Disquisiciones sobre Juan B. Justo, médico cirujano

Juan B. Justo ocupó un lugar de destacado actor de la vida pública argentina. Sobresalió, con perfiles propios, como economista, sociólogo, político, periodista y cirujano.

Hoy queremos descorrer los velos que ocultan la faceta de médico del líder socialista, habida cuenta que partidarios y estudiosos de la historia centran la atención en sus actividades políticas y parlamentarias, en las cuales destacan la fundación del Partido Socialista de Argentina (PSI), La Vanguardia y la cooperativa El Hogar Obrero.

Una vez graduado de médico cirujano viajó a Europa con el objeto de perfeccionarse en los más reputados centros médicos de Austria, Francia, Suiza y Alemania. Sus biógrafos señalan que mantuvo con sus amigos y con la comunidad científica argentina, durante su periplo europeo, un abundante intercambio de correspondencia que despertó fuertes debates, atentos a la actualidad y apasionamiento de esos informes.

En sus cartas describía detalladamente las técnicas operatorias que empleaban los grandes maestros de la cirugía del momento, volcando en el papel sus propias experiencias y un entusiasmo que puso en práctica apenas regresó al país, en 1889.

En una conferencia pronunciada en el Círculo Médico Argentino se explayó sobre “El estado actual de la cirugía” y dio a conocer –con mayor detalle- los fundamentos científicos de las nuevas técnicas operatorias en auge en el Viejo Mundo, abogando a su vez por su implantación en nuestro medio.

Reveló que se tendía a reemplazar la antisepsia por la asepsia, un sistema superior al método Lister como destructor de gérmenes y describió procedimientos nuevos y atrevidos que ya se habían generalizado en Europa: exploración del encéfalo, extirpación de cuerpos extraños en el tubo digestivo, cura operatoria de las hernias, etcétera.

En la conferencia del Círculo Médico explicó la importancia del lavado de manos con jabón, agua y cepillo, que debía durar 10 minutos, enjuague con ácido oxálico y terminar con la inmersión de las manos en alcohol a 85%, durante 5 minutos. Por medio de este proceso se elimina la suciedad y elementos patógenos que pueblan la piel.

Con el proceso de asepsia, insistía, esterilizar guantes de látex, los que previamente habían sido esterilizados con formol, durante 24 horas. También prestar atención a la ropa de campo quirúrgico, la vestimenta del equipo de cirugía se esterilizaba por medio de calor húmedo, en autoclave de Chamberlain.

Además de la ropa quirúrgica, se esterilizaban las compresas, gasas y sus variables, que se utilizaban en la operación.

El instrumental quirúrgico, que es de metal, se esterilizaba por medio de calor seco. Para ello se utilizaban hornos eléctricos.

En un principio este proceso de esterilización tuvo sus detractores, que llevaron a judicializar el procedimiento.

A pesar de ello, dado su carácter y estar convencido de lo positivo de este método, Justo apoyó con énfasis su expansión ya que se comprobaba que existían menos infecciones y muertes.

De a poco, este método se fue utilizando en la medicina argentina. Con el uso de esta metodología, la antisepsia y la introducción de la anestesia general con éter, la práctica quirúrgica se humanizó.

Pero Justo no se limitó a difundir las nuevas técnicas quirúrgicas, sino que las aplicó personalmente realizando verdaderas proezas en la mesa de operaciones, como la primera intervención aséptica de hernia efectuada en nuestro país, en una época en que ningún cirujano se atrevía a operar en el vientre, pues todos los pacientes morían de peritonitis.

Inició el maestro del socialismo argentino, de esa manera, la cirugía abdominal en nuestro país, la misma que había practicado junto al profesor Emil Theodor Kocher, Premio Nobel de Medicina (1909), en su clínica de Berna. En la ocasión usó, según sus propios asistentes y testigos académicos, un novedoso instrumental: las pinzas hemostáticas de grapas.

