riqueza en unos pocos en desmedro del resto.
El hecho de que más recientemente dos importantes federaciones empresariales hayan cambiado su inicial apoyo es una alarma adicional. Sostienen que los deja en situación “perpleja la inacción de la administración frente al creciente cuadro de deterioro económico del país” y critican la falta de “un plan estratégico sobre qué hacer”. Implícitamente niegan capacidad conductiva a la presidenta; lo cual es muy grave porque la debilitan y promueven su sustitución.