ESCUCHARUna recorrida íntima por el fenómeno que genera la entidad deportiva más admirada. Una verdadera industria de consumo proyectada a todo el mundo, tras la bandera insignia del astro argentino Lionel Messi. La experiencia de un Camp Nou repleto vivida desde dentro.
Mes que un club. Esa frase en catalán es el eslogan distintivo de un club que, por estos tiempos, representa una fuerte marca comercial más que una institución deportiva: el Fútbol Club Barcelona. Sus más de 150.000 socios lo convierten en uno de los cinco clubes con mayor cantidad de abonados del mundo, lo cual obliga a que se deban anotar en lista de espera aquellos que deseen serlo por primera vez.
Su estadio, el Camp Nou, fue inaugurado el 24 de septiembre de 1957 y su capacidad actual es de 99.354 espectadores, todos sentados en cómodas butacas numeradas. En la actualidad está rodeado de un anillo perimetral que es el escenario donde el marketing deja ver todo su poderío.
El subte (metro) deja a los fanáticos muy cerca del “templo” catalán. Dos horas antes del comienzo del partido frente al Athletic de Bilbao, consumen todo lo que tienen a su alrededor. Hay dos mercados y dos vías para adquirir productos “culés”.
Obviamente, lo que se comercializa fuera del estadio no son productos de la marca que viste al Barça. Pero se venden. Y mucho.
La crisis europea no parece haber llegado hasta aquí. Entrando al estadio, varias tiendas oficiales exhiben todos los productos imaginables: camisetas, pantalones, remeras, bufandas, llaveros y más. Son un imán para miles de personas, lo que genera ingresos millonarios cada temporada.
También, numerosos bares ofrecen la posibilidad de consumir alimentos y bebidas de todo tipo, tanto al comienzo como al final del partido. Locales y visitantes conviven en armonía y en paz absoluta. Charlan, se ríen y disfrutan de la fiesta. Comparten tribunas y alientan a su equipo, sin peligro alguno.
Desde todo el mundo
En las gradas, el porcentaje de españoles es muy bajo. Hay turistas de todo el mundo que pagan lo que sea por estar allí. Se sacan fotos sin parar. Casi ni miran el partido. No entienden mucho de fútbol. Buscan a Messi desesperadamente y celebran cada jugada de nuestro astro rey.
La comparación con lo que ocurre en cualquier estadio de fútbol de Argentina es inevitable. La primera sensación que se percibe estando en el Camp Nou es la de que el partido de fútbol en sí es el plato final de una puesta en escena grandilocuente, ideada con la finalidad de desplegar la marca Barcelona. En contrapartida, lo que nos tiene acostumbrado el fútbol en nuestro país está más referido al resultado del evento deportivo propiamente dicho.
Vivirlo desde dentro
Fueron marcadamente diferentes las experiencias vividas en el Camp Nou durante el partido entre el FC Barcelona y el Atletic Club de Bilbao, disputado el pasado sábado, que fue victoria por 2 a 0 del equipo local. Ante la negativa del club a conceder las acreditaciones solicitadas, decidimos comprar una entrada, algo muy poco habitual (la escasa fila de personas lo atestiguaba) debido a que la gran mayoría es abonada. Gracias a eso, lo vimos todo desde dentro. Adquirimos el ticket. Los precios varían en función de la ubicación y van desde 69 hasta 150 euros, un precio no demasiado accesible para el español medio, quien percibe un sueldo que va desde 800 a 1.000 euros de promedio.
El partido avanza y el Barcelona no encuentra el gol. Todo indica que será empate. En las tribunas todo sigue igual, son parte del show. Finalmente llegan los goles y los catalanes ganan.
Los fanáticos de todo el mundo no se van. Quieren las últimas fotos, los recuerdos finales de una experiencia que quizás no repitan nunca. El Barcelona vive de ellos. Se van. Pasan por las tiendas y compran más remeras. Fútbol y negocio van de la mano. Siempre.
