miércoles 27, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El desafío de la sociedad argentina

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Por Luis A. Esterlizi*

Sin duda alguna, todos los argentinos avizoramos lo tremendamente difícil -pero no imposible- que será superar la crisis actual, siempre y cuando seamos capaces, antes que nada, de reconstruir la unidad e integración de la comunidad nacional detrás de un proyecto común.

La que nos lacera profundamente es la realidad heredada de tantos años de enfrentamientos estériles, divisiones prefabricadas e intereses especulativos que, anexados a los efectos producidos por una pandemia inédita, debido a la complejidad y exteriorización de sus perjuicios, nos exigirá munirnos de una fortaleza ética y moral inquebrantable si queremos terminar definitivamente con esta época infame y retrógrada.

La evolución tecnológica que ha avanzado -en muchos aspectos en forma incontrolable- sin importar la existencia y realización trascendente de los pueblos ni el rompimiento del equilibrio y la armonía entre éstos y la naturaleza, va dejando las muestras impiadosas derivadas de una visión hegemónica y puramente materialista, expuesta crudamente por el accionar del covid-19.

 

La integración social

Al miramos en el espejo de la realidad actual se nos refleja una sociedad que ha sido desestructurada por sucesivos gobiernos y administrada como estamentos separados por inmorales circunstancias, por medio de políticas públicas que sólo consiguieron anclar varios sectores en su desgraciada existencia, sin que mediara para nada la intención de integrarnos en valores y virtudes a una misma y única sociedad. 

El fracaso de esta pérfida visión ha generado la lamentable realidad de millones de argentinos que conforman el 40 % de pobres, hombres, mujeres y niños recluidos e indefensos ante la desafortunada presencia de una pandemia que se ha ensañado sin miramientos, cuando quizás no todo el pueblo es totalmente consciente de la dimensión exacta de la existencia de esta realidad.

A ello debemos sumar un modelo de gobernanza agotado por su incomprensible y displicente accionar y una economía apabullada por la especulación financiera, con la enorme destrucción del perfil productivo, comercial y laboral que en algún momento -con orgullo- sustentábamos los argentinos.

Esto demuestra que nunca existió en estos casi 40 años de democracia ininterrumpida un verdadero proyecto de integración y realización trascendente para todos los argentinos, hecho que nos llama a la reflexión para salir de la mentira de los que pretenden volver a la normalidad engañosa que teníamos antes de la pandemia.

 

La integración sectorial 

En las sociedades organizadas por sectores, como sucede en nuestra Argentina, resulta una falacia la no institucionalización de la participación efectiva en cuanto al planeamiento y ejecución del crecimiento económico, la evolución tecnológica, el desarrollo educativo y social, los modelos de gobernanza, etcétera. Los sectores constituyen verdaderos factores del poder de realización de un Estado y representan la desidia de los gobernantes, quienes sólo los consideran y admiten como grupos de presión. 

Pero esto no es sólo una estrategia gubernamental, aunque claramente aprovechada por los dirigentes, ya que el modelo democrático se ha preocupado en llevar a la sociedad en su conjunto hacia la ficticia tranquilidad de conciencia, pensando que con su voto les transfiere todas las decisiones a los gobiernos de turno, confiando en que, con ello, ha cumplido democrática y civilmente dicha obligación.

Las entidades intermedias, que -como su nombre lo indica- son organizaciones que se ubican entre la comunidad como totalidad y sus gobernantes, deben valorizarse porque representan diversos conjuntos de personas con necesidades e intereses similares, para promoverlos y defenderlos frente a gobiernos autocráticos, ya que los ciudadanos -individualmente o masivamente en una plaza- tienen muy pocas posibilidades de poder realizarlo y mucho menos cuando desean canalizar propuestas y reclamos. 

De allí la necesidad ineludible y la importancia que adquieren tanto partidos como gremios, cámaras, cooperativas, mutuales, etcétera.

 

La ética, la moral y la trascendencia

Cuando una sociedad se despreocupa o pierde el sentido de pertenencia a un país y la razón de sus derechos y obligaciones para con el presente y futuro de aquél, sin quererlo habilita intenciones mezquinas y especulativas, creyendo que con sólo defender y promover sus propios intereses puede mejorar su desempeño personal o grupal, aun si el país se hunde en el abismo más profundo de una crisis. 

Peor situación sucede cuando sus dirigentes utilizan las representaciones partidarias, sociales o sectoriales para beneficio personal, descalificando y degradando el rol y la función de la dirigencia institucional. 

