Por Saúl Musicante *
Fue efímera la reacción positiva en los mercados internacionales en respuesta a los anuncios posteriores a la reunión del G20: a un lunes positivo en las bolsas le siguió una sucesión ininterrumpida de bajas para cerrar la semana con pérdidas superiores a 4% en el Índice S&P500.
Los inversores continúan preocupados por las consecuencias potenciales de la guerra comercial entre EEUU y China (a pesar de la tregua acordada) y la agresividad de la política monetaria de la Fed.
Adicionalmente, la inversión de una parte de la curva de rendimientos de los Treasuries hace suponer un incremento en la probabilidad de ocurrencia de una recesión en el horizonte cercano, generando un mayor pesimismo. Los indicadores técnicos tampoco ayudan, tal la ocurrencia del denominado death cross en el citado índice (cuando la media móvil corta perfora hacia abajo la media larga), constituyendo una señal bajista para los analistas.
Los datos provenientes del reporte de empleo en EEUU tampoco contribuyeron a cambiar el ánimo de los operadores, al registrarse una creación de empleos no agrícolas inferior a lo estimado por el consenso, constituyendo otra señal de desaceleración en el crecimiento económico.
La volatilidad en el precio del petróleo suma otro factor de inquietud, a pesar del acuerdo de la OPEC de reducir la producción.
Los mercados emergentes resultaron menos afectados, como es el caso de China o Brasil, reflejando una rotación en las carteras de los inversores. Un dólar que se mantiene firme contra las principales monedas es una amenaza para estos mercados. Este escenario influyó en la bolsa argentina, donde el Índice Merval registró una leve ganancia semanal, aunque con volúmenes operados poco relevantes.
El mercado de bonos argentinos emitidos en moneda extranjera exhibe una debilidad notable, con el riesgo país instalado cómodamente por encima de 700 puntos y con las valuaciones de las principales especies ubicadas en la zona inferior del rango de precios que se viene desarrollando desde finales de agosto pasado. La posición técnica de los bonos argentinos es complicada, con las carteras de inversores locales y extranjeros cargadas, con su correlato de persistentes ofertas de venta.
Dentro de los elementos que podrían contribuir a cambiar este clima negativo en la renta fija local, se pueden incluir una menor volatilidad en el mercado cambiario (consecuencia de las reglas de política monetaria vigentes), el sobrecumplimiento de las metas fiscales comprometidas con el FMI, una continuidad en el superávit comercial ayudado por una buena campaña agrícola y una menor incertidumbre política de cara a las elecciones del año próximo.
Si bien algunos de estos elementos ya están ocurriendo, esto no luce suficiente por el momento para recrear la confianza de los inversores.
En este escenario, los inversores conservadores deberían considerar alocar una mayor proporción de sus carteras en títulos denominados en moneda extranjera de corta duración (corporativos de buen riesgo crediticio, Letes, fondos de inversión globales, etcétera), pudiendo aplicar una porción menor en instrumentos en pesos para capturar las altas tasas de interés en esa moneda.
Para aquellos con mayor propensión a asumir riesgo, invertir una parte menor del portfolio en títulos públicos ubicados en la parte media de la curva (AY24), o bonos provinciales con liquidez, o en acciones del sector bancario o energético, podría tener sentido tomando un horizonte de inversión más extendido.
* Asesor financiero de S&C Inversiones