En octubre de 2021, en la previa de las legislativas, Alberto Fernández designó a Gabriela Cerruti como portavoz de la Presidencia.
Afirmó con altanería que se trataba de “una nueva figura” que tomó “de algunas democracias europeas”.
Venía de sumar al gabinete al tucumano Luis Manzur, un macho alfa del peronismo, y resaltó convenientemente el sexo femenino de Cerruti pregonando una de las supuestas elevadas metas de su gestión: la igualdad de género.
“Queremos una comunicación clara, precisa y transparente”, dijo.
Además, prometió que la vocera estaría disponible para “chequear” información y “combatir” rumores y noticias falsas y se jactó declamando que esperaba que el nuevo cargo propiciara “una comunicación pública democrática” y “una conversación global acorde a los nuevos tiempos”.
Señales
Dos meses antes de desembarcar en la Rosada, mientras su nombre sonaba para puestos, Cerruti confirmó que no iba a postularse para renovar su banca en Diputados porque volvía al periodismo, el oficio que le dio fama en los 90 menemistas y la catapultó a la función.
Dio señales de la impronta que iba a darle a una eventual gestión: cero ecuanimidad. “Soy parte del proyecto político más trascendente y revolucionario de lo que va del siglo y lo seguiré siendo desde el lugar que elija o construya”, escribió en sus redes.
Para más detalle, recitó que “tuvo el privilegio de vivir el Bicentenario en la Patria Grande de Cristina, Evo, Lula, Chávez, ‘Pepe’ Mujica y Fidel” y anunció: “Todo lo que soy y haga, siempre, estará construido en esa simiente”.
Episodios
El decreto 710/21 establece que el rol del portavoz es brindar información a la prensa, difundir medidas gubernamentales, entender en la estrategia de comunicación presidencial y divulgar los objetivos de la gestión del mandatario y datos pertinentes de sus actividades.
Cerruti se desentendió del contenido de la manda. Olvidó que es una funcionaria al servicio de todos los argentinos y partidizó su rol. Desde hace un año y medio confronta con la prensa crítica y con dirigentes políticos y empresariales, tergiversa hechos, vaticina, opina, propala su ideario personal y usa agresivamente sus redes. De informar, dialogar y esclarecer, ni noticias.
Protagonizó episodios vergonzosos. En febrero de 2022, por citar, una reportera de La Nación le preguntó por el descontento que generó en EEUU la nueva orientación geopolítica de la Argentina, tal como reflejó un artículo del diario. Ante ello, atacó el trabajo de los periodistas. Les pidió “más rigurosidad” y cuestionó que publicaran notas en base a “supuestas fuentes de otros países”.
ADEPA
Fernández, siempre torpe, complicó el escenario: compartió en Twitter un mensaje de un usuario anónimo que aduló a Cerruti y definió al “periodismo mainstream” como “vergüenza nacional”. Luego, borró el contenido.
La Asociación de Entidades Periodísticas (ADEPA) repudió el proceder del mandatario y precisó que en todo el mundo la información en off de fuentes gubernamentales y diplomáticas sustenta coberturas de la prensa.
La vocera pasó de pedir disculpas por su agresión a acusar a los medios de generar “terrorismo” por reportar que había faltantes de alimentos.
Luego, en una entrevista con Radio Nacional, mintió al aseverar que eran “los actores más desprestigiados” del país junto con la justicia aunque no hay ranking alguno que los ubique en esa posición.
Poco después, en julio, aleccionó sobre qué preguntas son adecuadas. En su cuenta en Instagram, censuró una consulta. “Preguntas que no deberían hacerse. Respuestas que no deberíamos tener que dar”, postuló.
ADEPA emitió otro comunicado denunciando el desplante y enfatizó que contradecía los valores de la libertad de expresión en una democracia republicana.
“La derecha”
Sobre el final del año, en noviembre, desplegó el acto más ominoso de su gestión hasta la fecha.
Se exhibió en Twitter con Irene Montero, la ministra de Igualdad del gobierno español. Subió un video paseando con la funcionaria por la Rosada. Cuando le mostró la Plaza de Mayo desde una ventana, espetó: “Ahí lo que tenemos ahora, después del covid. La derecha ha puesto sus piedras recordando a los muertos”.
La brutalidad de Cerruti, que desdibujó por completo la línea que debe separar el ámbito del servicio público de la ideología con un nivel de torpeza y crueldad incomprensible, no pasó desapercibida: referentes de la oposición, periodistas y usuarios la fustigaron y #RenunciáCerruti se convirtió en trending topic.
