En todos los continentes y sin distingos en función de dimensión territorial o magnitud de sus respectivas poblaciones, la expectativa que prima para el próximo año es pesimista, pues globalmente registrará un índice de crecimiento inferior al presente.
La evolución habida en el transcurso del periodo 1985-2015 ha acentuado en tal forma la concentración de la riqueza a nivel ecuménico que, según lo advierte un documentado informe elaborado en el seno de la OCDE, ha constituido un récord absoluto en tal sentido.
Dicho aspecto y sus variantes se comparan con la paralela evaluación de cuando se comenzaron a llevar sistemáticamente los datos relativos a precios, revelando que este esquema es vital en el funcionamiento de la economía mundial.
La conclusión más rotunda y trascendente sostiene que mientras los integrantes del 10% de la cúspide (“el club de los ricos”) ha multiplicado su fortuna en una proporción equivalente a
150%, en el 10% que mora la base de la pirámide tal tendencia les permitió mejorar su situación en apenas 15,6%. En cuanto a los sectores de ingresos medios, que cubren la otra mitad, percibieron la proporción residual de 37,6%, que parece ser suficiente para aplacar todos los reclamos de tono reivindicatorio.
Lo señalado sucedió con períodos de mayor expansión y para la franja superior no se ha interrumpido el enriquecimiento y, en algunas circunstancias, hasta se acentuó, siendo los más afectados, sin lugar a dudas, los jóvenes y las mujeres. En términos de patrimonios, para el año 2012 en los países de la OCDE el 10% cimero resultó titular del 50% del total general de la riqueza acumulada; al par que el 40% de receptores en la base lo fue de apenas 3%. Por lo tanto, la amplia franja de los tramos medios receptó el 47% restante, constituyéndose ésta en una relación casi lineal entre titulares y patrimonios que los hace mayoritariamente defensores del “status-quo”.
Tan desiguales proporciones asignativas permiten apreciar que las máximas situaciones de polarización se verifican mediante la expresión patrimonial. El entonces secretario General de la OCDE -integrada por 34 países-, advirtió de su honda preocupación debido a que “al no atacar el problema de las desigualdades hemos alcanzado un punto crítico” ya que “los gobiernos debilitan el tejido social de sus países y comprometen el crecimiento económico a largo plazo”.
En el mismo tono señaló que el tema sigue siendo acuciante incluso en Estados Unidos, donde más de la mitad de quienes fueron empleados entre 2008 y 2013 lograron una incorporación sólo a tiempo parcial, habiendo crecido 10,6% el ingreso del décimo superior; mientras en una igual proporción de la base de la pirámide distributiva cayó en -3,2%.
La composición de los asalariados en dicha área, entre 1995 y 2013, según también lo señala el Informe referido, incluyó a más 50% que revistaba en puestos precarios. Incluso aclaran que ello es así porque “los trabajadores temporales y poco cualificados tienen mucho menos ingresos y son más inestables que los permanentes”. Pese a las enormes brechas que signan la existencia de tan diversos grados de desigualdad, se aclara que en los países que integran la OCDE se descubrió que, comparativamente, rigen peores condiciones en Estados Unidos, Israel, Turquía, México y Chile; pero las mismas mejoran notoriamente en Eslovenia, Eslovaquia, Noruega y Dinamarca.
Escenario actual y perspectivas
El Departamento de Economía y Desarrollo del Fondo Monetario Internacional elaboró, originalmente en junio ppdo., las previsiones relativas al ritmo de crecimiento para 2015 estimando que el índice medio de crecimiento equivaldría a +3,3%. Sorpresivamente, sólo un mes después y sin dar mayores explicaciones, lo redujo a +3,1%, y en octubre ppdo. lo situó en +2,8% Los demás organismos aceptaron tales presunciones sin realizar consideración alguna sobre ellas.
Llama mucho la atención que no hayan hecho mención alguna en esa materia respecto a 2016. Todos los analistas con cierta experiencia se preguntan reiteradamente qué puede significar esa actitud de estricta reserva, aunque evitan expedirse sobre tan enigmática postura. Sólo algunos evaluadores independientes se han animado a anticipar sus presunciones, coincidiendo en que el año próximo será aún más comprometido y difícil que el actual, pero prudentemente, si bien dan algunas pistas de sus premoniciones, no aceptan expresarlo en números.
Los datos que han trascendido para el año en curso hacen oscilar la tasa media de crecimiento entre +2,5% y un misérrimo +1,4% -de los que se autotitulan “realistas”-. Resulta obvio que existen en el mundo sectores más castigados en contraste con otros que exhiben mejores antecedentes y perspectivas, pudiendo citarse entre aquéllos los países que integran la Unión Europea (UE, 28) respecto de Estados Unidos, pese a que todos están caracterizados como economías de “altos ingresos”; aunque las más notorias de las que presentan mejores condiciones son India en primer término y luego China, aunque esta última ha bajado bastante su excepcional ritmo de expansión.
