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El pueblo integrado con acuerdos de un proyecto nacional

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Por Luis Esterlizi (*)

Todo país se enfrenta, en algún momento de su historia, con la obligación de definir no sólo principios, valores y conductas generales sino también caracteres que perfilen y recorten su nacionalidad. Corresponde a un Modelo la estructuración de esas propiedades que no hacen más que traducir la idiosincrasia del pueblo.
La carencia de un modelo de referencia ha causado en nuestro país graves efectos sociales, económicos y particularmente políticos. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que en la Argentina nadie tiene el derecho de esperar que la sociedad madure por sí sola.
Los argentinos intuimos ya que no es posible insistir en nuestras vacilaciones: la historia reclama de nosotros la consolidación de una fisonomía nacional. Para ello corresponde al Modelo argentino reafirmar la forma socio-política que satisfaga a todo el país”.
El Proyecto Nacional

Peligro de desintegración social

La sociedad argentina está siendo infectada por la decrepitud, ignorancia imperdonable o lo que es peor por aviesas discriminaciones separatistas que intentan generar un proceso de desintegración social con el fin de favorecer el manejo autocrático del presente modelo de gobernanza. Este modelo, además de engordar egoísmos elitistas, permite el despliegue de delitos incompatibles con la función pública y con la responsabilidad social que cada ciudadano debe profesarle a la sociedad que integra.

Este proceso que viene persistiendo desde hace muchos años fue traspasando de gestión a gestión y entre distintos partidos o coaliciones, como así también en entidades privadas, avanzando de tal manera que los síntomas actuales ponen en evidencia el peligro de la disgregación social.

Por lo tanto, el diagnóstico que emerja de estas circunstancias será que son imposibles de resolver por un solo partido, sector o gobierno, siendo ineludible lograr el compromiso consciente de la sociedad por medio de las distintas entidades intermedias que, desde hace bastante tiempo, vienen realizando distintas misiones al servicio de los argentinos.

Pero para esta nueva época, el país necesita una dirigencia con convicción, claridad ideológica y capacidad de conducir institucionalmente, para lograr un consenso imbuido de tal solidez que impida totalmente la realización de los “enjuagues” a los que estamos acostumbrados, ya que cualquier atisbo de retornar al presente ominoso hará fracasar los intentos de poner en marcha un verdadero cambio de época.

Concertación entre los sectores nacionales

El actual modelo está herido de muerte por reiterar caducas gestiones gubernamentales de signos contrarios, que igualmente coincidieron (debido a sus pretensiones particulares) en excluir al pueblo de las decisiones esenciales. Para ello, hubo quienes no trepidaron en generarles condiciones de vida indignas a los ciudadanos, retrasándolos en su capacidad moral e institucional para que su menguado protagonismo social dejara paso a la continuidad de este modelo elitista, personalista y autocrático.

Hoy estamos acorralados por una inflación incontrolable y la falta de un plan compatible con las opiniones de todos los sectores. Esa situación trastoca el funcionamiento de toda la economía, afecta el consumo interno y anarquiza las relaciones entre los distintos sectores conectados con el trabajo y la producción nacional. El escenario genera una enorme sensación de descontrol de las variables, mientras esta terrible coyuntura es aprovechada por ciertas corporaciones que están pura y exclusivamente sacando provecho de la especulación financiera y económica en resguardo y acrecentamiento de sus intereses.

Los sectores marginales, amplios segmentos de la clase media, los trabajadores de la economía formal e informal, docentes, jubilados, miles de pymes, cooperativas, mutuales, asociaciones sociales, etcétera, se fueron dando cuenta de que siempre quedaron al margen de las decisiones y, por lo tanto, excluidos de las soluciones que necesitamos los argentinos.

Ante estas circunstancias y agotados en su paciencia, a muchos ciudadanos les gana la bronca y el odio, que suelen ser malos acólitos también en las entidades intermedias, porque no dejan discernir ni utilizar la inteligencia. Sin embargo, presintiendo las posibilidades de caos y anarquía, se escuchan claros reclamos dirigidos a sus organizaciones intermedias, en la búsqueda de alguna otra posibilidad de defender derechos, como la necesidad ineludible de recuperar la dignidad en el trabajo y la producción nacional.

