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El juicio contra Juana de Arco, la doncella de Orleans

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Florencia G. Rusconi (*)

El mes de marzo es el mes de la mujer. Por ello, es imperioso en estas líneas recordar a una mujer que es un símbolo mundial y que, lejos de apagarse con el tiempo, mantiene su pujanza por mucho que pasen los años y los siglos.

Acercarse a la figura de un personaje tan popular como Juana de Arco puede dar vértigo. Su historia, mil veces contada, supone una losa para aquel que busque separar el mito de la verdad. Pero el mundo es para los osados.

En cierto modo, sí. Su historia es tan conocida, y se  la ha relatado tantas y tantas veces, que ha acabado siendo un mito, completamente separada de su contexto histórico. Durante este proceso, hasta la propia Juana se ha convertido en un ícono comodín para todo tipo de causas: nacionalistas, monárquicas, liberales, socialistas, la derecha, la izquierda, católicos, protestantes, tradicionalistas, feministas… 

Pero dentro de esta leyenda se encuentra una vida de trascendental importancia. Ésa es la historia que quiero contar, la de Juana como ser humano y la complejidad del mundo que le tocó vivir.

Los antecedentes

Nacida en el pequeño municipio de Domrémy, en la Lorena, en 1412, en el seno de una familia campesina acomodada, Juana de Arco tuvo la educación religiosa y la dedicación a las labores del hogar de cualquier niña de su entorno. Pero un hecho marcó el que sería su futuro: la ocupación y el saqueo de tropas inglesas que apoyaban al duque de Borgoña, Juan sin Miedo, en su disputa por la regencia de Francia y la tutela de sus herederos.

La infancia de Juana quedó marcada por la cruel y sangrienta Guerra de los Cien Años, que enfrentó al primogénito de Carlos VI de Francia con Enrique VI de Inglaterra por el control del trono francés. Mientras las tropas asolaban el país, la pequeña Juana, de tan solo 13 años, se enfrentó a una serie de visiones divinas que cambiarían su vida para siempre. 

Las apariciones del arcángel San Miguel, de Santa Margarita de Antioquía y de Catalina de Alejandría, mártir de la Iglesia, le aconsejaron llevar una vida devota y piadosa, y encabezar una misión frente del ejército francés. Todas las apariciones la señalaban como salvadora de Francia y la conminaban a unirse al heredero legítimo al trono, el delfín de Carlos VII.

Eso fue lo que hizo con apenas 16 años, después de enfrentarse a su familia y a su párroco, quien trató de disuadirla. Así es cómo se plantó ante Robert de Baudricourt, comandante de la guarnición de Vaucouleurs, la más cercana y que no estaba bajo control borgoñón, para acceder al heredero y transmitirle así su misión divina.

La leyenda explica que Carlos trató de engañarla poniendo a otro en su lugar, pero que Juana lo reconoció pese a no haberlo visto nunca y que eso lo convenció para prestarle atención. La debilidad de sus posiciones y el hecho de que existiesen profecías de que Francia sería salvada por una virgen de las fronteras de la Lorena, llevó al heredero a escuchar a la joven. No sin antes obtener un examen teológico que certificaba que Juana de Arco era, efectivamente, una enviada de Dios.

Al mando de 10.000 hombres (otros dicen que fueron 5.000), Juana de Arco consiguió acabar con el asedio inglés y las tropas del delfín se hicieron fuertes en el valle del Loira y desde ahí fueron ganando posiciones, con lo que consiguió derrotar al enemigo y levantar el cerco de Orleans, liberando la ciudad de Orleans en menos de una semana. Una hazaña registrada el 27 de abril de 1429, una importante victoria que permitió, ese año, la coronación de Carlos VII de Francia.

Así, la desconocida Juana de Arco se convirtió en la legendaria doncella de Orleans.

Carlos de Valois, gracias a este triunfo, se convirtió en el rey Carlos VII.
Juana le pidió apoyo para completar su campaña, estimulada por nuevas revelaciones que la impulsaban a continuar su misión. Pero  Carlos y sus consejeros prefirieron la negociación a la guerra y se desentendieron de la joven.

En 1430, Juana intentó reanudar la ofensiva pero fue capturada por los borgoñeses, que eran aliados de Inglaterra. La vendieron a los británicos y fue llevada a Rouen para ser sometida a un proceso de inquisición acusada de “herejía”. El desagradecido Carlos VII pudo haberla salvado pero se hizo el distraído.

