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De la memoria afectiva de Argüello (III)

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La Biblioteca Popular “Luis José de Tejeda”, a mediados del siglo pasado, fue un hito cultural convocante para los jóvenes de Argüello.
Edmundo Heredia, apenas salido de la adolescencia, era su bibliotecario y en aras de la natural bonhomía que desplegaba, casi todas las tardes un grupo de amigos se reunía para escuchar música clásica o comentar lecturas de interés común. Uno de ellos era Marcos Lombardi, sobrino del doctor Rolutti, el médico del pueblo que realizaba en bicicleta las visitas domiciliarias a los enfermos.

A propósito de Marcos Lombardi, recuerda Heredia: “Cuando se creó Radio Nacional llamaron a concurso de locutores. El edificio a inaugurar estaba y está en la misma manzana del Correo, a metros de donde yo trabajaba en YPF. Con un poco de caradurismo decidí presentarme. Había que conocer música clásica y yo tenía conocimientos elementales adquiridos en la biblioteca de Argüello.
La primera prueba era la lectura de una página que cada candidato llevaba preparada. La mía era un texto de la revista Amigos Inolvidables, que a su vez reproducía textos de un programa de radio que presentaba esa revista, de modo que mi lectura era muy apropiada…
Esa misma mañana pedí permiso para ausentarme de mi trabajo y me presenté puntualmente porque era necesario estar a una hora muy precisa. Había más de 100 candidatos, entre ellos locutores profesionales de otras radios. Cuando me llegó el turno me hicieron entrar a una sala ya acomodada para la futura radio.
Detrás de una ventana toda de vidrio que daba a otra sala estaba el jurado. Fue un momento de emoción y de tensión. Yo leía bien y tenía buena voz, por lo que aprobé esa parte del examen, junto a una docena de candidatos. Era un triunfo.”.

LRA7 Radio del Estado, luego Radio Nacional, fue inaugurada el 26 de octubre de 1957, a las 18. Entre otras autoridades se hallaban el entonces ministro de Comunicaciones de la Nación, doctor Ángel H. Cabral; el director General de Radiodifusión, Antonio Pagés Larraya, y el interventor federal en Córdoba, comodoro Medardo Gallardo Valdez. El obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Ramón Castellano, con el tiempo arzobispo, bendijo las instalaciones.
Pero prosigamos con la recordación de Edmundo Heredia: “Unos días después los seleccionados fuimos citados para el examen oral. Ahí tomé contacto con el jurado, integrado por autoridades de la radio llegadas desde Buenos Aires.
Me dejaron hablar un poco sobre música clásica y luego vinieron las preguntas que sucesivamente me resultaban cada vez más difíciles de responder. Me di cuenta de que allí no había tanto éxito. Efectivamente, no fui elegido”.
El día anterior a la inauguración de la filial de Radio del Estado se había llevado a cabo en la plazoleta Del Fundador el plebiscito de la enseñanza libre, con palabras de Jorge de la Rúa – luego destacado penalista y ministro en el gabinete nacional presidido por su hermano Fernando-, por los estudiantes secundarios; Jorge Caminotti -más tarde ministro de Economía de Eduardo César Angeloz-, por los estudiantes universitarios; el doctor Enrique Nores Martínez, quien dirigió el diario Los Principios, por los profesionales, y por Lila Perrén de Velazco, madre de quien sería el futuro rector de la Universidad Católica, por los padres de familia.

El mismo día 26, pero a las 10, se reunió la Asamblea Universitaria, con 80 miembros, para elegir rector de la Universidad Nacional. Los doctores Jorge Orgaz y Jorge Núñez -rector en ejercicio- fueron candidatos, pero no lograron mayoría luego de cinco votaciones. Tras la abstención de la Reforma Universitaria, se eligió rector al doctor Pedro León.
El director de la radio, señor José A. Medina Martínez, hombre de firme carácter, había dado órdenes precisas de cerrar la puerta de ingreso a la hora indicada, pues era de suponer que un locutor debía cumplir estrictamente su horario. Nos dice Heredia: “Los que llegaron poco después se agolparon infructuosamente. Yo los miraba desde dentro con pena y entre ellos vi a un amigo mío de Argüello, con quien compartiera horas escuchando música en la Biblioteca. El pobre le hacía señas al portero para que lo dejara entrar, en vano. Entonces se me ocurrió una idea: le dije al portero que yo había venido junto con él y que seguro se había demorado en algún trámite que imaginé en el momento. Yo sabía que mi amigo era muy entendido en música clásica y que tenía una voz grave y un decir algo melifluo, a semejanza del locutor peruano Guerrero Martineiz.

Mi amigo se llamaba Marcos Lombardi. El portero lo pensó, le hizo señas para que fuera por otra puerta y así consiguió entrar, presentándose con éxito al concurso”.
Marcos Lombardi dejó huellas en la locución de Córdoba. Su temple solemne y armonioso lo destacaron en la presentación de los recitales en el auditorio de Radio Nacional y su gracejo particular rayano en la alta corrección lo distinguía en la conducción. Su pronunciación era impecable y llamaba la atención por la adecuada interpretación de nombres y términos en idiomas extranjeros.
Sus cualidades lo llevaron a Radio Nacional Buenos Aires, donde ratificó sus talentos, siendo su voz identificatoria de la emisora.

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