Construir consensos en una sociedad fracturada

En un contexto político marcado por una profunda grieta en nuestro país, las diferencias ideológicas y la polarización se han convertido en una constante en la vida cotidiana de los argentinos. Sin embargo, en medio de estas posiciones tan antagónicas, una historia singular emerge como un rayo de esperanza en el horizonte. Dos grandes amigos, Leonel y Sebastián, se encuentran atrapados en un ciclo interminable de discusiones políticas que amenaza con destruir su histórica amistad. Pero la intervención de un tercer amigo, Pedro, y su habilidad para aplicar principios de mediación demostrarán que, a pesar de sus diferencias, todos comparten intereses comunes. Esta historia no sólo revela la importancia de la fraternidad en tiempos de crisis sino también el poder de la mediación para construir puentes en sociedades fracturadas.

Situados en el barrio de Nueva Córdoba, año 2023, dos amigos inseparables: Leonel y Sebastián. Durante años compartieron risas, desafíos y aventuras, pero a medida que la grieta política se profundizó en Argentina, comenzaron a distanciarse. Leonel, un trabajador social, ferviente defensor de las políticas progresistas, creía en la necesidad de un cambio estructural y un enfoque más equitativo en la distribución de la riqueza. Por otro lado, Sebastián, contador, con una postura más conservadora, abogaba por la importancia de la libertad individual y una economía de mercado sólida.

En cada encuentro, las discusiones políticas se tornaron cada vez más acaloradas, con argumentos que resonaban en el asado de los viernes. Sus amigos comunes comenzaron a evitarlos, cansados de escuchar sus debates interminables. La tensión habitual entre Leonel y Sebastián llegó a un punto de quiebre cuando se enfrascaron en una discusión en otra juntada habitual, de esas que servían comúnmente para romper con la rutina, frente a una audiencia atónita e impactada por el nivel de escalada.

Preocupado por la situación, Pedro intervino antes de que su amistad se rompiera por completo. Consciente de los principios y las herramientas de la mediación, ante lo sucedido les ofreció una reunión en la que sólo estarían presentes ellos tres. Él operaría como intermediario para ayudar a resolver sus diferencias; para ello convocó a una reunión diferente a las habituales y aclaró que ellos sólo podrían expresar sus puntos de vista de manera pacífica y constructiva.

Pedro estableció las reglas de la mediación: respeto mutuo, escucha activa y enfoque en los intereses en común. Al principio fue un proceso difícil, pues Leonel y Sebastián estaban atrincherados en sus posiciones. Sin embargo, a medida que Pedro les recordaba su amistad y los momentos compartidos, lograron encontrar puntos de acuerdo que antes se encontraban soslayados por sus principios estructurados en base a sus posturas.

Con el paso de los minutos se dieron cuenta de que ambos compartían preocupaciones similares, aunque con diferentes enfoques. Los dos querían un país próspero y justo, aunque sus visiones sobre cómo lograrlo difieren de las formas de aplicación. A medida que la mediación avanzaba, Leonel y Sebastián comenzaron a comprender que sus diferencias no eran insalvables y que, en realidad, compartían un objetivo común: el bienestar de su país y la prosperidad de la sociedad. 

Pedro les recordó que, en un momento de crisis social, económica y política, era fundamental unirse en lugar de dividirse. Hablaron sobre la importancia de la fraternidad y cómo la unidad entre los ciudadanos históricamente ha servido para superar cualquier brecha ideológica. Les hizo entender que la grieta política sólo beneficiaba a aquellos que buscaban enquistarse en el poder, mientras que la verdadera fuerza radica en la colaboración y el respeto mutuo.

También esta reunión sirvió para comenzar a reflexionar sobre el impacto que su disputa había tenido en sus vidas y en su amistad. Se dieron cuenta de que, al enfocarse únicamente en sus diferencias políticas, quedó de lado la esencia de su relación: el apoyo incondicional, la comprensión y el compañerismo. La realidad actual es igual para todos y las personas trascienden a las simples etiquetas políticas; eran seres humanos con sueños, esperanzas y preocupaciones más que compartidas.

A medida que avanzaba la mediación, Leonel y Sebastián comenzaron a buscar soluciones conjuntas. Reconocieron que, si bien sus enfoques eran diferentes, podrían combinar ideas para construir un país más inclusivo y próspero, pues recordaron que nuestra tierra logró su esplendor en momentos de oleadas de inmigrantes, dolor por pérdidas que devenían de guerras y del intercambio intercultural de nativos, europeos y naciones que veían a nuestro país como una tierra de oportunidades, rica en recursos y con la energía que nos caracteriza por la pasión de destacarnos. Aceptaron la diversidad de opiniones como un motor de progreso y comprendieron que la clave estaba en el diálogo respetuoso y la búsqueda de consensos.

El proceso de mediación les enseñó que la polarización en el ámbito político no era un destino inevitable. Podían elegir trascender la grieta y trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes. Comprendieron que la política no debía separarlos sino que debía ser un espacio para el intercambio de ideas y la construcción colectiva.

Con el tiempo, Leonel y Sebastián volvieron a ser amigos inseparables. Aunque todavía tenían diferencias políticas, aprendieron a abordarlas desde otra óptica, el respeto y la comprensión mutua. Compartieron momentos de risas, aventuras y desafíos, recordando que su amistad era más fuerte que cualquier discrepancia política.

La historia de Leonel, Sebastián y Pedro es un poderoso recordatorio de la importancia de la fraternidad en tiempos de crisis política y social. Mientras la grieta política amenaza con dividir a la sociedad argentina, la mediación emerge como una herramienta vital para construir puentes entre aquellos con opiniones divergentes. La historia de estos amigos demuestra que, detrás de las etiquetas políticas, todos compartimos intereses y preocupaciones comunes que van desde las cuestiones habituales de la vida diaria hasta las formas macro de organización social como lo es el Estado. La clave está en escucharnos, respetarnos y trabajar juntos para alcanzar soluciones que beneficien a todos. La mediación nos enseña que, a pesar de nuestras diferencias, la amistad y la solidaridad pueden prevalecer si somos más empáticos. En un país fragmentado, es necesario recordar que somos más fuertes cuando nos unimos y buscamos el bienestar de nuestra sociedad en su conjunto. 

Los mediadores deben ser conscientes de su poder para generar cambios sociales significativos. Más allá de resolver conflictos individuales, tienen la capacidad de impactar en la sociedad en su conjunto, fomentando una cultura del diálogo, la colaboración y la reconciliación. Al desafiar las estructuras de división y confrontación, los mediadores se convierten en defensores activos de la paz y la justicia social.

(*) Abogado y mediador – [email protected]