El juicio

Pese a que el viceinquisidor del norte de Francia, Jean Lemaitre, se opuso al proceso, y a que el notario clerical Nicolas Bailly, quien debía recoger testimonios contra Juana, no encontró ninguno, el juicio se abrió el 21 de febrero de 1431, con Juana encerrada en una jaula y atada con cadenas y grilletes. 

Pese a su nula cultura teológica, el tribunal no consiguió hacerla caer en ninguna de las trampas saduceas habituales en los juicios por herejía. 

Buena parte de las sesiones se celebraron en la celda de la acusada con la única presencia del juez, el obispo y el viceinquisidor que juzgó la causa, sin que Juana de Arco soltase prenda sobre el contenido de los mensajes que recibió en sus apariciones. Un asunto aparentemente peregrino como el idioma en el que habían dirigido las apariciones, fue considerado prueba acusatoria.

En las actas del juicio sí figura la respuesta que la acusada dio a la pregunta sobre si creía que Dios odiaba a los ingleses: “Sobre el amor o el odio que Dios tenga a los ingleses yo no sé nada, pero me consta que serán arrojados de Francia, excepto los que encuentren aquí su tumba, y que Dios dará el triunfo a los franceses”, respondió.

En medio de este proceso, Juana negó haber matado a alguien y odiar a Inglaterra, insistiendo en señalar a Dios como el encargado de determinar sus actos.

Fue un juicio carente de toda garantía legal. Juana se había transformado en un enemigo para Inglaterra y allí la querían muerta. Terminar con esa leyenda que se estaba forjando significaba un duro golpe anímico para las milicias francesas y para las ansias de libertad del pueblo, que a esa altura ya la veneraba como a una santa.

Los interrogatorios se extendieron durante un mes y a pesar de la presión que recibía, respondió absolutamente todo con un notable sentido común y una inquebrantable fe.

El fallo

¿Cómo se resolvió la causa? El tribunal concluyó que las voces celestiales que Juana decía oír eran falsas; y que si no se retractaba, la esperaba la hoguera.

El 23 de mayo de 1431 ella firmó una retractación, volvió a la cárcel vestida de hombre pero pronto encontraron nuevos caminos para volver a inculparla. 

A posteriori, Juana rehusó retractarse, reconocer y pedir perdón por los múltiples delitos por los que se la juzgaba. El tribunal la declaró culpable de todos ellos. 

La Facultad de Teología y Derecho de París apoyó el fallo por considerar, entre otros aspectos, que las apariciones de la acusada habían sido fingidas e inspiradas por el diablo, que la señal ofrecida al rey había sido engañosa, que su traje masculino suponía una blasfemia, que al marcharse de su hogar había violado su obligación de servir a los padres y que su negativa a someterse al tribunal eclesiástico suponía un delito de cisma, desprecio a la Iglesia y apostasía.

En verdad, los cargos contra ella llegaban a 70, desde brujería hasta robo de caballos, pasando por un delito insólito: vestirse de hombre.

El 30 de mayo de 1431, a los 19 años, Juana de Arco murió envuelta en llamas en la plaza del Mercado Viejo de Rouen.
En ese mismo instante se convertía en la primera mártir de la patria en Francia. En la gran heroína de la nación.

Entre la condena y la absolución

Independientemente de nuestro color religioso (o ausencia de color), el personaje de Juana de Arco causa una fascinación instantánea. La heroína francesa, representada como una joven travestida en pleno siglo XV, de cabello corto y portando una pesada armadura, en actitud desafiante y guerrera, interpreta un rol absolutamente impensable para un mundo patriarcal y feudal. Sin embargo, esta estampa será, a la vez, su condena a la hoguera por parte de la Iglesia y el poder imperante de su tiempo.

Pero hay un giro en esta historia. Al final, el rey de Juana ganó la guerra, por lo que, 25 años después de su muerte, celebró otro juicio para anular el veredicto del primero. En esta ocasión, se pidió a sus amigos, familiares y compañeros de armas que testificaran. 

El tribunal llegó a la conclusión de que técnicamente Juana había sido asesinada por una cuestión de “vestimenta”. La declararon inocente el 7 de julio de 1456 y en 1803 fue declarada símbolo nacional de Francia por Napoleón Bonaparte. 

Fue beatificada en 1909 por el papa Pío X y canonizada en 1920 por Benedicto XV.

