Por Alejandro de León
Existe el estigma o la idea errónea de que un negocio no puede ser rentable y, al mismo tiempo, generar un impacto social. Sin embargo, el emprendimiento siempre ha sido una fórmula indiscutible para generar riqueza y también una manera de que aquellos sin recursos pero con una gran idea puedan salir de la situación de pobreza en la que viven.
En este sentido, debemos trabajar para desmentir dos mitos: primero, que quienes viven bajo el umbral de la pobreza tienen falta de habilidades y, segundo, que emprender es algo exclusivo de personas con determinadas aptitudes, porque nadie es más apto que una mujer de Nicaragua con una familia a la que sacar adelante.
En estos últimos años, en los que el emprendimiento, la innovación social y el empoderamiento de la mujer están en auge, han surgido iniciativas, empresas y proyectos que impulsan cambios y crean riqueza para todos. Y no sólo eso sino que grandes empresas internacionales están también trabajando por cambiar su filosofía corporativa para adecuarla a un modelo mucho más sostenible. Sin duda, es un primer paso en un largo camino que queda por recorrer.
En materia de emprendimiento, según el último Informe Especial GEM sobre Emprendimiento Femenino (2017), la brecha entre mujeres y hombres emprendedores está disminuyendo considerablemente. En los últimos dos años, la actividad emprendedora de las mujeres de todo el mundo ha aumentado 10%, un porcentaje más alto, si observamos la tasa de mujeres que emprenden por necesidad económica, que supera en 20% la de los hombres. No obstante, en los países con economías innovadoras donde el nivel de educación es más elevado, las mujeres emprenden por oportunidad casi en 80%.
Los datos de emprendimiento femenino varían de forma considerable en función de la economía de cada país y su desarrollo. La tasa de actividad emprendedora (TEA) femenina va de tres por ciento en países como Alemania, Italia y Francia a 37% de Senegal. Sólo en cinco países del sudeste asiático y América Latina, el porcentaje de emprendedoras es igual o superior al de los hombres. En general, a medida que aumenta el nivel de desarrollo, el número de negocios establecidos por mujeres disminuye, lo que a su vez aumenta la brecha de género.
En este sentido, aunque la realidad de la mujer es diferente dependiendo del lugar en el que se encuentre, aquellas a las que se les ha concedido un préstamo para crear o madurar un proyecto lo devuelven de manera más responsable que un hombre.
Existen varias razones, pero la principal es que demuestran más sensibilidad ante los compromisos. Entonces, ¿cómo se explica que 52% de las mujeres en el mundo (según Global Findex Database) no tenga acceso a los servicios financieros tradicionales para emprender?
Las estadísticas no mienten. Invertir en mujeres emprendedoras es un negocio rentable. En primer lugar, porque existe un gran nicho, es decir, más de la mitad de la población es mujer y, a su vez, de todas aquellas que desean emprender casi ninguna obtiene financiación para desarrollar su proyecto o idea.
En segundo lugar, cuando una mujer logra emprender y obtiene mayores ingresos, su entorno mejora, ya que actúa como motor social y económico. Existe lo que llaman el “círculo de influencia de una mujer” (mujer, familia y comunidad), lo que se refiere al impacto que el propio bienestar económico de esta tiene tanto en su familia como en su comunidad.
En tercer lugar, cuando las mujeres alcanzan independencia económica, tienden a gastar más en ámbitos como la educación, la alimentación, la salud y la calidad de vida familiar. Esto implica que la escolarización aumente, lo cual tiene relación directa con la eliminación de la pobreza.
Por consiguiente, invertir en mujeres emprendedoras no sólo es rentable económicamente sino que también reporta otros beneficios como la ruptura del círculo de la pobreza en el que vive aún una gran parte de la población mundial (300.000 millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza, 51% de ellas, mujeres), una mayor escolarización, la dignificación y el empoderamiento de la mujer o la generación de riqueza en países en estado de desarrollo.
En definitiva, como Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial, dijo durante la tercera conferencia internacional sobre la financiación para el desarrollo: “El crecimiento económico es la herramienta más poderosa que tenemos para hacer realidad un mundo sin pobreza.
Es necesario que la economía mundial crezca más rápido y de manera más sostenible” y “se necesita un crecimiento inclusivo que promueva oportunidades para todos, y que considere la participación plena de los hombres y las mujeres”.
Por este motivo, las mujeres y su círculo de influencia pueden y deben desempeñar un papel crucial en la generación de riqueza, pero para ello debemos romper definitivamente el estigma de que un negocio que aporte beneficios sociales no puede ser al mismo tiempo rentable en términos económicos.
* Fundador de Microwd, un proyecto que conecta mujeres emprendedoras en Latinoamérica con ahorradores en España que buscan rentabilidad económica e impacto social.