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China y el control social por medio de los datos personales

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Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **

El capitalismo, sin reconocimientos de otros derechos que los económicos, se transforma en una dictadura del más poderoso. Ahora bien, como sistema económico es el que mayor desarrollo y bienestar material ha producido en las últimas centurias. Por ello en los últimos 100 años los Estados democráticos han adoptado este sistema en lo económico junto con el reconocimiento de cada vez más derechos extrapatrimoniales a las personas. A los originarios derechos civiles y políticos pregonados por el primer liberalismo se fueron sumando otros derechos de carácter social que fueron humanizando aún más la relación gobierno-ciudadanos.
Sin esos derechos, el capitalismo se transforma, como dijimos, en una dictadura, ya que lo que califica a un gobierno de tal manera no es el grado de bienestar económico de sus ciudadanos sino el respeto (o no) por sus derechos básicos. Y el primero de ellos es el respeto de la autonomía personal para decidir de qué forma llevar adelante la vida de uno.
Los otros días nos dimos con la noticia de que China aplicaría un “sistema de crédito social” para fomentar el civismo y la honestidad. Nadie puede estar en contra de que se promuevan estos valores (suponiendo que todos coincidamos en cuanto a qué debe entenderse por tales), pero sí se puede disentir en la forma como se quiere hacerlo.
Como señala el diario el País de Madrid: “Uno de los ejes del proyecto es la recolección del denominado big data -datos de todo tipo, personales, financieros y de consumo- para detectar posibles comportamientos fraudulentos, pero también para crear lo que fácilmente podría emplearse como un instrumento de vigilancia política masiva”. Esta posibilidad es lo que llevó a expresar al profesor Willy Lam, de la Universidad China de Hong Kong: “Si el aparato de seguridad puede acceder a esa información, ya no habrá vida privada en China”.
La recopilación masiva de datos no es algo nuevo ni, mucho menos, privativo de China. Pero en la era de la globalización y de la “sociedad de la información”, la vieja aspiración de Alton B. Parker, presidente de la Corte Estatal de Apelaciones de Nueva York, a principios del siglo XX del “derecho de atravesar este mundo”, si uno lo desea, “sin ver su foto publicada, sus negocios comerciales discutidos, sus experiencias exitosas escritas en beneficio de otros, o sus excentricidades comentadas en periódicos, revistas, folletos, o panfletos” resulta, en la enorme mayoría de los casos, una quimera.
Esto se aplica no sólo a las personalidades públicas sino a casi cualquier persona. Como decía Tofler en La tercera ola, la llamada “globalización no es sino un aspecto de esta sociedad de la información, o sociedad tecnológica, que comporta una forma de vida auténticamente nueva basada en derredor del procesamiento del conocimiento y la información, impone a nivel global, sus propias formas de entender el tiempo y el espacio, la lógica y la causalidad. Acerca distancias, fusiona culturas, debilita las barreras espacio-temporales, acelera la historia, estandariza gustos y valores a nivel mundial”, trayendo tal orden de cosas aparejado un nuevo concepto de poder mediante vigilancia, información y control. El inmenso arsenal de datos que la informática pone a disposición de la administración pública en nuestros días acrecienta hasta límites insospechados los mecanismos de control social.
Es por ello que práctica como la expresada debe verse con ojos severos. Ya que el respeto a la dignidad ínsita de la persona humana, tanto en su faz individual cuanto en la social, nunca más que hoy necesitan de una protección jurídica eficaz que la resguarde en sus facetas más propias, frente al aspecto materialista del avance tecnológico, que amenaza con cosificarla y vaciar a la persona de contenido esencial, reduciéndola a un mero “dato” o cifra.
Pues no debemos olvidar que los datos en sí, nada valen; la protección que les dispensa el derecho no es por su importancia económica, política o social sino simplemente por el respeto a la dignidad de las personas.
De las cuales que se desprenden como guijarros que se cuelan de una bolsa con orificios, dejando a lo largo del tránsito por la vida por parte de todos los seres humanos, el reflejo de cada personalidad única e irrepetible, de sus valores, sus pensamientos, e ilusiones más preciadas.
Quitar derechos civiles y políticos, que el Estado se entrometa en la privacidad de sus ciudadanos o que se induzca al pensamiento único no es algo bueno, sirva al fin que sirva. Ningún sistema, por más desarrollo económico que traiga, está legitimado moralmente si no se respetan las libertades individuales y políticas y las personas, empezando por el derecho de hacer de su vida lo que le plazca, sin afectar a terceros.

* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado. Magister en Derecho y Argumentación Jurídica 

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