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Camilo Torres: la magnitud del revolucionario (parte II de IV)

Por Jorge A. Allievi - Exclusivo para Comercio y Justicia
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El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán abrió un cauce enorme a la violencia. La guerra civil golpeó duramente a Colombia. Liberales y conservadores no se dieron cuartel. Trescientos mil muertos fue el resultado provisional del enfrentamiento, otras estadísticas de guerra añaden quinientos mil heridos y tres millones de desplazados.

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Tamaño balance espanta hasta los propios contendientes que aún no lo asumen. El conflicto -según cuentan Gonzalo Sánchez y Donny Metters, autores de Bandoleros, gamonales y campesinos: el caso de la violencia en Colombia- se inicia realmente con el retiro en 1946 de Alfonso López Pumarejo de la presidencia de la República, debido a la presión política de varios sectores liberales que criticaban su segundo período por su mal desempeño en materias económicas y por supuesta corrupción.

En medio de la carnicería un grupo de políticos pensó que era necesario recuperar la cordura, recrear un clima de paz, razón suficiente para que los partidos tradicionales intentaran un camino de diálogo que culminó con la firma El Pacto de Benidorm –suscripto por el liberal Alberto Lleras Camargo y el conservador Laureano Gómez, en representación de sus partidos- por el cual los contratantes reconocían responsabilidades mutuas en la grave situación política que atravesaba Colombia, así como el inicio de las tratativas para establecer un sistema que permitiera el reparto igualitario de la administración del Estado.

El acuerdo comenzó a ser aplicado en 1958, luego de la caída de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla y la transición política efectuada por una Junta Militar, que llega a su fin el 7 de agosto de 1974, en el momento en que termina el mandato del político conservador Misael Pastrana Borrero.

Como consecuencia de esto nacía el Frente Nacional, que impondrá un régimen que tuvo como primer presidente a Lleras Camargo, constituyéndose en el primer partido con conciencia de clase al fusionarse las dos corrientes representativas de los sectores dominantes de Colombia. El enfrentamiento ideológico a esta altura era importante: aparecen organizaciones campesinas con influencias marxistas y algunos jefes guerrilleros liberales con concepciones distintas a las del partido liberal oficial.

En agosto de 1961, se realizará la sesión plenaria del consejo interamericano económico y social de la OEA en Punta del Este, Uruguay, donde se da forma definitiva a los postulados de la Alianza Para el Progreso, lanzada en marzo de ese año por el presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy como política de ayuda, cuyo verdadero objetivo era contrarrestar los efectos de la revolución cubana. En realidad, se trataba de un placebo para consolidar su liderazgo hegemónico en América.

El gobierno colombiano adherirá como los restantes miembros –salvo Cuba- a estos postulados, a cambio del apoyo yanqui en sus políticas de Estado. Pero en 1964 comienza a flaquear la política del Frente Nacional en duros enfrentamientos con campesinos y obreros.

Durante 1965, en Colombia, se llegará a tener más de ciento setenta mil trabajadores parados. En aquel año 64, el 4 de julio nacerá el Ejército de Liberación Nacional (ELN) integrado por estudiantes doctrinaria y militarmente preparados en Cuba, provenientes de distintas vertientes ideológicas, comandados por Fabio Vásques Castaño, creando la “Brigada José Antonio Galán”, nombre dado en homenaje al prócer mestizo comunero colombiano que se levantó en el siglo XVIII contra la corona española, antecedente fundamental de la lucha por la independencia, y que acuñó la célebre frase “¡En nombre de mis mayores y de la libertad, ni un paso atrás, siempre adelante, y lo que fuere menester, sea!”, utilizada por los sectores revolucionarios.

En enero del 65, el ELN lanza el Manifiesto de Simacota, difundiendo su “Propuesta Política para Colombia”, arengando al desarrollo de la guerra revolucionaria y a la unidad de los distintos sectores del país para tal fin.

Concebía la unidad sin distinciones ideológicas, es decir, sin colores políticos ni religiosos ni culturales ni económicos. La tarea debe ser desarrollada por todo el campo popular: en conjunto los obreros, estudiantes intelectuales, campesinos, empresarios patriotas, etcétera, lo que producirá como resultado una lucha amplia, democrática y de profundo contenido social y antiimperialista.

El programa era progresista y de avanzada, en el cual se destaca la necesidad de garantizar la dignidad humana; el libre desarrollo de los colombianos; la revolución agraria; asistencia sociocultural al campesino; protección de la industria nacional; intercambio comercial con todos los pueblos del mundo; potenciación de la industria semipesada; incorporación de la población aborigen al sistema económico y cultural de Colombia, respetándola en todos sus planos; libertad de culto y de pensamiento, y educación obligatoria y gratuita.

Esta organización, al ser ideológicamente abierta, a diferencia de las FARC -originadas en el Bloque Sur del Partido Comunista de Colombia, no permeable al diálogo con los cristianos-, va a contactarse con un amplio espectro en el que se encontraba el religioso, junto con el sacerdote Jorge Camilo Torres Restrepo.

(*) Diplomado en Patrimonio Cultural Latinoamericano – Historiador.
Autor de Juan Bautista Bustos, una aproximación a su figura a través de los documentos.

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