Hace unos años, en 2014, la cantante estadounidense Katheryn Elizabeth Hudson, más conocida como Katy Perry, recibió el peor golpe que pueden darle a un compositor: fue acusada de plagio por una de sus canciones.
Dentro de su disco Prism, lanzado en 2013, está Dark Horse, un simple que se convirtió en su noveno número uno en Estados Unidos y que pasó cuatro semanas consecutivas en lo más alto de la lista Billboard.
El artista Marcus Gray, más conocido como Flame, quien se desenvuelve en el rubro del rap cristiano, aseguró que Dark Horse es una copia de su canción Joyful Noise, de 2009.
Gray sostuvo que ambas tienen la misma base y elementos instrumentales; puntualmente, denunció que la canción de Perry tiene exactamente el mismo patrón simple de ocho notas -conocido como ostinato-.
Añadió que la canción Dark Horse afectó negativamente su reputación en el mundo de la música religiosa, siendo ahora asociado con “brujería” y con las “imágenes anticristianas” que la intérprete incluyó en su videoclip.
Chike Ojukwu y Emanuel Lambert, quienes habían participado en la creación de Joyful Noise, también se presentaron como demandantes.
Durante el juicio fueron citados a testificar tanto Perry como Dr. Luke y Max Martin, productores del hit, quienes aseguraron jamás haber escuchado Joyful Noise antes de la demanda.
La decisión de la justicia llegó en junio de 2021. Estableció que la canción de Perry es una copia de la religiosa.
El fallo afectó a todos los productores, compositores y empresas discográficas y musicales que están detrás de la canción.
Como consecuencia de la infracción de los derechos de autor de Flame, a Perry se le impuso una multa de 2,8 millones de dólares por daños y perjuicios.
La defensa de la cantante decidió apelar la decisión y hace unos días el decisorio fue revertido: la justicia anuló el veredicto anterior por considerar que ambas canciones no tienen suficientes similitudes como para considerarse una infracción de derechos de autor.
Christine Lepera, uno de los abogados de Perry, argumentó en el juicio que una secuencia de notas musicales tan básica no podía ser protegida por derechos de autor y que, mediante su demanda, Flame estaba “tratando de poseer los componentes básicos de la música”.
Ése fue un de los argumentos que citó la sentencia favorable a la cantante.
“El tribunal está de acuerdo en que la evidencia apunta a una sola conclusión: ninguno de estos elementos individuales se puede proteger de forma independiente”, expuso la jueza Snyder.
Sin embargo, lo resuelto puede no ser el último capítulo de la denuncia ya que, si un tribunal de apelaciones no está de acuerdo con el razonamiento de la jueza, Flame podría solicitar un nuevo juicio.
Si bien este nuevo fallo significa un alivio para Perry, los embates no terminaron. En 2017, cuando lanzó su disco Witness, el medio BreatheHeavy denunció que una de las canciones, Bigger than me, es demasiado parecida, sobre todo en la parte del estribillo, al de la canción Lampa i sofá, de la polaca Ania Wyszkoni, publicada en el año 2009.
Si bien la denuncia no pasó a mayores, la indignación de los fanáticos tomó tal dimensión que hicieron un compilado con las dos canciones para hacer aún más visible la similitud entre ellas.
El plagio es, como vemos, de difícil definición. Lo definitivo es que la obra nueva tome elementos esenciales de una obra anterior.
La definición de los peritos técnicos es elemental en este tipo de juicios, ya que serán los que compararán ritmos, notas y compases y analizarán los grados de similitud existente entre las canciones. Es un proceso, sin dudas, de alta complejidad.
No obstante, se puede apreciar que para la formación de la opinión pública el análisis no es tan exhaustivo, lo que muchas veces puede dañar la imagen del artista en forma injustificada.