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El primer libro procesal argentino

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Un texto crucial para iniciático foro nacional. Curiosidades y alcance de una obra poco común en más de un sentido.

Por Luis R. Carranza Torres

Manuel Antonio de Castro es un personaje olvidado de la historia común si bien ha merecido, con justicia, la mirada de la investigación especializada.

Los avatares de su vida, pasando del bando realista al patriota, han sido objeto de debate.

No fue tampoco un dirigente popular cuando le tocó ser gobernador intendente de la Córdoba del Tucumán, entre el 24 de marzo de 1817 y el 17 de enero de 1820. Sabemos, por nuestra propia naturaleza colectiva, lo complicado que es gobernar cordobeses. Sobre todo, si están todos juntos en Córdoba. Y para peor, si se viene de Buenos Aires con ideas centralistas. A pesar de ello, puede rescatarse de su administración las ayudas al ejército de San Martín y la creación de la «biblioteca pública» en la universidad.

Pero si su actuación política se presta a la polémica, no existe mucha desavenencia en torno a sus calidades jurídicas. Se destacó en tal campo, tanto en el ejercicio llano de la abogacía como desempeñando las magistraturas judiciales más elevadas.

Vuelto a Buenos Aires tras su mandato gubernativo cordobés, retomó sus funciones en la Cámara de Apelaciones y en la Academia Teórico Práctica de Jurisprudencia que le dependía y había fundado, permaneciendo en ambos lugares hasta su muerte en 1832.

En la dirección de este último instituto, que desempeñó en forma vitalicia, concibió la idea de redactar un manual o compendio que sirviese a los jóvenes graduados universitarios en Derecho. En 1824 había escrito ya la mayor parte de esa obra. Retocada esporádicamente a lo largo del tiempo, en su trabajo sobre el autor, Exequiel Abasolo, sitúa en 1827 las últimas modificaciones.

Tal es el origen del Prontuario de Práctica Forense. Respecto del título debe destacarse que la palabra «prontuario», reducida en nuestro uso y costumbre jurídica al ámbito de lo penal, tiene un alcance mucho mayor en la lengua española. Deriva del latín promptuarium (que significa “despensa”), refiriendo de acuerdo al Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española a un «resumen o breve anotación de varias cosas a fin de tenerlas presentes cuando se necesiten», como al «compendio de las reglas de una ciencia o arte». Por su parte en Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay se alude con ella al «documento en el que constan los antecedentes penales de una persona».

Como expresa el doctor Abasolo, «los objetivos de Castro no parecen haber superado la pretensión de redactar un trabajo ligero y elemental de carácter didáctico, dirigido a la formación de jóvenes graduados». Se refería por tanto a ella como una «obrilla», sin proponerse «tratar prolijamente las materias, sino hacer un breve resumen de apuntamientos prácticos».

Tal rasgo se corrobora en la «advertencia de los editores» a su primera edición impresa, en donde se expresa al respecto: «El autor había dejado esta obra sin revisarla, y aun puede decirse como en borrador (…) Tenía el manuscrito a este respecto innumerables equivocaciones. Todas ellas han sido escrupulosamente corregidas. En muchas partes el autor establecía importantes decisiones sin fundarlas en leyes ni en autoridad; nosotros hemos citado la ley correspondiente, o el autor que enseña igual doctrina».

Antes de ser editada, y en vida de Castro, la obra circuló en forma fragmentada y manuscrita en el ámbito de la Academia, siendo utilizada por parte de estudiantes, profesores, quienes además la usaron en el foro. Con ánimo abierto y espíritu docente, don Manuel permitía el acceso a las distintas partes de la obra que iba redactando y que se tomase copia de ellas.

El motivo de su edición póstuma también puede avizorarse en la rememoración de la vida de su autor que se halla el inicio de su primera edición impresa. Allí se expresa: «Este hombre que obtuvo los mayores empleos y que por cerca de 20 años fue miembro de un tribunal superior, no ha dejado a su viuda e hijos patrimonio alguno».

Fue Gertrudis Villota de Castro, su viuda, quien necesitaba de auxilio económico para ella y sus hijos, la que presentó el 24 de septiembre de 1833 nota al gobierno de la provincia de Buenos Aires a los efectos de solicitar ayuda para editarla. El ministro de gobierno, Gregorio Tagle, había sido antes de asumir tal función vocal de la Cámara de Apelaciones que Castro presidió y accedió a lo pedido, comprometiendo la compra, tras dictámenes favorables del Fiscal de Estado y Asesor de Gobierno, de un número importante de ejemplares. Fueron 200 en principio, luego ampliados a 150 más. Con ese estímulo, el Prontuario salió de imprenta en julio de 1834, teniendo una cálida recepción de inmediato, extendiéndose prontamente a las demás provincias argentinas, 14 en total por ese entonces.

Fue, desde sus inicios, un libro pensado respecto de quienes tenían que litigar en tribunales. Puede, por ello, tenérselo como el primer texto técnico en la materia de la historia legal argentina. Uno de gran suceso por cierto, que se proyectó y por largo tiempo a lo largo y ancho de casi todos los tribunales principales de las antiguas posesiones españolas de la América del Sur.

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