Desde distintos ángulos de la sociedad llegan voces que reclaman el cierre de la grieta y la apertura de un proceso de concertación entre los sectores nacionales, para que por medio del consenso se trabaje en la búsqueda de acuerdos liminares, volcados en una especie de programa de finalidad común que permita armonizar los intereses sectoriales y sociales con los intereses del país en su conjunto.

Etapa de transición integradora e institucional

Los reclamos parten desde la más alta investidura nacional, así como de distintos referentes del sector político y del sectorial. Pero parece que la carrera electoral de 2023 se interpone, privilegia el juego de las candidaturas y deja que estos anuncios se pierdan en la nebulosa de una situación política, económica y social que actualmente nos tiene atosigados.

Debemos precavernos de que muchos de los cambios estructurales -al menos los que se realizan bajo los regímenes democráticos- suelen pasar por una etapa intermedia o de transición, en la cual las generaciones más jóvenes, comprometidas con las gestiones futuras, avanzan bajo el rigor de las viejas modalidades y condicionamientos pero urgidas por la necesidad de ponerle fin al modelo en crisis. Esto, para asegurar un verdadero cambio de época, ya que la población no acepta más la continuidad del actual modelo, agotado por su decadencia.

Existen exigencias institucionales totalmente diferentes, ya que algunos dirigentes políticos, cuando hablan de lo que en su momento significó -para una democracia de partidos- el Pacto de la Moncloa, no tienen en cuenta que la realidad de hoy en Argentina es otra. El modelo democrático debe incorporar, sin discusiones de ninguna índole, las distintas instituciones intermedias del trabajo, la producción, el comercio, el conocimiento y la investigación, etcétera. Es decir, a la sociedad organizada en su conjunto.

Es que cuando se presiente una descomposición institucional bajo el rigor de una crisis integral tan profunda como la actual, las decisiones para encaminar el país y la sociedad con sus instituciones públicas y privadas deben tomarse a partir de un programa integral que abarque el conjunto de los problemas políticos, sociales, educativos, productivos, investigativos, etcétera, preservando el verdadero sentido democrático: el pueblo como protagonista  en la resolución de su futuro.

Argentina tiene un pasado –hoy olvidado– de nuestro modelo industrial alcanzado cuando en la década del 40 el mundo desarrollado dirimía un nuevo orden internacional mientras  sucedía la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces que, con excedentes de nuestro poderío generado por la producción agropecuaria, pudo lograrse un perfil industrialista que hoy lamentablemente no tenemos, pero que es fundamental reimplantar si es que no queremos ser solo un proveedor de materias primas.

Este tema estratégico, como otros tantos para el futuro de Argentina, es tan fundamental que no puede resolverlo ni un partido ni un gobierno ni un solo sector. De allí la necesidad de recuperar la unidad del pueblo. De un pueblo organizado con sus miles de instituciones intermedias para que, sin discusiones banales ni el accionar de intereses particulares, partidarios o de corporaciones especulativas, logremos consensuar un programa de compromisos convergentes.

Conclusión

El consenso no es llegar a instancias en las que todos pensemos igual ni tampoco que obremos pensando en obtener ventajas para el sector que representamos. El consenso debe buscarse porque será la garantía de que no se reiteren aventuras particulares ni que siempre quedemos entrampados en irresponsabilidades gubernamentales.

Una comunidad organizada con todas las responsabilidades políticas, laborales, productivas, investigativas, educacionales, etcétera, integradas bajo el compromiso de desarrollar un programa de finalidad común, es lo que hoy necesitamos los argentinos si es que queremos contribuir al bien común del conjunto social que integramos.

Esto tenemos que comprenderlo todos y especialmente la dirigencia en general, sabiendo que hoy no soluciona la crisis una competencia electoral ni los cambios que proponga una parte de la sociedad. La crisis nos afecta a todos los argentinos y por lo tanto todos debemos comprometernos a solucionarla. Más cuando tomamos conciencia de que nadie podrá realizarse en una sociedad que no se realice.


(*) Ex ministro de Obras y Servicios Públicos de la Provincia de Córdoba

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