Martín Lardone, decano de la Facultad de Ciencias Políticas de la UCC
En las aulas de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) se formaron ya más de 18.600 estudiantes. El número toma dimensión al celebrarse los 50 años de vida, un aniversario que acaban de cumplir con un sello propio: el carácter humanista-cristiano y científico-profesional con el que se autodefinen; y un desafío: el de contribuir, desde el ámbito académico, a mejorar la calidad institucional del país.
Aquella Escuela de Ciencias Políticas, Sociales y Diplomacia que comenzó a funcionar en 1960 con quince alumnos, que en 1977 adquirió la categoría de facultad, hoy cuenta con 1.093 educandos, de entre 17 y 28 años, entre las carreras de grado y posgrado. Sus egresados se desempeñan en los más variados ámbitos tanto públicos como privados y se han insertado en los distintos niveles de gobierno, municipal, provincial y nacional, en calidad de funcionarios públicos y asesores técnicos o políticos, y en el Servicio Exterior de la Nación.
En el marco del festejo, Martín Lardone, decano de la facultad, analizó para Comercio y Justicia el nivel de la dirigencia -en Córdoba y el país-, los desafíos de la ciencia política en un momento tan especial como el del Bicentenario y los posibles efectos de la situación del jefe de gobierno porteño y presidenciable, Mauricio Macri, en el escenario electoral 2011 que ya se comenzó a palpitar.
– En estos últimos años la clase política parece haber percibido la importancia de la profesionalización en el accionar político. ¿Cómo evalúa el nivel de la dirigencia en función de la formación con la que llegan para ejercer en los distintos poderes del Estado?
– Creo que hay avances en la materia, pero que queda aún una enorme cuenta pendiente. El problema es que la política no puede garantizar, por sí misma, mediante el proceso electoral, la capacidad de la formación de los dirigentes que acceden a los puestos de gestión en el Estado.
En las elecciones juegan muchas variables y la gente no necesariamente vota en función del nivel de formación de los dirigentes. Esto es un problema estructural que debe resolverse logrando que toda la dirigencia acuerde en la importancia de la formación y que el diálogo entre distintas fuerzas políticas incluya este tema en la agenda.
Pero el desafio primordial, y más urgente, es lograr acuerdos políticos y acuerdos de Estado para garantizar que el ingreso a la administración pública, al menos en los niveles intermedios, sea verdaderamente meritocrático y profesional, que haya una carrera profesional para ser funcionario público y que el ingreso sea por concurso y no por amiguismo.
– En el año del Bicentenario, ¿qué reflexión merece el aporte que deben realizar las ciencias políticas en la construcción del país?
– La ciencia política tiene un enorme desafío en este contexto, en múltiples dimensiones. Tiene mucho que aportar en el proceso de mejorar la calidad institucional de nuestro país, lo cual no es un mero tema de formas sino que el desafío de contruir reglas de juego previsibles está estrechamente vinculado con la calidad de la democracia, con los derechos ciudadanos y con el desarrollo económico y con la distribución equitativa de ese crecimiento.
Tiene, además, mucho que aportar en materia de planificación de políticas públicas y de mejorar los procesos del Estado y los mecanismos de gestión de la cosa pública, en los diferentes sectores en los que el Estado interviene.
En fin, también tiene mucho que aportar en materia de relaciones internacionales y de analizar prospectivamente estos escenarios en los que el país debe desarrollar sus políticas de Estado. Es enorme y diverso el aporte que la ciencia política puede hacer y del mismo tamaño es el desafío de hacerlo.
– De cara al próximo año electoral, ¿cómo influye la actual situación de Mauricio Macri en la estructura de la oposición presidenciable y qué consecuencias podría traer en el escenario de 2011?
– Es todavía un poco pronto para evaluar este impacto, que aún no ha sido medido y que, además, está en plena evolución.
Podría ocurrir que el electorado termine inclinándose por mirar a Macri como víctima del Gobierno nacional y esto termine mejorando su imagen.
Claramente, eso tendría el efecto inverso al esperado por el Gobierno en su estrategia electoral. Creo que lo que está en juego, en defintiva, es quién lidera un espacio de centro-derecha en el espectro electoral argentino.
De todos modos, está claro que, a mayor dispersión de las fuerzas opositoras, mayor ganancia para el Gobierno nacional. Y en este sentido la oposición no ha demostrado mayor inteligencia, por el momento.