A modo de homenaje, algunos trazos sobre la vida y el legado de don Efraín U. Bischoff, incansable testigo y descubridor de nuestro pasado.
Exactamente por una centuria se extendió la vida de don Efraín Urbano Bischoff, decano de los historiadores cordobeses y además periodista, escritor, poeta, docente, actor.
Su fallecimiento, ayer en su propia casa de Alta Córdoba, llenó de pesar a los cordobeses que por décadas aprendimos de sus obras históricas, de su genial sentido del humor, de su generosidad sin condiciones y de su contracción al trabajo.
La noticia de su partida deja además un espacio irreparable en la redacción de Comercio y Justicia, donde Bischoff colaboró durante los últimos 14 años. Sus célebres columnas “Historias” han engalanado nuestras ediciones durante esos años, siempre con la misma regularidad y rigor, siempre con la misma picardía y color para contar.
Don Efraín había nacido el 30 de septiembre en Ensenada, Buenos Aires, pero llegó a Córdoba con su familia en búsqueda de aires para su hermana que padecía una enfermedad pulmonar. Así fue como la familia se estableció en Cruz del Eje, en 1923.
Un historiador que lo frecuentó durante muchos años hasta convertirse en amigo personal asegura que “la familia de los Bischoff era muy pobre en Cruz del Eje”. La afirmación de Sergio Díaz viene con una reflexión posterior: “Este hombre ha debido remontar una larga cuesta”.
Comenzó a remontarla a los 17 años, al publicar por primera vez una colaboración en el periódico local “La Idea”. Fue el 9 de julio de 1929 y seguramente nadie imaginaba lo que luego surgiría de semejante pluma.
En 1930 la familia ya se había establecido en Córdoba y al poco tiempo Efraín comenzó a dedicarse a los radioteatros, que hacían furor en aquella época. Se inicia con “Rufo, el cantor”, pero luego escribe gran número de obras y también se anima a actuar.
Trabajó durante años como redactor en el diario Los Principios, donde en los comienzos firmaba sus columnas con el seudónimo “Pacheco”, según dicen algunos, porque a la familia dueña de ese diario “no le cerraba la ascendencia de su apellido”.
Se casó en 1940 con Rebeca Felisa Arce. “Su mujer siempre lo acompañó y fue ella la que le permitía esa cantidad de horas que invirtió en la investigación histórica y en la producción”, recuerda el propio Díaz, señalando que era Felisa quien le manejaba el archivo. “Cuando ella falleció, hace 25 años, a Don Efraín se le complicó mucho encontrar las cosas”, asegura.
Aun así su producción no menguó, a tal punto que no hay algo así como “cifras oficiales” sobre la cantidad de libros y cuadernillos escritos. Quienes lo conocen hablan de más de 320 títulos, dato imposible de contrastar.
Pese a su ancha sonrisa y su eterno buen humor, el amigo de Bischoff asegura que “si había algo que le molestaba era que no lo citaran cuando tomaban parte de sus textos”. Fiel a su picardía, Bischoff se tomó en sorna la cuestión y la plasmó en el libro Los tordos de la historia. La ironía era su mejor forma de protesta.
Seguramente entre sus obras más célebres se recordarán sus tomos de Historia de Córdoba. Pero se lo podría recordar con decenas de títulos más, todos parte fundamental del relato de nuestra provincia.
¿Qué se lleva y qué nos deja don Efraín U. Bischoff con su partida? Además del acervo bibliográfico majestuoso salido de su máquina de escribir, queda también en su biblioteca y en sus archivos material invaluable, que sería bueno quede a disposición de quienes vienen por detrás de Don Efraín, necesitados y deseosos de seguir escribiendo nuestra historia.
Para el cierre nos guardamos el último párrafo publicado por Bischoff en nuestra edición del miércoles pasado: “En las 727 medias páginas que hemos publicado, es posible se nos hayan deslizado errores. ¡Perdonen los lectores que me han aguantado!”. Aplausos y telón lento.
Efraín, el que conocía Córdoba como nadie
Ha muerto Efraín, mi vecino. La ciudad, que conocía como nadie, ha comenzado a extrañarlo. Ya no verá al historiador, al periodista, al poeta, al galán tanguero que fue su cómplice y confidente. El que supo de sus desventuras y momentos de gloria. Fue memoria y conciencia. Tan grande era esa simbiosis que esta maravillosa ínsula fundada por Jerónimo Luis de Cabrera tardará siglos en encontrar un compañero más fiel, más enamorado, más dedicado y más amante.No es ocasión de entrar en análisis historiográficos ni en discusiones menores. Es que, mal le pese a muchos, Bischoff, con sus errores y aciertos, trasciende a sus críticos. Su prepotencia de trabajo fue la clave de sus éxitos. Es el gran precursor. Leyó antes que nadie las claves históricas de Córdoba. Tanto que ha puesto su piedra angular. Historia que no sólo deberemos bucear en sus libros, sino también indagar en su poesía, que le sirvió como instrumento para recrear escenarios, recordar episodios y hacer sonreír a los miles que conformamos sus auditorios.
En estos tiempos de adulteraciones y falsificaciones de la historia latinoamericana, la figura de Efraín Bischoff se redimensiona. Su honestidad intelectual es sin par. Muestra en cada uno de sus trabajos donde abreva. No miente ni se adueña de ideas de otros. Es el Maestro que indica por dónde se va y cómo debe hacerse.
Algunos dicen que la mayor felicidad de los mortales es elegir el momento de la muerte. Bischoff lo hace el mismo día en que se presenta una nueva edición de su extraordinario El Cura Brochero, un obrero de Dios. Texto que -impreso por primera vez en 1953- ha sido de capital importancia para el proceso de beatificación del Cura Gaucho. Allí muestra a un Gabriel Brochero terrenal y a un cura dedicado, molesto y controversial, a quien los seguidores del gobernador Marcos Juárez amenazaron con caparlo para evitar la pesadilla de reclamos…
Por Silverio E. Escudero