Las áreas más problemáticas
Los especialistas advierten de que no esperan en la Unión Europea el comienzo de una reversión sostenida para antes del año 2020. A su vez, en la máxima economía del planeta, Estados Unidos, cuya tasa “normal”de crecimiento anual se ubica en 3%, en los últimos siete años ha logrado llegar como máximo sólo a +1,9% e incluso registró en 2015 un primer trimestre de signo negativo que alarmó sobremanera y no hay expresiones de cierta satisfacción.
En cuanto a China, actualmente y desde mediados de 2014 en la cúspide de los diez más poderosos del orbe en función de sus respectivos productos brutos internos, pese a que en los últimos años el ritmo de crecimiento anual se redujo a 7,5% y 7%, respectivamente, su actual ritmo anual de crecimiento, en el trienio precedente había trepado a una excepcional marca de +10,6%. Pese a ello ha sido el principal país inversor externo del mundo. Respaldado por la enorme reserva de divisas depositadas en su Banco Central (3,63 billones de dólares), se ha convertido en el principal respaldo financiero de la Tesorería General de EEUU que, por ello, le debe un importe acumulado de US$1,4 billones.
Respecto al resto del mundo, con semejante decisión, viene encarando en forma creciente una actitud inversora de primer nivel. Sus experiencias iniciales en esta actividad fueron dirigidas a concretar una presencia activa en el continente africano, donde ya lleva invertido o prestado el equivalente a US$78,5 mil millones.
Esa cifra es muy relevante para una economía que tiene la mayor reserva en su Banco Central entre todos los países del planeta, ya que el segundo, Japón, registra “nada más” que US$1,38 billones, que equivalen a 37,8% de aquéllas y constituyen una “modesta” expresión de su real poderío. Luego le “tocó el turno” a América Latina, donde sólo en 2014 colocaron préstamos por US$ 22.000 mil millones, con los cuales ya suman US$119 mil millones en esta área; siendo los principales destinatarios, ordenados por magnitud acumulada en cada uno, un cuarteto que incluye a Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador.
Pero donde se aprecia cabalmente lo que está en condiciones y voluntad de financiar surge al evaluar la magnitud de la serie de grandes proyectos estratégicos que simultáneamente está dispuesto a encarar. Prueba de ello es el Ferrocarril Transoceánico, destinado a comunicar directamente la ribera atlántica norte de Brasil con lo puertos peruanos del Océano Pacífico, y el segundo canal transoceánico, paralelo al de Panamá, que se proyecta construir en Nicaragua. Como se puede apreciar, son iniciativas de tal magnitud y originalidad que pueden modificar sustancialmente no sólo a los respectivos países en que se deben realizar sino las rutas y mercados de todo el mundo.
El país, en ese contexto
Nuestro país en la actualidad genera una producción agraria de 115 millones de toneladas, que en menos de cinco años podrá ascender a no menos de 170 millones y hacer lo propio en la satisfacción de la demanda alimentaria externa, pasando de 450 millones de bocas a 720 millones. Justamente esto es lo que interesa sobremanera a China, ya que no puede autoabastecerse de alimentos dentro de sus fronteras y busca concretar la atención por parte de países productores, evitando en ese aspecto depender de Estados Unidos. Sus tierras agrícolas, explotadas durante miles de años, requieren un severo tratamiento que se debe extender por no menos de diez años.
En consecuencia, se presenta una oportunidad única para acceder a maquinaria moderna y funcional que nos permita dar el gran “salto” a la consolidación definitiva del país como una economía de alto grado de desarrollo. Cabe agregar que actualmente las inversiones chinas están afectadas a la construcción y equipamiento de dos centrales hidroeléctricas en Santa Cruz, la estación espacial localizada en Neuquén y la concesión de créditos que están haciendo factible la modernización integral de la línea del ferrocarril Belgrano; además de dos centrales atómicas que están proyectadas iniciar en 2016. Fuera de Estados Unidos, al que Pekín prefiere no acudir o hacerlo en la menor medida posible, sólo Brasil, Australia y Argentina, en todo el planeta, pueden atender con amplio beneficio mutuo a lo que ambas partes necesitan.
Los significativos cambios que derivarán de las medidas que tomen las nuevas autoridades electas, que hacen profesión de fe neoliberal, decidirán las tendencias que habrán de primar -por lo menos en los próximos cuatro años-. Se ha venido mencionando unificación y liberación cambiaria, elevación del mínimo no imponible en el impuesto a las Ganancias y eliminación o reducción de retenciones a las exportaciones de granos y carnes, pero estas son medidas aisladas que no constituyen un plan.
La inclusión en los equipos de gobierno de una gran cantidad de técnicos no puede frustrar las coyunturas que otorgan el devenir histórico muy de vez en cuando. Nuestra corta historia de vida independiente ha estado seccionada por el choque de intereses que, en forma bastante más frecuente de lo deseable, han desperdiciado oportunidades como la actual, óptimas para acceder a una expectante realidad e incorporarnos por derecho y mérito propios al núcleo de potencias industrializadas y de alto nivel de ingresos personales.