Se ha sugerido todo tipo de enfermedades para intentar explicar las visiones y voces: epilepsiaesquizofrenia incluso tuberculosis bovina (que puede provocar alucinaciones debido a lesiones cerebrales), pero hacer un diagnóstico transcurridos casi 600 años resulta imposible. Además, su salud física era en general buena, su discurso fue coherente y articulado y sabemos que tenía una enorme fuerza psicológica y resistencia física.

Cabe recordar que, para Juana y sus contemporáneos, escuchar voces y tener visiones no era necesariamente signo de enfermedad.

Aquella tierna chiquilla no usó jamás su apellido y no blandió nunca una espada en las guerras. Cabalgó a la cabeza de sus tropas portando su estandarte e instaba a los soldados desde el frente en cada batalla. 

En el asedio a Orleans le alcanzó una flecha entre el cuello y el hombro. Para sus hombres, verla tambalearse y volver a erguirse fue un momento clave en lo que acabó siendo una victoria extraordinaria.

Según Blanco Mourelle: “Alguien procedente de un entorno social sin relevancia de repente se convierte en protagonista. Como sucedía en la épica clásica, el personaje heroico es elegido por la divinidad y su vida está marcada por una voluntad ajena a este mundo”.

Una superheroína que, sin embargo, se ha utilizado para todo tipo de causas y luchas, cuya imagen ha sido reivindicada desde las antípodas del espectro político. Mezcla un poco de todo: heroína, guerrera, casta muchacha, símbolo de la nacionalidad, ejemplo de valor, modista extravagante… Personaje capaz de inspirar poemas, novelas, biografías, películas y hasta cómics, Juana ocupa un lugar primordial en el corazón de los franceses. Entre otras cosas, porque a medida que pasa el tiempo crecen sus hazañas y resplandece más su imagen.

Pero Juana de Arco no hay sino una.

Juana de Arco es la patrona y protectora de las Guías Argentinas Católicas por todos los valores que representa: fuerza, tenacidad y determinación. Casi 600 años después de su asesinato, aún inspira a millones de mujeres por su espíritu patriótico, su fe inquebrantable y su completa valentía.


(*) Abogada. Docente jubilada de la cátedra Derecho Internacional Público. Ex docente de la Cátedra de Derecho de la Navegación Marítima, Aeronáutica y Espacial (hoy Derecho del Transporte)

Comentarios 2

  1. Mario+A.+Barbera says:

    La elección de Juana de Arco como protagonista de este meticuloso artículo en el contexto del mes de la mujer no es casual. La doncella de Orleans es una de las más importantes mártires de la historia de la humanidad. Recordamos a Hipatia, Olympe de Gauges, Sor Juana Inés de la Cruz. Y tantas otras mujeres que cambiaron el curso de la historia y la enriquecieron con su amor, valor y sabiduría. Pero también recordamos que el precio que pagaron por tales servicios a la humanidad fue la muerte o el ostracismo por el pecado primigenio de ser mujeres. en el caso particular de la Heroína de este magnífico artículo la autora expone sutilmente el pánico que desató entre los hombres poderosos de ambos bandos comprender que una simple campesina lograba el favor, la admiración y la obediencia del pueblo y las tropas militares, lo que significaba un peligro no solo para el enemigo Inglés, también lo era para el poder masculino de la iglesia y los reinos involucrados en el conflicto. Pareciera que todos se pusieron de acuerdo para exterminar este incipiente peligro que significaba una muchacha vestida de hombre cuyo poder crecía peligrosamente. La hoguera en este caso fue el antídoto para conservar el orden establecido en las manos de los señores poderosos de siempre…

  2. Gastón says:

    Muy buen artículo! Está escrito de modo tal que hace amena y entretenida la conmemoración de Juana de Arco.
    Me llamó la atención el apartado sobre la posible explicación a las voces y visiones que tuvo. Entiendo que la esquizofrenia no va de la mano con una persona organizada y práctica como lo fue ella, por lo que es más probable que haya tenido que ver con la epilepsia. Según el biólogo argentino Diego Golombek, en su libro «Las neuronas de Dios», Juana tenía cambios en su comportamiento sexual, emociones intensas, un rígido código moral y no tenía un gran sentido del humor; rasgos que caracterizan al diagnóstico de la epilepsia. Pero como bien dice él en su libro y también puedo verlo reflejado en este artículo, lo asombroso es el contenido de dichas visiones y la radical transformación que provocó en su vida.

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