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El nuevo mapa político y las sorpresas que dejaron las elecciones

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En Córdoba y en sólo los 77 días que transcurrieron desde las PASO se movieron de manos nada menos que 300 mil votos. Lecciones de una nueva dinámica que premia o castiga sin apelaciones.

Por Javier De Pascuale – [email protected]

El escenario general emergente de los comicios nacionales celebrados este domingo se caracterizó por la profundización de algunas tendencias que tímidamente habían comenzado a dibujarse en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del pasado 11 de agosto, que marcan quizás -esto dependerá, por supuesto, de su consolidación en futuros comicios- un antes y un después en la dinámica política argentina.

Efectivamente, la sorpresa parece ser un común denominador entre muchos actores políticos a lo largo y ancho del país. Pocos imaginaban que el intendente de Tigre, en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, duplicaría en pocos meses su ventaja sobre el candidato oficialista Martín Insaurralde, en el distrito electoral más grande del país.

Recordemos que Massa decidió su candidatura a diputado nacional el mismo día de cierre de presentación de listas para las PASO, es decir el 11 de julio. Hasta ese día sólo era el líder político de Tigre, un distrito con sólo 250 mil electores.

Sin embargo, en apenas 108 días logró construir una fuerza -heterogénea- que hoy le permite sumar 3,8 millones de votos. Corresponde a 44 por ciento del electorado bonaerense y nada menos que a 16 por ciento del total del electorado nacional. O, para decirlo de otro modo, si Massa se candidateara hoy a presidente, contaría con una cifra similar de votos a los obtenidos por Hermes Binner en 2011, cuando el socialista santafesino lideró una alianza nacional de fuertes partidos políticos tradicionales.

Obviamente, su imagen, su figura y su propuesta lograron captar una necesidad sentida de una gran parte de su electorado que se encontraba a la espera de algo hasta ese momento indeterminado, pero que el jefe comunal de Tigre logró sintonizar. Podríamos ensayar esa caracterización como un peronismo no kirchnerista pero respetuoso de algunos logros centrales del kirchnerismo, al tiempo que fuertemente independiente del Gobierno nacional.

Sin dudas, el fenómeno Massa es el mayor de una serie de sorpresas que dieron los comicios en distintos distritos. El regreso de Julio Cleto Cobos puede ser otra, por mencionar alguno. Nótese que ambos fueron parte del “riñón” del poder kirchnerista: uno jefe de Gabinete y el otro nada menos que vicepresidente de la Nación.

Sergio Tagle, analista de la Radio Pública cordobesa, reflexionaba ayer que estos fenómenos, acaecidos en ausencia física de la presidenta Cristina Fernández -por convalescencia-, evocaban quizás una cierta maduración política argentina: la del transitar fuertes cambios políticos sin que ese proceso traiga aparejado quiebres del sistema, crisis institucionales o económicas. “Los resultados expresan el ‘nuevo tiempo’ que ha decidido vivir la Argentina”, resumió ayer el dirigente radical Mario Negri, en referencia a lo que algunos describen como un país sin la Presidenta.

Otros se confunden con el anunciadísimo “fin de ciclo” kirchnerista, expresión que puede llevar a equívocos. El kirchnerismo, se señala con tino, es mucho más que un gobierno encabezado por un Kirchner. Es un estilo de hacer política, quizás sin una doctrina cerrada pero con referencias ideológicas claras, que ya ha sido asumido por la población argentina e, incluso, por muchos dirigentes opositores.

Argentina no aceptará la fácil renuncia a derechos conquistados y, muy por el contrario, posiblemente se ha acostumbrado a la conquista lenta pero persistente de derechos. Un proceso similar al que vivió el estado de Québec, Canadá, desde comienzos de la década de 1960: la “revolución tranquila” que cambió en 180 grados la política, la economía y la cultura quebequense, aunque lo hizo lentamente, mediante las tensiones propias del juego democrático. Lento pero sin pausa.

Escenario Córdoba
Pero volvamos a las sorpresas del acto electoral. Hablemos de Córdoba, dijo una exitosa fórmula de marketing político. Córdoba vio mutar, en sólo los 77 días que se extendieron entre las PASO y las legislativas, nada menos que 300 mil votos.

En esos días, Unión por Córdoba y la nueva fuerza de Olga Riutort (Fuerza de la Gente) vivieron la sangría de nada menos que 120 mil votos. Al mismo tiempo que el Frente para la Victoria (FPV) y la emergente Unión-PRO sumaban 130 mil votos. Detrás de ellos, pero con ambiciones de cambio, corrieron el Frente de Izquierda y la Coalición Cívica que entre ambos sumaron 53 mil votos. Todo esto en un breve lapso…

…En el cual el oficialismo provincial experimentó una rápida descomposición en la capital (pasó de primera a tercera fuerza), al tiempo que el radicalismo vivía su recomposición en ese distrito y el FPV hacía lo propio en las intendencias que gobierna en el interior provincial. Finalmente, los dos partidos tradicionales de Córdoba -el peronismo y el radicalismo- apenas expresan hoy 50 por ciento del electorado, en tanto que nuevas fuerzas emergentes logran captar las preferencias de la otra mitad de los cordobeses, como bien lo señalaba ayer el consultor Gustavo Córdoba.

Por detrás de los números se observa que se consolidan las tendencias a la municipalización de los electorados, la formación de inesperadas alianzas, la emergencia de nuevos liderazgos vinculados con lo conocido pero sin los vicios de lo conocido y la independencia de las personas de lo que marcan las estructuras políticas tradicionales.

Tendencias que aparecieron tímidas o no tanto en las PASO pero que se confirmaron el domingo y que, a 30 años de democracia, hablan de una nueva dinámica política, cuyas líneas centrales pueden ser:
– hablar de las realidades locales
– postular el diálogo antes que el conflicto
– desechar la “carrera política”
– postular valores y principios antes que dogmas
– incorporar las preocupaciones ambientales
– defender lo logrado, construir sobre esa base
– des-sujetarse de estructuras tradicionales
– conquistar nuevos territorios, en términos culturales y de derechos económicos y sociales.

La dinámica política argentina es móvil y no por eso, no exigente. Nuevos desafíos impone esta lógica a los actores políticos en cada uno de los territorios. El premio puede ser ganar 4 millones de votos en apenas cien días, o pasar de primeros a terceros en 77. El país y Córdoba lo atestiguan.

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