Por Luz Saint Phat / [email protected]
Daniela Alonso, experta en psicología política, analiza los factores que influyen a los ciudadanos cordobeses al momento de emitir su voto, en un contexto de transformaciones de la cultura política del país y el mundo
Córdoba es una provincia con una historia política singular, que ha mostrado una tendencia a diferenciarse del resto del país en sus preferencias electorales. ¿Qué hay detrás de esta conducta? ¿Qué factores psicológicos, sociales y culturales inciden en las decisiones de los votantes cordobeses?
Para responder a estas preguntas, Comercio y Justicia dialogó con Daniela Alonso, doctora en Psicología e integrante del Equipo de Psicología Política del Instituto de Investigaciones Psicológicas del Conicet y la UNC. Según Alonso, el comportamiento electoral de los cordobeses no puede explicarse por una sola variable sino que es el resultado de una compleja interacción de factores relacionados con la identidad, la ideología, las emociones, las actitudes, las creencias y los valores de los ciudadanos
– En el marco de los trabajos de investigación realizados ¿cuáles son las variables psicológicas que influyen con más fuerza en el voto de la población cordobesa durante las elecciones?
– A lo largo de la historia, se conocieron distintos modelos teóricos explicativos y han variado conforme las culturas políticas, mientras el escenario político también se ha ido transformando. Entonces, las dimensiones que son más explicativas varían mucho dependiendo de si hablamos de un candidato que se presenta a la reelección o no, de si hablamos de un contexto donde hay perfiles ideológicos claros de los partidos políticos, o si la oferta es muy amplia o muy acotada. Y también del contexto en particular. En períodos de crisis, es más razonable que las variables vinculadas a la evaluación de la gestión, a la percepción de la economía, a la situación social en general, adquieran un poco más de relevancia; y que otras dimensiones más vinculadas a los propios candidatos y candidatas, cuestiones más emocionales o ideológicas, tengan más preeminencia en otros contextos. En la actualidad, no sabemos qué puede llegar a pasar, pero es cierto que hay un clima social (a veces estimulado por los medios) que es un poco negativo, por supuesto sumado a la crisis y todo ese componente emocional puede tener un peso importante en la decisión. Los datos que tenemos de elecciones realmente recientes y de votantes de Córdoba es que encontramos bastante coherencia entre las posiciones ideológicas de las personas y el candidato o el espacio político al que eligen. O sea que, más allá de las variaciones por el contexto, hay una identidad partidaria ideológica que siempre tiene peso en una gran proporción de la población que no es toda.
– ¿Qué lugar ocupan la razón, la emoción y la ideología en los procesos de decisión que se ponen en juego durante las elecciones?
– Con respecto al rol de la razón y de la emoción en la toma de decisiones políticas, en la decisión del comportamiento de voto, es interesante empezar a pensarlas no como dos elementos antagónicos sino como aspectos complementarios de la decisión. No existe una decisión puramente racional y objetiva en la que la emoción no esté involucrada. La emoción es parte del proceso de toma de decisiones y es uno de los elementos que nos ayudan a simplificar el mundo político, a orientar nuestra conducta. En este sentido, los modelos más tradicionales tendían a pensar que las personas tomábamos decisiones buscando maximizar nuestras ganancias, reducir nuestros costos, una teoría económica del razonamiento, y la evidencia ha ido destronando esas explicaciones porque efectivamente no somos calculadoras perfectas ni tenemos toda la información disponible para tomar decisiones sino que tratamos de usar ciertos atajos cognitivos que en psicología llamamos “heurísticos”, que nos permiten orientar nuestras decisiones. Por ejemplo, la identidad partidaria, la ideología, las opiniones de las personas que nos rodean, por supuesto la información que circula en los medios de comunicación, las dimensiones emocionales, son todos aspectos que van a ir contribuyendo en conjunto a que nos formemos una idea de candidatos, candidatas y que tomemos una decisión.
– ¿La tradición y la pertenencia a un grupo social también inciden de manera importante en las decisiones del electorado?
– Estos elementos solían ser muy predominantes en los primeros modelos que trataban de explicar el voto, modelos que se basaban mucho en dimensiones inclusive sociodemográficas. Había una relación entre la pertenencia determinada clase social o etnia o grupo etario y el ejercicio de un determinado voto, votar a determinado partido político. Eso es algo que ha ido perdiendo relevancia en el tiempo, conforme las sociedades se han vuelto más complejas y estas identidades ya no son tan firmes. Lo mismo sucede con las identidades partidarias. Esas variables hoy están más discutidas y tienen un peso relativamente menor, pero me parece que vale la pena contemplarlas, porque efectivamente la evidencia que tenemos dice que las identidades partidarias sí se relacionan con el comportamiento de voto y que todavía -si bien las generaciones más jóvenes tienen cada vez menos cercanía con los espacios políticos, con los partidos- existe una gran proporción de la población que tiene más, al menos más simpatía, o se identifica más con un grupo político determinado y eso impacta en su decisión de voto.
– ¿Existe alguna particularidad respecto de los factores o variables que influyen predominantemente a los más jóvenes al momento de votar?
– Lo que más identificamos en la juventud es un crecimiento de la apatía, de la distancia que sienten con la política como herramienta, con lo político, especialmente con los espacios formales de la política, así como los partidos, candidatos, candidatas, elecciones. También encontramos que hay un bajo conocimiento político, tanto cívico, como de las instituciones políticas, el funcionamiento del Estado, etc, además de bajo interés. Entonces es difícil predecir ese voto de los jóvenes y entender cuál es la materia de la cual está hecho. De todas maneras, a veces se subestima a estos grupos, tanto a los jóvenes como a otros grupos que se perciben como distantes de la política y se cree que sólo votan como con base en el enojo, con algunas cuestiones superficiales que ven en los medios, pero la realidad es que hay bastante coherencia ideológica entre lo que creen sobre cómo deberían resolverse ciertos problemas o cuáles son las prioridades y las decisiones electorales o las afinidades políticas que tienen.
– ¿Estas explicaciones se aplican exclusivamente a los cordobeses o se pueden pensar también como orientadoras de lo que ocurre en el ámbito nacional y/o internacional? Si existen, ¿Cuáles son las diferencias?– Estos modelos que tratan de explicar el comportamiento electoral u otros comportamientos políticos, en general se tratan de explicar de un modo global, se tratan de aplicar a distintos contextos. Es cierto que cuando queremos trasladar modelos teóricos que vienen de otras culturas políticas nos encontramos con algunas barreras porque nuestra cultura política como cualquier otra tiene sus particularidades. Entonces muchas veces los modelos son muy buenos para explicar el voto en sociedades bipartidistas o donde los clivajes ideológicos son muy claros y en Argentina eso no es tan así, ni siquiera a nivel partidario uno podría asociar un partido con una ideología, pues los partidos mismos son bastante variados. Entonces eso hace que sea más difícil de explicar el voto en esos contextos. De todos modos, sí hay algunas tendencias que uno puede identificar como globales, que tienen que ver con la conflictividad política, con el corrimiento de las agendas hacia la derecha y la extrema derecha. Pero me parece que siempre es más válido tratar de pensar los fenómenos situados localmente y entender las particularidades de cada una de las coyunturas.