Lo que auténticamente hace trascender a las personas son las acciones que se proyectan en la conformación y consolidación de, por ejemplo, una familia, club, gremio, entidad empresarial, etcétera. Lo mismo sucede con el pensamiento y el accionar de una entidad intermedia, ya que su trascendencia no sólo se mide por los éxitos corporativos o sectoriales conseguidos sino cuando se asume la responsabilidad social puesta al servicio del país, ya sea en educación, en la cultura del trabajo, la producción, la seguridad social, el progreso tecnológico o la defensa del medio ambiente. 

Es aquí cuando las instituciones se valorizan, no sólo por su razón de ser sino también por sus objetivos pero también por el comportamiento ético y moral de sus conducciones.

Por lo tanto, la comunidad toda debe promover celosamente el respeto por estos aspectos esenciales y no permitir que sus dirigentes utilicen la representación social o sectorial que les confían y vincularla con el manejo de coaliciones partidarias o corporaciones que tienen otros objetivos y propósitos muy distintos. 

Es fundamental considerar que las entidades que practican la libertad de pensamiento generan la posibilidad de integrar la participación efectiva y responsable de ciudadanos de distintas ideologías, clases sociales, credos religiosos o sectores, trabajando en beneficio de la sociedad y del país en su conjunto. Los dirigentes de esas organizaciones que transgreden dicho presupuesto terminan traicionando la libertad de pensamiento que las caracteriza.

 

El desafío de superar la crisis pospandemia 

Estas razones merecen tenerse en cuenta porque hablamos de lo que sucede a toda la humanidad pero esencialmente al pueblo argentino, ya que, lo que hoy es conocido como grieta que rompe la unidad conceptual y efectiva de nuestra sociedad, no sólo se antepone a la realización de la sociedad en su conjunto sino también obstruye la posibilidad de superar -entre todos- la crisis integral que padecemos.

Parte de la prensa internacional cree que esta forma de autoflagelarse que parece poseer la Argentina es la característica que mejor nos identifica, mientras los argentinos nos damos cuenta de que es la carencia de una visión integral y el accionar antidemocrático que desde hace muchos años contamina el proceder de una gran parte de la dirigencia que no sólo no repudia dicha realidad sino que hace uso exclusivamente especulativo de ella.

Si los argentinos superamos esta difícil circunstancia, seguramente estaremos en condiciones de integrarnos en lo que esencialmente nos une, que es conciliar nuestro futuro detrás de un mismo modelo de sociedad y proyecto de país, “empujando el carro” hacia el rumbo acordado entre todos, dejando de lado las intenciones de quienes buscan llevarnos para un lado o para el otro según sus intereses.

Si logramos dar el primer paso que nos encamine hacia la institucionalización del diálogo como posibilidad de alcanzar consensos y no para dirimir diferencias, habremos logrado romper las murallas de las sinrazones que vienen interfiriendo el acuerdo en las soluciones compartidas para superar la crisis.

Debemos persuadirnos de que una comunidad organizada integrada en valores y virtudes y los gobernantes libres de preocupaciones personales, partidarias o electorales y predispuestos a encontrar las coincidencias que nos unen y desechar las diferencias, a veces circunstanciales, que nos enfrentan, es utilizar juntos el camino que aún no hemos sabido o querido transitar.

Debemos practicar institucionalmente la confluencia público-privada como única posibilidad de que sociedad y gobernantes pacten las acciones y se decidan los aportes y compromisos de cada sector, tanto privado como público, sabiendo que quienes participan deben estar convencidos de que deberán ceder algo de lo que pretenden en función de conciliar posiciones, sobre todo cuando la profundidad de una crisis torna impostergable sumar el esfuerzo de todos. 

Una crisis no la supera un líder o un solo sector, ni tampoco el gobierno por sí solo si no está dispuesto a aceptar el involucramiento de la sociedad organizada en el diseño y explicitación de las políticas públicas que, como cambios estructurales, hoy más que nunca -imperiosamente- necesita Argentina.


(*) Presidente del Foro Productivo de la Zona Norte

Comentarios 2

  1. Excelente columna @Luis Sterling una pena que desde la gloriosa época de 1880-1928 hayamos perdido esa unión necesaria en un gran propósito común indiscutible y aglutinante que nos ponga a todos en un sueño que se haga realidad con los matices que cada gobierno pudiera aportarle pero que todos acordemos un plan Productivo, educativo, y de bienestar mínimo significante para todos los argentinos y ciudadanos de nuestra querida Argentina

  2. Cristian Gudiño says:

    Excelente reflexión, realmente es una mentira cuando se habla de volver a la normalidad cuando no hay un bienestar común desde hace muchos gobiernos. El desafío para superar esta situación sera la capacidad de todos para la union y conciliacion del pueblo.

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