Kirchnerismo
Preparando el terreno para la campaña, en marzo se despachó sobre los niveles de kirchnerismo en sangre de Fernández, a quien definió como uno de los “fundadores” de la fuerza.
Según la portavoz, el hombre “hará todo lo posible” para que gane las elecciones.
Opinó sobre la condena por corrupción dictada en contra de Cristina Fernández de Kirchner en “Vialidad”: juzgó se trató de una causa “armada” que buscó “sacarla de la escena política” y “aleccionar” a dirigentes” que “intenten tomar medidas que vayan a favor de las grandes mayorías”.
Aprovechó la oportunidad para presentar una larga lista de observaciones sobre la gestión de Horacio Rodríguez Larreta en la CABA y, en contraste, ensalzó el programa económico de Sergio Massa: opinó que estaba dando “algunos buenos resultados”.
Interna
En abril, en una de las tantas comedias de enredos que generó la feroz interna del gobierno, renunció el jefe de Asesores de la Presidencia, Antonio Aracre.
Lo hizo después de que trascendidos lo vincularan con la filtración de uno de los tantos paquetes de medidas económicas que lanzó el “superministro”.
Cuando habló con la prensa, apuntó a Cerruti. Dijo que era una “persona especial” con carácter “autoritario”.
“No hay mecanismos que contemplen cómo dirimir la diversidad de pensamiento, porque en general se ve como conspiración”, manifestó, y estimó que la vocera influye en las decisiones de Fernández.
Inflación
Tras la dimisión de Aracre, Cerruti difundió otro video hablando sobre la inflación. “Es nuestra obligación tratar de explicarte”, vociferó en nombre del gobierno, y siguió el libreto del Frente de Todos: culpar a Mauricio Macri, a la pandemia, a la guerra en Ucrania y a la sequía, en ese orden.
“Nos dicen que empieza a cambiar la tendencia y que el mes que viene habría una desaceleración”, sumó.
¿La fuente de Cerruti?: la de los deseos. Se sabe cómo terminó todo.
Amcham
La semana pasada, horas antes de que el presidente declarara que el aumento de precios es en parte “autoconstruido” y “psicológico”, la vocera cruzó al titular de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (Amcham), Facundo Gómez Minujín, quien en la última reunión de la entidad alertó que el país está al borde de la décima crisis económica desde la vuelta a la democracia.
“No es un sector que invierte en la Argentina”, arguyó Cerruti, y descalificó a Gómez Minujín refiriéndose a él como “un señor del JP Morgan que tiene que ver con la banca financiera y con las consultoras”.
Luego de colar un cuestionamiento a Macri, sostuvo que “están creciendo” la industria automotriz y de la construcción, así como el empleo, que las inversiones “no dejan de llegar”, que las empresas “siguen abriendo” y que las pymes “siguen funcionando”.
“Esa es la realidad que nosotros vemos”, expresó. “Esa realidad es así. Después tenemos a los agoreros de siempre que hacen su propio negocio”, decretó.
Cabe marcar que Estados Unidos es el principal inversor externo en la Argentina y su tercer socio comercial.
Neutralidad
Se descuenta que si Cerruti resiste en su puesto no acudirá a la prudencia como consejera durante la campaña y que usará su rol institucional para hacer propaganda.
En España, una democracia europea con vocero, la portavoz del Gobierno de Pedro Sánchez, Isabel Rodríguez, ya fue apercibida por “violación a la neutralidad” en las ruedas de prensa.
La Junta Electoral Central del país analiza abrirle más expedientes por su persistencia en no acatar el mandato legal que rige en el país, que impide criticar a la oposición o promocionar logros del gobierno en etapa campaña.
La neutralidad es un deber constitucional en España. Desde la convocatoria a los comicios hasta su celebración, le impone a las autoridades despegarse de las disputas partidistas.
Impide aprovechar actos institucionales para hacer apreciaciones negativas de dirigentes opositores o emitir valoraciones que descalifiquen sus propuestas o programas.
Modelo
Las anteriores portavoces de Sánchez, Isabel Celaá y María Jesús Montero, también fueron sancionadas por violar la neutralidad.
El propio Sánchez -a quien la prensa crítica le achaca fomentar el culto a su persona y privilegiar descaradamente a los medios favorables- fue multado con la cantidad simbólica de 500 euros por dar una entrevista en la campaña de las generales de noviembre de 2019 y alardear de su gestión.
Si es verdad que Fernández tomó un modelo antes de firmar el decreto 710/21, fue el de la práctica del socialista.