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El Senador que le devolvió el nombre a los Ríos de Córdoba

Daniel Baysre
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Por Alfredo Nigro (*)

El 21 de octubre hubiera cumplido 80 años Daniel Baysre. Villamariense, profesor de Historia y Geografía, discípulo del gran educador Antonio Sobral, pionero allá por finales de la década de los sesenta del hoy internacional Festival de Peñas, dirigente radical, concejal y senador provincial, fallecido hace algunas semanas.
Largas páginas podrían dedicarse a la vida de Daniel Baysre, pero a los fines de esta columna resulta interesante rescatar de los anaqueles legislativos una de sus tantas iniciativas como senador provincial en los albores de la democracia.
Había llegado a la Legislatura provincial, por entonces bicameral, en aquellas elecciones de 1983, cuando las boletas colmaron las urnas, y junto con José María Parola, fue consagrado senador por el departamento General San Martín. Ambos dirigentes eran hombres muy cercanos al gobernador Eduardo Angeloz.
En los últimos tiempos si uno le preguntaba a Baysre qué rescataba entre lo más significativo de su labor parlamentaria, la que por cierto no se redujo a declaraciones de beneplácito, siempre hacía referencia, al igual que lo plasmó en uno de sus libros, a los ríos de Córdoba.
Y rememoraba una inquietud surgida cuando era un niño en la escuela Alberdi de Villa María.
La maestra les recitó unos poemas de Arturo Capdevila que decían:

Yo me llamaba Suquía Este nombre me quitaroque de nuevo me lo den,
que así quiero ser llamado. 
Suelo llorar en las tardes está agua mía lavando.
Entre lágrimas a veces, entre lagrimas resbalo,el nombre que me quitaron…
Yo me llamaba Suquía,y este nombre me robaron. Aquí mi demanda pongo
entre vosotros letrados de está Córdoba tan docta honor de universitarios
Aquí pongo acusación del nombre que me robaron Qué me lo hagais devolver
tantos jueces y abogados.

Expresa Baysre en su obra “El Radicalismo que yo viví” que sacudido por una experiencia que alfloró su sensibilidad, y sin explicarse cómo todavía no había sido solucionada semejante injusticia a pesar de los siglos, desde entonces se había prometido que si algún día las circunstancias le daban la oportunidad no olvidaría ese momento ni vacilaría en hacer lo imposible por repararla.
Con el tiempo, y ejerciendo la docencia como maestro de historia, recurrió a toda la bibliografía que estuvo a su alcance para encontrar los nombres autóctonos de los cinco ríos cordobeses a los que le habían robado su identidad.
Con la generosa colaboración del historiador Carlos Segretti, obtuvo en el Instituto de Estudios Americanistas de la Facultad de Filosofía y Humanidades, dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba, los documentos necesarios para certificar con certeza los nombres originarios de los cinco ríos cordobeses que a pesar de los siglos de olvido, habían podido guardar sus denominaciones primigenias en algún rincón de la memoria colectiva.
Y así volvieron al presente los nombres de los otros ríos sin nombre que Arturo Capdevila no había podido pronunciar en sus versos: el segundo era el río Xanaes, el tercero y que pasa por su ciudad Villa María, el río Ctalamochita, el cuarto se llamaba río Chocancharava y el quinto río Popopis, todos ellos más el Suquía ya mencionado por el poeta, pronto serían reivindicados para siempre a instancias de aquel niño de la Escuela Alberdi cuyo caminos de la política lo llevaron al Senado.

Así fue como el 11 de junio de 1984 tomó estado parlamentario el proyecto de ley que sencillamente le devolvía a los cinco ríos de Córdoba sus nombres autóctonos. En los fundamentos de la iniciativa expresaba el autor: “El presente proyecto tiende a rescatar la tradición surgida a raíz de la toponimia característica de las regiones y cuyas denominaciones tuvieron origen en nuestros antepasados indígenas, primitivos habitantes de esos lugares. Volver a las denominaciones anteriores, es respetar nuestro ancestro común y plasma un anhelo de los pobladores de esas zonas.
Tendríamos así repuesto el nombre primigenio con el paraje y sus pobladores y se ratificó luego por la tradición y el pasó de los años.”
Al finalizar el año 1984, las cámaras de Diputados y Senadores de la provincia de Córdoba sancionaron la ley 7105 que restituía los nombres aborígenes a los ríos de Córdoba. Se había hecho justicia al largo reclamo cuatrisecular por la denominación de las aguas.
En los últimos tiempos Baysre se refirió así sobre los ríos: “Allá donde descanse el alma del poeta Capdevila, se le debe haber reconocido el merito incuestionable, primero de alegar con bellas estrofas a favor de los ríos despojados de sus nombres, segundo, inspirar a una ignota maestra paraqué sensibilizara el alma de sus pequeños alumnos, confiando en que algún día, alguno de ellos se convirtiera en instrumento de aquella quimera anhelada y la hiciera realidad.”

Vayan estas líneas como sencillo homenaje para un político honesto de sólidas convicciones democráticas, agudo pensador de la política, creativo legislador. Capaz de reinventarse sin claudicar en los ideales y que supo sembrar en los jóvenes que lo frecuentaban la vocación política por la senda del análisis, la reflexión y el pensamiento crítico.
Fue también el autor del proyecto de necesidad de la reforma constitucional en 1986 y al fundamentarla en el recinto lo hizo con un frase que hoy lo define: “Las grandes obras las sueñan los santos locos, las ejecutan los luchadores natos, las aprovechan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos…”
Indudablemente Villa María y el radicalismo cordobés perdieron a un luchador nato que supo soñar como santo loco.

(*) Abogado.

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