Por Paula Arregui *
Así como se pasó del intercambio de sal a los billetes, las transacciones de dinero por bienes y servicios fue mutando a lo largo del tiempo. Aún en épocas cuando los Estados y naciones no estaban conformados como los conocemos hoy en día, la economía ya formaba parte de la humanidad. Sin embargo, en países como Argentina, cerca de 30% de sus ingresos no está declarado. ¿Cómo se puede, entonces, contrarrestar esta realidad?
El profesor Friedrich Schneider, de la Johannes Kepler University de Linz (Alemania), elaboró en 2017 un ranking global sobre el impacto de las “economías en las sombras”, es decir, el peso total que tienen aquellas transacciones que son realizadas en efectivo, sin declaración de impuestos y que -por ende- no forman parte del PBI. Argentina -según estas estimaciones- alcanzó 28,65% de su PBI “en negro” durante 2016. Primera alarma.
Las políticas económicas encuentran en la tecnología un aliado para superar estos índices de informalidad en los que está inmerso el ecosistema financiero local.
Medidas como la aprobada por el Banco Central, que obliga a comercios y monotributistas a aceptar el pago con tarjetas de crédito y débito, además de transferencias, son un primer paso para formalizar la economía.
No obstante, el otro lado del asunto es que apenas 50% de la población económicamente activa en Argentina está bancarizada. Y de este porcentaje, ocho de cada 10 usuarios -según datos del Banco Mundial- extraen enteramente su sueldo apenas depositado, por lo que no aprovechan los beneficios que ofrece su banco, sumado a que buena parte de ese dinero se utiliza en la informalidad. Segunda alarma.
En Argentina ocurre un fenómeno curioso: hay más smartphones que habitantes. Según datos oficiales, existen 1,5 dispositivo por persona. Es, sin duda, uno de los objetos más comunes para toda la población, sin importar edad, lugar de residencia o escalafón social.
Ahora bien: ¿cómo se transforma el celular en una billetera? Es simple: el usuario hace una compra, abre la billetera electrónica (una app muy simple de instalar, a la que están asociadas sus tarjetas, cuentas bancarias o saldo propio de la aplicación), elige su medio de pago preferido, escanea el código QR del comercio y listo. El pago está realizado.
La principal ventaja de utilizar este sistema, además de la velocidad, la simpleza y la reducción del uso del efectivo, es que para los clientes el sistema es gratis, mientras que para los comercios la comisión es cero (versus tarjetas de crédito, débito u otros impuestos).
La experiencia de India parece ser un modelo a seguir o, al menos, a considerar.
Ese país, que tiene 1.324 millones de habitantes, dio un volantazo en 2016 cuando quitó de circulación los billetes de 500 y 1000 rupias -86% del efectivo circulante-. Junto con esta medida, el gobierno comenzó un fuerte trabajo de articulación de sus propios sistemas con los de compañías privadas, para incorporar pagos electrónicos como alternativa al efectivo.
“El dinero ‘negro’ y la corrupción son los mayores obstáculos para erradicar la pobreza”, había dicho por aquel entonces Narendra Modi, el primer ministro indio.
Argentina no es India pero tiene, al igual que el gigante asiático, la solución en la palma de su mano para formalizar su economía: la billetera electrónica y los pagos con código QR.
* Contadora pública (UBA). VP de Producto Mercado Pago