Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
Como dijo Benjamin Constant en el discurso “Sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”, pronunciado en el Ateneo de Paris en 1819, la distinción entre las diferentes dimensiones de la libertad ha sido fuente de enormes conflictos.
Antes y después de eso, así como desde tiempos inmemoriales y hasta el presente, se verifica la exactitud de tal afirmación.
Es que una cosa es la libertad de los Estados y otra es la de las personas. Hay muchos Estados que se proclaman independientes de todo poder externo, y que -sin embargo- en lo interno sus habitantes carecen de las libertades básicas y del reconocimiento de sus derechos fundamentales.
Es por ello que la lucha por tal reconocimiento sigue teniendo gran actualidad, a la par de enfrentar nuevos desafíos.
Basta ver los movimientos de mujeres en países del África o de Oriente, los refugiados o inmigrantes que huyen de sus países de origen en busca de espacios en donde poder desarrollar sus planes de vida, como ejemplos que demuestran lo que afirmamos.
55 años
Hace pocos días se cumplieron 55 años de un hito de lo que decimos. La firma del Acta de los Derechos Civiles, por el presidente de EEUU, Lyndon Johnson, el 1 de julio de 1964. El mandatario, en la ceremonia televisada expresó: “Hace 188 años un pequeño grupo de hombres valientes comenzó una larga lucha por la libertad”. Horas antes, la Cámara de Representantes había aprobado los cambios realizados por el Senado en el Proyecto de Ley de los Derechos Civiles, con 289 votos a favor contra 126 en contra.
La norma que puso fin a la discriminación estatal promoviendo la igualdad racial fue respuesta al reclamo social entre cuyos mayores representantes se hallaba Martin Luther King.
Además de castigar los actos discriminatorios en ámbitos laborales, prescribió la prohibición de discriminar en ámbitos educativos y establecimientos públicos, prohibiendo segregar a las personas por motivos de raza y origen étnico o de género. Lo paradojal fue que pese al enorme progreso normativo que significó la civil right act, en la práctica continuaron la discriminación y los actos de intolerancia.
Es que en el autodenominado “país de la libertad”, tal valor no lo era para todos. Y menos que menos para los seres humanos con piel oscura, en casi todas partes. Si bien conforme se bajaba al sur en el mapa, la discriminación se hacía más explícita, cultural y organizada.
La cuestión conlleva uno de los puntos críticos a la dignidad humana: la igualdad en la libertad. Mucho se ha avanzado en el tema desde la instalación durante la modernidad de la idea de reconocer a las personas como libres e iguales por el solo hecho de ser personas. Pese a ello falta mucho aun. También, siempre se halla el riesgo de involucionar.
Es que el irracionalismo lleva al autoritarismo, al mesianismo y a la desvalorización del aquel que no se ve igual. Estas son conductas sumamente arraigadas, constituyendo costumbres muy difíciles de desarraigar. Y prontas a resurgir, en momentos de crisis, hartazgo u orfandad de propuestas o valores.
Segregar nunca ha sido bueno. Menos que menos, que un grupo humano considere a otro como inferior. A veces por perversa conveniencia, en otra para cubrir una desesperada falta de identidad.
Argentina
Aquí en Argentina la igualdad tuvo siempre una importancia social que nos preservó de muchas cosas. Es algo que debe enorgullecernos. Por eso, el peligro que entrañan grietas y afines. Que no son tan reales como políticamente convenientes. El problema es cuando se empieza a aceptar como normal aquello que no es.
Podemos ser distintos y permanecer juntos. Nunca ha sido necesario excluir al otro para ser, vivir o pensar de determinada manera. Y cuando se lo ha hecho, el único resultado, comprobado en la historia, ha sido abrir la puerta a los peores y más destructivos autoritarismos.
Por eso, la importancia de estos aniversarios y de mantener la vigencia de ciertas ideas de todos. Que deben movernos, a sentir orgullo por ciertos aspectos de nuestra historia y a estar comprometidos en el presente para mantener vigente ese valor de la igualdad conforme a los desafíos que marcan los tiempos actuales.
(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas
(**) Abogado. Magíster en Derecho y Argumentación Jurídica