La Asociación Médica Argentina, por iniciativa de Marcos Meeroff, recuerda que Juan B. Justo llegó a realizar con éxito la osteoplastia del cráneo y a realizar operaciones en las extremidades inferiores.

Pero sus aportes a la cirugía argentina no se agotan allí, pues fue el primero en utilizar cocaína como anestésico local y éter como general.

El efecto de sus enseñanzas no fue inmediato, debido fundamentalmente a la falta de preparación científica de la profesión médica y la reticencia de los otros cirujanos en adoptar tantas innovaciones que, en muchos casos, colisionaba con el mundo de supersticiones y creencias que limitaban el razonamiento científico.

Poco a poco, las innovaciones que llegaron desde Europa en las maletas de Juan B. Justo fueron ganando la batalla. Los alrededores de los quirófanos se transformaron. Las infecciones intrahospitalarias disminuyeron en forma notable.

Justo realizó sus estudios de medicina en la Universidad de Buenos Aires (los cuales costeó trabajando como periodista en el diario La Prensa, cubriendo las sesiones del Congreso Nacional), y se recibió en 1888 con diploma de honor.

Su tesis, que contó con la dirección de Ignacio Pirovano, se titulaba “Aneurismas arteriales quirúrgicos” y fue calificada por el decano de la facultad de medicina, Avelino González, como “el estudio más acabado y perfecto que puede hacerse sobre el tema”.

Por sus investigaciones, la Facultad de Medicina lo premió con la medalla de oro y le otorgó, además, un viaje de estudios por las principales capitales europeas. Tenía apenas 23 años.

En una de su numerosa y rica correspondencia podemos leer: “Hubo una época en mi vida en que pasaba el día en el hospital con los enfermos, los lisiados, los inválidos, las víctimas variadas de la miseria, de la explotación. ¿Valía la pena empeñarse tanto en conservar esas vidas, fatalmente condenadas a un vil sufrimiento? Gradualmente comprendí que había mucho de estéril e indigno en mi tarea, que aquello tenía algo de fanático y unilateral. ¿No era más humano ocuparse de evitar en lo posible tanto sufrimiento y tanta degradación? Y pronto encontré en el movimiento obrero el ambiente propicio a mis nuevas y fervientes aspiraciones”.

Su pensamiento político y teórico condensa y proyecta el desarrollo de las ideas socialistas al contexto de la realidad Argentina, fundando una experiencia política nacional hacia fines del siglo XIX.

Como socialista continuó el pensamiento liberal modernizante en Argentina y desde una visión reformista proponía la construcción de un movimiento socialista adaptado a la realidad del país y cimentado en el desarrollo de una economía social de base agraria como alternativa al capitalismo.

Frente a las tendencias dominantes en el debate socialista, proclives a imponer la experiencia alemana como modelo único de transformación social sostenido en la lucha de clases revolucionaria, Justo adoptaba el modelo belga de desarrollo de la sociedad civil basada en sindicatos y cooperativas.

Se inspiraba en las experiencias de Australia y Nueva Zelanda para plantear un programa integral de reformas con democracia agraria, sustentado en principios socialistas generales con base en la organización sindical y política de los trabajadores.

Su propuesta alternativa se inscribe en el nuevo escenario económico, dado por la vinculación a la economía mundial y el aporte inmigratorio para la formación de una masa de trabajadores libres que definieran las características propias de la expansión capitalista en Argentina.

El cooperativismo como sociedad organizada de asalariados o chacareros se sustentaba en actividades productivas bajo formas asociativas para mejorar las condiciones de existencia en estos nuevos sujetos históricos.

Las condiciones de inserción estaban representadas por un mercado de trabajo limitado a un conjunto de actividades localizadas de base agroindustrial con ciertas extensiones locales. Esta continuidad que crea en el espacio económico define el tipo rural-urbano de la base social del movimiento obrero en formación que acompaña la expansión del socialismo.