En 2015 se disputará el XV Campeonato Mundial de Atletismo. La ciudad de Pekín, entre el 20 y el 30 de agosto de 2015, será la sede, bajo la organización de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo y la Federación China de Atletismo. Por Carlos Marcos.
Pero no es lo deportivo lo que me trae a este espacio. No es eso sino la preocupación por el inminente acto de la aparición de una palabreja que no está en nuestro idioma. Tal como ya sucedió en ocasión de la disputa de los Juegos Olímpicos (JJOO) de 2008, muchos volverán a usar la palabra Beijing en lugar de Pekín.
Si en ocasión de los JJOO de 2008 se hubiera preguntado, a algún diario, el porqué del uso de la palabra Beijing en lugar de Pekín, es probable que la respuesta hubiera sido, con un ligero tono de superioridad no exento de cierto autoritarismo, algo así como “reunidos con el resto del grupo se decidió utilizar el término Beijing, porque ése es el topónimo oficial que la República Popular China utiliza en la actualidad”.
Recientemente han surgido algunas instancias políticas que recomiendan que los topónimos se utilicen en su lengua original y que no se creen nuevos exónimos. A tal respecto, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Normalización de Nombres Geográficos (United Nations Conference on the Standardization of Geographical Names) formula recomendaciones para proporcionar una nomenclatura geográfica única en todo el mundo. Acepta que existen exónimos tradicionales firmemente arraigados, en los idiomas nacionales. Pero aunque los acepta, recomienda que para los nuevos nombres geográficos que se han venido creando y los que se creen en el futuro, no se creen nuevos exónimos y se utilice el topónimo oficial.
¿Quién es la ONU para dictar normas universales que se oponen a las tradiciones culturales de las naciones que la forman? Se trata de un forma más de “gran hermano” que no se conforma con someter a sus miembros a una vigilancia policial sino que además pretende imponerles normas que sólo responden a teorías políticas. Teorías políticas que se mueven con movimientos pendulares influenciados por modas, tiempos, climas y que, como tales y para usar una expresión popular, hoy están y mañana no están. Mientras que las referidas tradiciones culturales de las naciones se han ido formando por muchos años hasta consolidarse en expresiones usuales.
El Diccionario Panhispánico de Dudas dice: “Pekín. El nombre tradicional en español para designar la capital de China es Pekín (también, raro hoy, Pequín). El nombre Beijing es resultado de la transcripción de los caracteres chinos al alfabeto latino según el sistema «pinyin», desarrollado en China a partir de 1958 con el fin de unificar los diversos sistemas de transcripción del chino aplicados por distintos países. Este sistema se puso en práctica oficialmente en 1979 y es hoy mayoritariamente utilizado por las agencias de prensa. No obstante, se recomienda usar en nuestro idioma el nombre tradicional español, cuyo gentilicio es pekinés (o pequinés, si se utiliza la grafía minoritaria Pequín).”
En el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) la palabra Pekín aparece en 1.396 casos, mientras que Beijing en sólo 228 casos; en tanto que en el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), la palabra Pekín aparece en 728 casos mientras que no existen casos para Beijing. El CREA es el banco de datos de la lengua española cuyo contenido se incluye de forma estadística escogiendo expresiones de Hispanoamérica y España, de toda clase de textos escritos, y cubre los últimos 25 años, mientras que el tiempo anterior hasta los inicios del idioma está cubierto por el CORDE.
La forma propia con que una comunidad de hablantes nombra un lugar que se encuentra fuera del ámbito de influencia de su lengua se conoce como exónimo; frente a la forma local con que los habitantes del lugar nombrado se refieren a éste en la lengua autóctona, que se denomina endónimo. Así, Egipto es el exónimo español que corresponde al endónimo egipcio Misr; Croacia, el de Hrvatska; Ségovie es el exónimo francés de la ciudad española Segovia; Arjentin es el exónimo turco de Argentina.
Por último, me permito citar al lexicógrafo José Martínez de Sousa quien, en su Manual de Estilo de la Lengua Española, 2007, pág. 371, sostiene: “En escritos no profesionales, en la literatura y el periodismo, los exónimos son de uso obligatorio, ya que las formas originales son desconocidas y carecen de entronque con la cultura popular y la fonética de cada lengua. A mayor abundamiento, habría que utilizar, como de hecho hacen los profesionales mencionados -bibliotecarios y documentalistas- una serie de signos fonéticos o combinaciones de letras (especialmente en las transcripciones) que el grueso del público desconoce y sólo sirven para desorientarle.”
Si la entidad aceptada como la fijadora de leyes de nuestro idioma, pese a sus frecuentes devaneos, nos aconseja adoptar un término, en este caso considero que lógicamente, desde un punto de vista tradicional, lógico y ortográfico; si la tradición escrita, a lo largo de los últimos 25 años y mucho más allá, hasta los inicios de nuestro idioma, nos muestra que una palabra es la usada y no otra; si la opinión de los estudiosos de nuestra lengua nos está marcando el camino a seguir, ¿por qué tenemos que desoírle para seguir sugerencias caprichosas de gente que pretende dictar normas que ignoran lo antedicho?
Lo conveniente es la utilización del nombre tradicional que surge de los topónimos traducidos a nuestra lengua y no los oficiales. Es lo que hacemos con Londres, en vez de London. Así como con Moscú, Florencia, Milán, Nueva York, Turín, Inglaterra, Gran Bretaña, Dinamarca, Suecia, Austria, Belgrado -en vez de Moskva-, Firenze, Milano, New York, Torino, England, United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland, Danmark, Sverige, Österreich, Beograd. Y que no se nos ocurra utilizar Zhongguo en vez de China.