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Diálogo amable con nosotros

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Por Ana Cabral (*)

Es un interrogante que me planteo en cada mesa de mediación: las personas ¿qué diálogo mantienen consigo mismas? ¿Somos amables con nosotros? 

Todos nos conectamos con la realidad en tres niveles que, además, están en constante relación y coherencia: el pensamiento, el cuerpo y las emociones. Por ello, las personas traen un diálogo de sí mismas -algunas veces controversial- desde el punto de vista de las emociones, estados de ánimos y sentimientos.

Debemos entender que las emociones son pasajeras, breves, reactivas y motivadas por algún estímulo y se manifiestan a través del lenguaje con el cual nos expresamos en cada acción.

Los sentimientos son emociones que se prolongan en el tiempo. En cambio, los estados de ánimo intervienen en nuestra historia, en nuestra experiencia y en la de los otros; por ello decimos que son sociales.

A lo largo de la vida y gradualmente, la flexibilidad emocional se pierde por varias razones: no sabemos identificar lo que sentimos o no sabemos cómo expresarlo; esto hace que el diálogo con nosotros deje de ser eficaz y, por ende, lo mismo con el otro.

Sabemos que un diálogo eficaz es el “libre flujo de significados entre dos o más personas”, a lo que agrego “y amable con uno mismo”; entonces, es allí, en el núcleo de cada conversación exitosa, donde encontramos la información relevante:

1) Lo que nos decimos a nosotros mismos y cómo nos tratamos y 

2) Lo que nos proporcione o nos ofrezca un tercero como respuesta.

Si analizamos cada evento de nuestras vidas, encontramos las emociones; son neutras, por eso decimos que las emociones no están en el hecho. La emoción se genera en mí por la manera en la que yo me relaciono con ese hecho. Por la interpretación que yo le doy. Perder, ganar, tener razón, equivocarme, acertar, errar, etcétera son emocionalmente neutros. La relación se establece en el diálogo privado de cada uno y de manera amigable.

Observo a diario cómo vienen a mediación las personas y sus cargas emocionales; en ocasiones, conforme la dinámica de la mesa, pregunto: ¿Qué significa estar triste, angustiado, enojado, sorprendido, amor, calma? Escucho sus representaciones y las analizo. Concluyo que, en la realidad, no significan nada. 

Las emociones, en cuanto a las acciones que generan, también son neutras. Existen personas que, ante el miedo, atacan. Otras, ante el miedo, huyen. Otras se quedan paralizadas. La emoción es la misma, la acción viene de nuestra interpretación (dejamos aquí al margen las acciones instintivas y que no son modificables por el diálogo privado, salvo mediante un entrenamiento profundo y prolongado).

Debemos observar y revisar el diálogo privado que generan estas emociones e identificar qué nos resulta útil o no, para intervenir y hacernos cargo del significado de su contenido.

Esa intervención se entrena, todo lo cual requiere tiempo y esfuerzo, de un nuevo cableado emocional, darnos la oportunidad de que nuestro cuerpo cablee hacia otra dirección la emoción, que sea amable en diálogo privado con nosotros. Esto es lo que llamo “desarrollo-habilidad emocional” (gestión de emociones): hacernos cargo de ellas y proponernos visualizar estas etapas:

-Primera etapa. Declaración de ceguera emocional: Entendemos que nuestra emocionalidad puede provenir de conversaciones privadas que tenemos con nosotros mismos sobre hechos que sucedieron. Estas conversaciones en muchas ocasiones nos pasan, sin darnos cuenta de que las tenemos, ello no es fácilmente observable por nosotros, inclusive es más fácil que otras personas se den cuenta de nuestras emociones, mientras nosotros somos ciegos a ellas.

-Segunda etapa. Identificación de nuestra emocionalidad: El paso siguiente a declararnos “ciegos emocionales” es poder identificar desde qué emoción estamos actuando. 

Dicho de otra manera, entender que siempre nos encontramos en una emoción particular la cual nos abre o nos cierra posibilidades de acción, para de esa manera estar disponibles para la tercera etapa, mediante la cual podemos diseñar el estado de ánimo que necesitamos para accionar.

-Tercera etapa. Gestionar nuestra emocionalidad: En esta etapa es en la que podemos “orquestar” la emocionalidad que necesitamos para llevarnos a la acción que estamos buscando. Entendemos que luego de identificar cuál es la emocionalidad que nos abre o nos cierra posibilidades podemos comenzar a elegir y diseñar cuál es la emocionalidad que necesitamos navegar para lograr lo que quisiéramos planificar y acceder.

Nuestra tarea como mediadores no es buscar y encontrar “verdades absolutas” sino establecer algunos parámetros que nos lleven a mantener diálogos saludables con nosotros mismos y en interacción continua con un otro. 

Ésa es la transformación de nuestro diálogo en el ámbito personal, profesional, etcétera. Saber identificar qué siento, saber por qué lo siento, poder poner en palabras lo que siento, significa entrenarnos, revisar y reformular cada emoción y aprender a tratarnos con amabilidad y cortesía.

Es el camino para seguir construyendo puentes de paz, desde nuestro mundo interno-emocional, hacia lo exterior- social.

(*) Abogada, mediadora y facilitadora

Comentarios 5

  1. elda jorgelina lagos says:

    Qué buena reflexión! Evidentemente ser mediador requiere capacitación y talento.

  2. Matias Maccio says:

    Excelentísimo !!! Me encantó. Gracias.

  3. Adriana Orsi says:

    Impacta saber lo importante que es el diálogo con uno mismo , saludable enseñanza y reflexiòn que aporta valor a la mediaciòn sin duda !

  4. Sciu Claudia says:

    Muy bueno colega !

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